Miércoles 07 de enero, 2059.
La intención de Skyler al venir a su tierra natal era esclarecer y cortar cualquier atadura del pasado como última voluntad de su madre. Sin embargo, que ella dejara una carta lo aturdió tanto que sus extremidades comenzaron a temblar y no necesariamente por su rutina de ejercicios. Su frente perló de su sudor a medida que experimentaba la pesadez en el ambiente.
—Los guiaré a una sala privada para que puedan conversar con tranquilidad. —comentó el gerente del hotel, tomando partido de Dubois, puesto que era un gran amigo y le resultaba lógico ir disminuyendo su deuda de esta forma.
—Gracias por las atenciones. —agradeció contento Dubois, empezando a caminar mientras el gerente los guiaba. No obstante, el pelinegro ancló sus pies en el lobby y no se movió bajo ninguna amenaza. —¿Quieres leer la carta aquí? No es el lugar adecuado. —argumentó, controlando su temperamento. Tenía que hacer lo que fuera necesario para que él no renunciara a la tenencia de Étienne, pensó Dubois con una sonrisa.
Skyler apretó la carta con ligereza, sabiendo leer el ambiente.
—Lo leeré en compañía de mi esposa. —apeló a la ausencia de Cassie. Entonces, se largó sin despedirse, abandonando a un gerente desconcertado junto al abogado de su familia. Había dicho que lo leería con la castaña, pero al llegar a su piso, la curiosidad le picó y abrió la carta en el pasillo.
Mi querido Ilhan,
Nunca has sido tonto pese a que no pude criarte correctamente, tampoco fui capaz de protegerte, porque era alguien muy fácil de asustar. Aún así, sabes bastante que te amo, eres y siempre serás mi bebé, mi único hijo.
No busco que me perdones por mi gran cantidad de errores, sólo quiero que cuides mucho de mi pequeño Étienne. Sé que pedírtelo significa un sacrificio mental y emocional para ti, pero no lo abandones, por favor. ¿Puedes pasarlo por alto? No sé qué edad tendrá Étienne cuando recibas esta carta, porque no sé en qué momento me llegará la muerte. Por eso, quise preparar todo incluso si tu padre se oponía con terquedad. Ahora, no importa si Étienne es mayor o menor de edad, debes cuidarlo como el único favor que te pido.
Por favor, Ilhan.
Cuando llegue tu turno, no te olvides de mí. Sé que ni en el más allá nos volveremos a encontrar, así que no te consumas por traumas o recuerdos feos. A tu padre no le gusta hablar de ti y tampoco quiere que lo hagan sus conocidos, pero me he enterado que has tenido éxito como abogado y has escalado muy rápido. Sigue así, mi pequeño.
Mamá está orgullosa.
Y así, de forma tan extraña, concluyó ese pedazo de vejestorio.
—Eres tan cruel, madre. —masculló, conteniendo un odio insano mientras sus ojos se teñían de un rojo sangre. Asimismo, hizo pedacitos la carta y la tiró en el primer bote de basura que vio de camino a su puerta.
***
El contenido de esa carta no paraba de repetirse dentro de su mente, era tan estresante, que no encontraba sentido a las preguntas indefinidas de Cassie. Su asistente ni siquiera se incomodó cuando acomodó la cabeza en su regazo, tampoco que permaneciera así durante un largo rato. Antes de que Cassie continuara preguntando pequeños detalles sobre la preparación del vuelo de regreso, Skyler mencionó:
—Ayer estabas desesperada por persuadirme sobre la tenencia y ahora, estás organizando todo como si nada. —la provocó, a sabiendas de que la castaña trataba de mantenerse al margen y ser bastante profesional. —¿El ratón te comió la lengua, mon amour? —hizo hincapié, notando que se quedó muda. La asistente bajó la mirada, topándose con sus orbes dorados.
—¿Qué se supone que haga? —se encogió de hombros, sin lucir acorralada. —Igual confío en que cancelaré esto a último momento por orden suya. —exteriorizó su confianza y autoestima para persuadirlo. Esto le robó una sonrisa al hombre quien suspiró y clavó los ojos en ella.
—¿Te quedarás conmigo si acepto la tenencia? —cuestionó serio, porque no se creía capaz de acercarse a ese niño que le revivía el pasado. Es más, era consciente de que Étienne no tenía la culpa, pero no podría lidiar con ello sin alguien a su lado.
Cassie asintió.
—Ya se lo había prometido. —admitió franca, pensando en los ceros que se le aumentarían a su sueldo. Ese deseo fue tan transparente que el francés pudo percibirlo. —De momento, debería tomarse un descanso de los casos y dejar que el bufete funcione por sí solo. Tenemos buenos gerentes y ocho equipos especializados para que lidien con la agenda. —informó con eficiencia, mostrando un cuadro en la pantalla holograma del brazalete. Él lo miró vagamente. —Podemos quedarnos un par de meses para que su hermano asienta la pérdida y durante el año realizamos viajes a París para inspeccionar el bufete y tomar uno que otro caso. —comunicó, señalando el calendario que diseñó.
—¿No sería mejor cambiarlo de colegio e irnos a vivir permanentemente a París? En vacaciones, puedes venir con el niño y para que no se pierda su patrimonio, contrataré buenos administradores y los supervisaré. —negoció, teniendo eso en mente y sin incluirse en esas vacaciones. Entre menos tiempo esté aquí, mejor para él.
Cassie permaneció en silencio.