Instinto Animal [completa]

Alex

Advertencia: Esta historia contiene descripciones muy gráficas de violencia y sexo (+21 / +18) no aptas para todo público, en las cuales se hace uso de sangre y humillaciones verbales durante y antes de los actos sexuales. 

Si no te sientes preparadx para este tipo de contenido, no continúes con la historia. 

Y no denuncies, porque es mi trabajo y me esfuerzo haciéndolo, y por algo hago estas advertencias antes de cualquier capítulo que sé que puede llegar a sobresalir de los estándares "normales". 

Si no te gusta, no la leas. 

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―Entonces… ¿Me recuerdas tu nombre?

La rubia sonrió coquetamente sin darse cuenta.

Alex Ridgway era el tipo de chico que te morías por besar, y también era uno de esos hombres que poseían el don olímpico para endulzarte el oído. Era increíble la manera en la que decía todo lo que querías escuchar, y no de cualquier forma, sino en el tono juguetón caliente que le encantaba a todo tipo de mujer.

―Meredith ―contestó lascivamente.

Alex enarcó su ceja derecha en compañía de esa curva maliciosa que solo los Ridgway eran capaces de dibujar sobre sus labios. Esa malicia te atraía, te impulsaba a querer saber más, sin importar que fuera un extraño sexy y guapo que habías conocido en la barra de un bar a las afueras de Nevada, Estados Unidos.

―Bien, Meredith ―hizo un ademán para señalar a la muchacha sentada en el taburete de al lado― ¿Prefieres un brandy o un cognac?

―Brandy, por supuesto.

―Eso quiere decir que aceptarás cualquier tipo de invitación que te haga, si lleva de por medio un brandy. ¿Correcto?

Una risa entremezclada con aire salió de los labios de Meredith.

―Eso quiere decir que aceptaré si me invitas un brandy, pero no cualquier cosa. ―Corrigió.

El pelinegro no dijo nada, solo levantó la mano para llamar la atención del bartender.

El muchacho se acercó al mayor de los tres hermanos y Alex farfulló algo que Meredith no pudo comprender.

―¿De qué se trata? ­―Encaró la rubia.

―¿A qué te refieres?

―Bueno… Pediste algo sin mi consentimiento.

De nuevo, esa sonrisa perversa merodeaba los labios del chico: ―El consentimiento no siempre es imprescindible, Meredith.

―¿Ah no?

―A veces las personas ponen límites innecesarios que no los dejan deleitarse con todos los placeres que te ofrece la vida. ―Respondió sin mirar a la chica, con los ojos puestos en cambio, en los movimientos del empleado que atendía la barra.

―¿Como cuáles? ―inquirió con cierto recelo.

Se encogió de hombros, como si lo que fuera a decir no tuviese demasiada importancia, o mejor dicho, no era algo de monumental inteligencia:

―Podría… mencionarte bastantes cosas, pero digamos que disfrutaría en mayor medida si pudiera mostrártelas.

―¿Así que lo que realmente importa es tu diversión?

Chasqueó la lengua con desaprobación y giró su silla con dirección a la chica:

―Lo realmente importante es que deseches tus límites.

―Creo que los límites existen por algo.

―Es solo una noche.

«Tiene razón» pensó. Al fin y al cabo, qué podría pasar en una noche, además de: por supuesto terminar siendo follada por ese chico impresionante y misterioso que se le había acercado en medio del bailoteo sexual del cual ella había sido la protagonista hace tan solo unos minutos atrás.

―¿Y qué pasa si… quiero que pares con algo de lo que estás haciendo?

―Si me detengo o no, es mi decisión ―confesó.

―¿Por qué?

―Ya te lo dije, las personas ponen límites cuando son innecesarios, creen que no pueden resistir más, les falta fe en sí mismos.

―No lo sé, yo… ni siquiera sé cómo te llamas.

―Alex ―pronunció detenidamente mientras le daba un sorbo a la ginebra que tenía en la mano.

―De todas formas, no te conozco.

―¿Ves? Estás siendo aburrida porque tienes miedo.

―Es lo normal.

―Es lo normal para una chica cualquiera, pero tú no eres una chica cualquiera.

¿Qué quería decir el desconocido con eso? ¿Cómo iba a saber que no era una chica cualquiera si ni siquiera habían cruzado miradas alguna vez en el metro?

Meredith era delicada, sensible, pero inteligente; pensaba cautelosamente cada paso que daba y debatía muchas veces los próximos. Así también era su madre, claro que, a su edad, la mujer todavía era muy confiada, saliendo día y noche con extraños, besándose con personas de su mismo sexo, teniendo intimidad con ellas y todo en una sola noche. Meredith tenía claro lo que podría pasar si confiaba demasiado, tenía claro que Alex estaba siendo sincero, él estaba siendo sincero a pesar de sus insinuaciones.

―Está bien ―aceptó de un momento a otro―, pero tienes que prometer que no me arrepentiré.



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En el texto hay: muerte, sangre, cuchillo

Editado: 24.11.2021

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