Instinto de amor

02: No es ese tipo de relación

Y después, ¿por qué lo malinterpretaban? 

Se lamentó Cassie, afilando su mirada a medida que sus ganas por matarlo y enterrar sus extremidades alrededor del mundo incrementaban. Ese nombre ni siquiera conocía lo básico, puesto que la llamó por su nombre en plena oficina en lugar de emplear un lenguaje formal y acorde al ambiente. No tuvo más remedio que contenerse, dándose cuenta que él continuó haciendo diversos gestos para que ella se apurara, sin embargo, la francesa fue contra sus deseos y guardó sus pertenencias con lentitud. 

—¿Hará esperar al jefe, mademoiselle Beaumont? —insinuó una de sus compañeras con picardía, moviendo las cejas con diversión. El resto de ellas se hundieron en el cotilleo, siendo espectadoras del circo que montó su jefe. 

Cassie les regaló una expresión de odio, pensando que el pelinegro no exudaba elegancia como cualquier otro abogado dueño de un bufete y figura importante de la política. A continuación, puso su bolso en el hombro y se agachó levemente frente al escritorio para sacar la maleta pesada de su jefe, ya que no pudo enviarla como estaba previsto. 

—No es ese tipo de relación. —aseguró confiada. Aunque no había necesidad de aclarar las cosas, se tomó la molestia de hacerlo. 

Cualquier otra desubicada creía que esa pregunta era una invitación con connotación sexual. Es más, gran parte del bufete estaba convencido de que se llevaba con su jefe, sin embargo, Cassie no entendía la razón para que se diera ese escenario. Obviando lo anterior, Cassie se despidió por educación, sintiendo que cada paso hacía arder el suelo. No exteriorizó su desagrado, sólo se limitó a pasar por el lado del hombre, aconsejándole que se abstuviera de tener ese tipo de comportamiento. 

—¡Nos vemos, muchachas! —se despidió Skyler de forma energética, ignorando cualquier advertencia por parte de su secretaria personal. —¿Sabes que tu expresión intoxica el ambiente, mon amour? —advirtió, molestándola cuando estuvieron solos en el ascensor. Entonces, se recargó sobre el hombro de la francesa, pasando por alto que ella tuviera que lidiar con el peso de la maleta.

—No me pagan por mi expresión facial, monsieur. —esclareció, desintegrando todo con la acidez de sus palabras. —¿Quién diría que tenía que soportar todo esto por el generoso sueldo? Con justa razón pagan más que el promedio. —murmuró con sarcasmo, provocando que el francés perdiera la compostura y se riera a carcajadas, porque la escuchó. Cassie chasqueó la lengua, empujándolo para que saliera de esa hojalata de metal. —Se le están saliendo los mocos por la nariz. —notificó con rudeza, agrandando la diversión del francés.

Merci. —agradeció divertido en cuanto Cassie le entregó una fina pieza de tela para limpiarse la nariz. 

—¿Acaso tiene permitido tener tanto tiempo libre? —añadió resentida, sintiendo envidia de que todos los días se fuese a una hora exacta. Después de que la risa de Skyler cesó y se limpió la nariz, el hombre se recargó en los asientos traseros del vehículo mientras su asistente configuraba la ruta y metía las maletas, incluyendo la pequeña al maletero. 

—¿Piensas que sólo soy un CEO títere y que fundé mi bufete con capital fantasma? —lanzó contundente, haciendo contacto visual con ella mediante el retrovisor a medida que el auto se ponía en ruta. El silencio de su asistente le robó una sonrisa exótica. —Mírame, mon amour. Represento a grandes corporaciones que me pagan un jugoso sueldo y dos veces al año, soy abogado para casos penales sobre narcotráfico. Entonces, ¿crees que no tengo el dinero para hacer lo que yo quiera? —contextualizó con aires de grandeza, a sabiendas de que si conseguía un resultado favorable para mafiosos, ellos eran muy agradecidos con la paga.

Cassie lo vio como un extraterrestre con la nariz puntiaguda.

—Está loco.

***

Lejos de la imaginación de la gente sobre lo que ocurría al llegar, solamente Cassie conocía sobre dicha tortura. La mayoría creía que su relación rompía el campo profesional, es más, pensaban que eran pareja. Por ello, gran parte de las empleadas se resignaron a competir contra Cassie, sobre todo por la forma en que su jefe la trataba y cómo la venía a buscar a diario, a excepción de los fines de semana y las veces que estaba fuera del país por negocios. 

Puras tonterías, se dijo Cassie. 

—¿Qué crees que se imaginaban las otras secretarias? —cuestionó Skyler, ingresando a su enorme casa mientras las luces se encendían de forma automática. —Estoy completamente seguro de que piensan que te acuestas conmigo. —relevó, agarrándose el estómago cada vez que recordaba el rostro de sus empleadas. —Se les notaba sin siquiera decirlo. —se carcajeó.

Desde atrás, Cassie se limitó a observar cómo se tiraba en un sofá cercano mientras ella arrastraba las maletas dentro de la mansión. Pronto, las colocó en el ascensor que unía el primer piso con el segundo y tercero. Una vez que terminó con lo más pesado, se quitó los tacos, cambiándoselos por un par de zapatos planos. 

—Esto contará como horas extras ¿cierto? —se dirigió a su empleador en cuanto se alistó para hacer las labores domésticas. Agarró la aspiradora y una mascarilla para que no le diera alergia. El hombre alzó su pulgar.

—Siempre compenso a mi gente. —aseveró con una sonrisa de dictador. Pronto, vio a Skyler desaparecer de camino al segundo piso y regresar unos minutos más tarde, vistiendo ropa de deporte y usando un equipo especial para arquería. —¿Pediste comida a domicilio? —quiso confirmar mientras se dirigía a la cancha detrás de su hogar. 




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