Daniel
—Trabajamos para mantener a flote este instituto, ya que el padre del señor Pierre falleció hace dos años.
Si vives bajó una roca no sabrás quien es George Pierre. Todo su imperio basado en asociaciones comerciales de bienes y servicios. Era dueño de media industria comercial bajo el registro de su empresa la AGE COMPANY.
Ese hombre era noticia las veinticuatro horas del día. Salía en revistas, periódicos, en todos los medios de comunicación. No me impresionaba que la paga fuera bastante buena para todos los docentes que tenían que educar a niños ricos.
Mañana empezaría con mis 200 horas de servicio comunitario en este lugar con la ayuda de mi gran amigo y ex compañero de universidad: Kevin. Me dirigí con él al tercer edificio grande para que me dieran el horario de lo que tendría que hacer el día de mañana.
Tomé las escaleras más cercanas que me llevarían a la salida del edificio.
Mientras bajaba los escalones vi cómo una chica corría apresuradamente y observé como se dobló el tobillo y soltó un pequeño grito. La sujeté del brazo antes de que cayera.
Ella me miró y sentí una sensación extraña recorrer todo mi cuerpo. El corazón lo sentía distinto y comenzó a palpitarme como si aquella chica estuviera causando algo.
La chica era la misma de la mañana que pillé mirando junto con Kate. Pude verla con mucho más detalle al tenerla frente a mí. Su tez era clara, sus ojos eran de color miel, el cabello acaramelado que con la luz se reflejaba como si fueran cientos de hilos cobrizos. Era jodidamente hermosa. Fui recorriendo toda su cara hasta que vi sus labios, rojos y parecían ser suaves. Hay algunas personas que dicen que el primer beso no se da con la boca, sino con la mirada, y desde ese momento supe a lo que se refería.
Su mirada bajó y me di cuenta de que mi mano aún sostenía su brazo. Dejé de tomarla y de nuevo puso sus ojos sobre mí
Ambos decidimos continuar por nuestro camino sin volver a dirigirnos la mirada.
Caminé hasta llegar de nuevo al aparcamiento para poder ir por la moto y salir de este establecimiento, pero a unos pasos delante de mí estaba la misma chica de las escaleras. Salió de mala gana por una de las puertas trasera del edificio y empezó a maldecir entre dientes.
[…]
Me dirigí a aquel lugar donde solía escaparme con Jackson en nuestra adolescencia. Las peleas, las carreras en moto, el alcohol, el dinero y las mujeres de aquel lugar era lo único que necesitaba en este momento.
Aún tenía en mí cabeza la imagen de aquella chica y tenía que sacármela de la mente.
La pista donde skaters se juntaban con los corredores de moto y la cual nos reuníamos todos para hacer nuestras fiestas y carreras prohibidas. Los vecinos de la zona ya han puesto una denuncia sobre nosotros por el escándalo que llegábamos a causar. Por suerte todavía no nos han atrapado, aún.
Encontré a Jackson estando con Jessica. Ambos me miraron sorprendidos por aparecerme por allí.
—Vaya, pero que don juan nos ha visitado—exclamó Jackson en cuanto me vio.
Golpeé su hombro a manera de saludo y luego me dirigí hacía Jessica.
—¿Qué tal, Jess? —saludé a la chica trigueña.
—Hola, Danny.
Me puse de lado de Jackson. Eché la cabeza hacía atrás y solté un gran suspiro que tenía guardado.
—¿Qué ha pasado? Pareces cansado. Digo, volver a ver a Cruella de Vil es agotador y más si su dolor de cabeza estuvo presente—bromeó Jackson.
A pesar de ser de diferentes sociales. Jackson sabía de mi vida y de lo que he pasado cuando era un crío y mis padres comenzaban a pelear, el cual fue la razón para convertirme en un chico problemático y la segunda… digamos que no hablaremos de cosas dolorosas.
—¿Cuántas tías has conocido? ¿Te llamó la atención una de ellas?
«Solo una.»
—Ninguna. Te he dicho ya que no me interesan las niñitas.
Me alejé de ellos y caminé directo a una masa de gente que traían consigo una hielera. Cogí una lata de cerveza y me alejé a un espacio abierto para que la brisa del aire me envolviera. A pesar de estar agonizando y sofocado por el encuentro de esa chica. El cabello caramelo, sus ojos miel, esos ojos…esos labios rojos naturales…besarlos…
«No. Para.»
Me dije a mí mismo.
—Hola, Danny.
Una voz femenina hizo que me sacara de aquellos pensamientos. Giré para ver de quien se trataba y me había llamado.
Una chica rubia de ojos negros me miraba con ese brillo en sus ojos. Cindy, la única persona que hacía quitarme el estrés y me hacía compañía en mis peores momentos. Entre ella y yo teníamos ese «algo» que iba más que ser amigos.
Era demasiado esbelta y muy formada. La ropa que solía usar era provocativa por lo ajustada que se pegaba a su cuerpo.
—Pareces estresado—Su mano acarició mi cabello—. Puedo ayudarte a quitarte ese estrés—susurró cerca de mi oreja.