Instinto de amor

08: Me gusta su obsesión

En la hacienda, no existía ninguna persona que sirviera a la destacada familia Arnaud por obligación, sino por voluntad propia. Era importante recalcar, que gran parte del personal se conformaba por gente joven lo que significaba que muy pocos de la generación pasada continuaban laborando ahí por ciertas razones. Asimismo, las mujeres al simpatizar y querer a su joven señor de una forma genuina y pura, estaban tratando de ayudarlo y ponerlo al corriente de cada paso que daba su hermano mayor con la finalidad de velar por el bienestar de Étienne.

—Recuerde ser bastante educado y sonreír. —instruyó la ama de llaves a medida que otras dos muchachas le acomodaban el cabello y su ropa. Esto se debía a que el abogado Dubois les anunció que Skyler regresaría a la hacienda para hablar con él. —Está comprobado que su sonrisa es la más hermosa de cualquier niño. —elogió, a sabiendas que no había nadie que dijera lo contrario. Las muchachas estuvieron de acuerdo. 

Étienne apretó los puños por lo bajo, tratando de no olvidar cada consejo dado por la ama de llaves y el resto de muchachas que se encargaban de su cuidado. Aunque para ciertos niños era agobiante estar rodeado de tanta gente, para él era distinto, puesto que no quería experimentar ningún tipo de soledad ahora que sus padres se fueron.

—Dijeron que mi hermano mayor fue al cementerio ¿es así? —pidió confirmación, percibiendo la lástima de su alrededor, ya que debía aprender a madurar siendo aún joven. 

—Visitó el cementerio de una forma extravagante y llamativa. —exclamó la ama de llaves, luciendo preocupada por la información que recibió. —No sé si lo hizo para honrar a sus padres al hacerles ver que estaba bien o si fue con otra intención. —añadió, relatándole a continuación cada detalle por lealtad.

Al final, Étienne se enteró de cada pequeñez originada por el comportamiento de su hermano mayor. A decir verdad, no le agradaba por completo, pero no tenía el derecho de cuestionar o pensar mal de Sklyer. No estaba en la capacidad de ser exigente cuando él era el único adulto que podía encargarse de su cuidado.

Poco después, el mayordomo ingresó al dormitorio, comunicando que su hermano mayor se encontraba esperando en el antiguo despacho de la señora. El pequeño había creído que quizás tendría ventaja, porque se había ganado a la esposa de su hermano. Sin embargo, cualquier atisbo de confianza desapareció en cuanto entró al despacho y se topó con esa figura grande. Por ningún lado estaba su cuñada. Skyler estaba de espaldas, mirando por el ventanal mientras tenía las manos entrelazadas. Verlo así ocasionó que su cabecita colapsara.

A él también debe dolerle, pensó con ingenuidad, sin discutir el por qué vestía ese atuendo que no era acorde al tiempo de luto. Tal vez él llevaba su duelo así por lo que Étienne no dijo nada al respecto, entonces tomó una bocanada de aire y se preparó mentalmente, recuperando la confianza. Sí, su hermano lo iba a proteger, se aseguró a sí mismo, recordando su incidente de aquel día. 

—Buenas tardes, hermano Ilhan, yo… —saludó amical, empleando ese nombre que su madre se jactaba de haberle puesto en el pasado. No obstante, la reacción que esperaba no coincidió con la que su hermano le dio.

—¡No me llames por ese nombre! —gritó con horror y frialdad. El joven se sobresaltó, empezando a temblar, porque era la primera vez que alguien le alzaba la voz. Aún así, lo soportó. —¿Acaso no sabes tocar la puerta? ¿Por qué entras como si nada? —fue duro por una razón. Étienne no supo qué decir más que disculparse.

—Lo siento, mamá me dejaba hacerlo. —se excusó con timidez, buscando la forma de remediar su error. A continuación, expuso una sonrisa forzada al ver que Skyler se volteó, pero volvió a ser reprimido.

—¡Yo no soy tu madre! —recalcó con ferocidad, sin dejar ir al pequeño. —Cada vez que quieras hablar conmigo o te hable, bajarás la mirada o te taparás los ojos. No quiere ver ese horrible tono de iris. —fue su primera orden. Para la estabilidad mental de Skyler, era demasiado peligro enfrentarse a diario a esos orbes grises. 

—¿Qué? —se desconcertó Étienne, creyendo que eso era ridículo, porque siempre le decían que sus ojos eran únicos y hermosos. ¿Por qué él creía lo contrario? Quiso replicar al no ser capaz de soportar eso. Sin embargo, la presión del abogado lo abrumó y obedeció. —De acuerdo. —cedió por su bien. 

Desde su posición, el pelinegro tuvo una vista panorámica de cómo el niño se doblegaba a sus órdenes con desesperación y bajaba la mirada. Esto era lo mejor para ambos, evaluó Skyler, avanzando hacia la parte delantera del escritorio de roble. Fue inevitable y por instinto, no pensar “has crecido bien, Étie”.

—Ahora, estoy de buen humor y has experimentado de primera mano cómo es que soy a diario, entonces ¿te imaginas cómo soy cuando estoy de malhumor? —habló unos segundos más tarde. El hombre se sentó en el escritorio, recorriendo visualmente toda la instancia. —No eres estúpido y sabes que serás el blanco perfecto. —reveló una verdad evidente que Étienne no discutió. —Sabiendo eso, ¿quieres que me haga cargo de ti hasta que seas adulto? No serán uno o dos años, serán cinco. —le dio libre albedrío para que escogiera, solicitando a su vez su opinión en un asunto que lo involucraba.

Étienne se mordió la mejilla, atreviéndose a preguntar.

—¿Cassie estará a nuestro lado? —apeló a la presencia de la muchacha, creyendo que podría ser llevadero si ella venía incluida. Skyler ocultó una sonrisa arrogante.




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