Me puse a pensarlo muy detenidamente. ¿Realmente quiero ir o me quiero quedar? Más que eso, no paraba de preguntarme, qué era lo correcto. Siempre he tratado de tomar las decisiones más apropiadas para mí y para los demás, ahora simplemente no sabía que debía hacer.
En la tarde me fui al rincón más oscuro del jardín y miré el cielo. Iba a llover pronto, por lo que podía sentir mis dos elementos combinarse. En ese momento pensé en el amuleto. Lo saqué de entre mi camisa y lo miré; lucía completamente negro y opaco, además de estar muy frío. Recordar lo que había sentido con él me hizo sentir extraña al verlo tan apagado.
Decidí ver que más podía hacer con él. Lo envolví en mis manos y cerré mis ojos. Haría las cosas en orden. Pensé en el agua y mi conexión con ella; pensé en mares, ríos, cascadas, océanos y demás. Al abrir mis ojos el amuleto estaba tornado azul brillante e irradiaba luz, sonreí. Turno del aire. Cerré mis ojos y pensé en huracanes, ventiscas, tornados, entre otros. Abrí mis ojos y me sorprendió el resultado; se hallaba de color blanco y estaba sumamente frío, aún así la luz que irradiaba era de tonos azulados. Me pregunté entonces cuál era el significado del color blanco si el azul representaba el agua y el gris el aire.
Entonces, aprovechando que el amuleto estaba activado, decidí dejarlo invadir mi cuerpo una vez más. Me mostró cosas hermosas y espantosas también. Entre todo lo que me mostraba, se mezclaban imágenes y sonidos de paisajes y guerras, de felicidad y sufrimiento, de luz y oscuridad. Repentinamente mis manos empezaron a arder y escuchaba un ruido ensordecedor en mis oídos. Salí del transe e inmediatamente retiré el amuleto de mi cuello.
Cómo era de esperarse, el dolor de cabeza retornó y mi nariz empezó a sangrar. Intenté volver a ponermelo pero éste no me lo permitió, ardía demasiado y casi parecía que no quería que lo tocara. Lo tomé del colgante y lo guardé en mi bolsillo rápidamente algo confundida.
Al entrar al edificio de nuevo, empecé a escuchar múltiples voces como solía ocurrir antes, solo que esta vez sonaban mucho más fuerte. Comencé a desesperarme así que volví corriendo a mi habitación, donde se encontraba Raiza, la cual al verme se espantó.
—¡Avril! ¿Qué pasó? ¿Por qué sangra tu nariz? ¿Dónde está el amuleto?— preguntó espantada.
—Creo que cometí un error— dije dejándola tomarme en sus brazos.
—¿Qué clase de error?— me sentó en la cama.
—El amuleto reaccionó mal conmigo y no me deja si quiera tocarlo, aún no sé qué hice mal— expliqué.
—Bueno, ¿dónde está el amuleto?
-En mi bolsillo.
Lo sacó tranquilamente y de nuevo lucía apagado, eso solo hasta que acerqué un poco mi mano, haciéndolo blanco de nuevo y cayendo al suelo.
—Okay, ya veo, sí que es extraño— aseguró Raiza —. Lo guardaré por ti hasta averiguar qué le ocurre, se nota que no quiere ni verte— su tono fue burlón pero serio.
—No logro comprender que le hice. Según yo no fue nada raro— dije algo triste.
—Tranquila, ya lo averiguaremos. Ahora dime, ¿ya has tomado una decisión?— la segunda vez en un mismo día que me lo preguntan.
—Si te soy sincera, no. Pero estoy casi convencida de que quiero ir así sea por mera curiosidad. Claro, es más que obvio que no quiero dejarte a ti ni a mi hermana ni a Evan, pero algo dentro de mí me dice que es la mejor opción que tengo. Es más...— me puse en pies y tomé sus manos —Quiero que veas esto, pero necesitaré que me abraces y pienses en cuánto me quieres.
No pareció tener problema alguno, pues me dejó entrar en su cabeza rápidamente. Le mostré parte de las cosas que me había enseñado el amuleto y entre todas ellas el recuerdo más importante: el de mis padres.
—Vaya, sinceramente no sé qué pensar— dijo en cuanto salí de su mente.
—¿Qué harías tú en mi lugar?— se quedó pensativa un par de segundos.
—Creo...— suspiró pesadamente —Que lo más probable es que iría.
Le sonreí.
—Eso significa que, sin importar la decisión que tome, ¿estarás de acuerdo conmigo?— la miré a los ojos.
—Sin duda alguna— afirmó y nos abrazamos.
Pasadas las seis de la tarde, logré sentirme mejor sin el amuleto, aunque no del todo; por lo que ahora me encontraba en el cuarto de Evan besándolo sin parar y subida en sus piernas. No planeaba desaprovechar la oportunidad de besarlo ni por un segundo.
—Te amo— le dije pausando los besos para tomar un poco de aire.
—Yo te amo más— dijo y depositó un minúsculo beso en mis labios. Pasé mis manos por su cabello una vez más.
—Creo que nunca me cansaré de decirte lo guapo que te ves despeinado— reí.
—Y yo no me cansaré de decirte lo sexy que te ves sobre mis piernas— rió también. Le di un ligero empujón en la frente tratando de ocultar mi sonrojo.
—Oye... ¿Cuánto tiempo tenemos antes de que llegue Scott?— le pregunté volviendo a acercar mis labios a su boca.
—Creo que una hora— susurró.
—Tiempo más que suficiente— volví a besarlo.
Al día siguiente, la decisión estaba prácticamente tomada, por lo que empecé a empacar mi maleta. Cuando me cansé, llamé a Evan por celular solo para escuchar su voz y que me hiciera reír un poco. Al colgar, aún con Evan en mente, decidí abrir el cajón donde tenía guardado el amuleto para encontrarlo de un tono rosado. Se me hizo sumamente extraño, por lo que hice el intento de tomarlo; curiosamente, me lo permitió, aproveché para colgarlo de nuevo en mi cuello, y en cuanto tocó mi pecho, empecé a escuchar los latidos de mi corazón. Iban despacio pero retumbaban con fuerza.