Esa noche fue sin duda una de las más extrañas que puedo llegar a recordar. Al parecer todo el asunto con mis padres había quedado en el olvido, pues a pesar de no haber bajado a comer, a la hora de la cena me dispuse a hacerlo. No tenía cara para bajar, pero moría de hambre y mañana temprano comenzaban las clases y pasar mucho tiempo sin probar un bocado no estaba en mis planes esa noche.
A las siete treinta de la noche ya no quedaba ningún trabajador de papá, todos se iban alrededor de las seis, cuando un autobús de la empresa venía por ellos y los llevaba a la ciudad. Así podría hablar de una manera más tranquila y sin miedo ahora que sólo nos encontrábamos los tres en casa.
Haber pasado el día viendo películas sólo comiendo palomitas de maíz me hizo sentir que era una chica demasiado aburrida, cuando en las redes sociales me encontraba las fotos y vídeos de algunos compañeros en fiestas o en la playa de nuestra ciudad vecina y capital del país, disfrutando su último día de vacaciones como si no hubiese un mañana. Yo sólo tuve una pelea con mis padres y una visita de un chico bastante extraño, muy guapo, ciertamente, pero extraño.
—Pensamos que no volverías a salir de tu escondite hasta mañana, porque mañana si que estas obligada a salir.— Papá se burló de mí; antes me molestaban sus burlas, sin embargo aprendí que son sólo bromas y si no fuese así, pues ya no me interesaban en lo más mínimo. Después de todo era mi vida y a la única que le afectaría prestar atención a esos comentarios era a mí y lo mejor que debía hacer era ignorarlos.
—Tenía hambre.—me encogí de hombros. No necesitaba otra discusión hoy.
—¿No te emociona volver a la universidad mañana?— Mamá cambió de tema, yo solo asentí pero con una enorme mueca en mi boca que ella sobreentendió que no era así.
Lo que agradecí en ese momento fue que no hubiesen tocado el tema de las terapias, la pelea o incluso de Eddy. Ninguno volvió a decir una palabra hasta finalizar la cena, donde mamá solo me avisó que mañana nos íbamos juntas. Ahora que ella iba a comenzar a trabajar en un jardín de niños decidió que nos podríamos ir juntas. No me molestó en absoluto, siempre fui de esas personas que prefieren ir acompañadas por alguien que ir sola.
Sin mas que decir o hacer en la cocina, les deseé una linda noche a mis padres y me apresure nuevamente a mi habitación, no era tarde, pero quería terminar de ver la serie que estaba mirando antes de volver a clases. Odiaba el hecho de que las series contasen con una infinidad de capítulos y no poder verlos lo más pronto posible, y agregandole a eso, las tareas que sólo se acumulaban cada día me era imposible seguir con el hilo de la trama.
Cuando menos me di cuenta ya eran las once y veintidós de la noche, me había quedado bastante absorta en la televisión que perdí la noción del tiempo. Sí, tenía clase al día siguiente, pero por suerte mi primera clase era a las nueve de la mañana y no iba a despertar de madrugada. Aunque debí haberme dormido antes.
Si lo hubiese hecho probablemente no lo hubiera visto y mi vida quizás continuaría siendo igual de aburrida.
Cuando me decidí a finalmente apagar la televisión, la habitación se sumergió en la oscuridad de la noche, sin embargo cuando la luz de la luna se apoderó de ésta y mis ojos se acostumbraron, pude verlo... verlo otra vez.
Así es, Eddy se encontraba de pie junto a la puerta del balcón, la cual estaba un poco abierta debido a mi descuido de no haberla cerrado minutos antes a pesar de que yo siempre me aseguraba de que estuviese perfectamente cerrada por el miedo de que alguien entrara por ahí, aunque cerca de nuestra casa no hubieran personas cerca. Al principio por no distinguir quién era, salté del susto en mi lugar, evitando gritar o hacer un movimiento brusco, no se como podía no hacerlo, pero tal vez el hecho de nunca haber estado en una verdadera situación de peligro jamás podía gritar realmente. O quizás por el impacto de la situación simplemente mi instinto de supervivencia me hacía quedarme inmóvil.
La persona no se movió de ahí, me aterraba que ni siquiera sabía cuanto tiempo llevaba allí parado observando. No sabía si debía salir huyendo o enfrentarlo pero al no tener algún objeto que realmente me salvara la vida, seguía estática en la cama.
Nunca entraban desconocidos a mi habitación y ese día ya habían entrado dos, así que a la falta de lógica del día, cruzó por mente la idea de que fuese Eddy.
Y si se trataba de él no sabría quién estaría más fuera de sus cabales, si yo o él.
La silueta que aún no reconocía en ese momento) se acercó con sigilo hacia mi cama. Moría de miedo, pero sólo me sentía como en uno de esos episodios de estrés cuando no tomaba las medicinas y si sólo era eso, gritar por la ayuda de mis papas echaría todo lo que había logrado hasta hoy, a la basura. Por fortuna quien sea que fuera, frenó su paso frente a la cama y habló para tranquilizarme permitiéndome saber que se trataba de él.
—Escucha Dinah, soy yo, Eddy...— susurró, afortunadamente antes de que yo saliera corriendo hasta la habitación de mis papas. —No era mi intención asustarte pero necesito tu ayuda, por favor... debo volver a casa junto con mi padre cuando zarpe su barco del puerto de Sunland.
No lo veía claramente, la luz de la luna no lo iluminaba completamente pero podía ver su mirada color azul pidiéndome compasión para que lo ayudara fuera como fuera.