Solíamos ser los amos de la magia, creímos ser los únicos dueños de tan precioso don, pero cuando ésta nos dejó, quedamos a merced de las armas de cualquier mortal. Dejamos de ser dioses.
Ocupamos cada vestigio de magia para encontrar el origen de su poder, el lugar donde nació y la forma en que nuestros antepasados la obtuvieron y en el camino nos dimos cuenta de que jamás volveríamos a ser los dueños del mundo. O eso creímos.
Soy Estefano Aures, corregidor de su majestad y encargado para la misión más importante que nuestro imperio ha tenido desde la muerte de la Dama Roja. En mis mortales manos descansa una empresa condenada al fracaso desde sus inicios, a mí corresponde devolver la magia a sus hijos de huérfanos.
Por siglos nuestro imperio gobernó el mundo conocido, tras la derrota de los comunes avanzamos más allá en occidente, hasta donde lejanos reinos se sometieron a nuestra voluntad. No conocimos jamás una frontera al poder, por muy rico o poderoso que fuese el enemigo, jamás pudo contra los dones de quien usa la magia para un bien mayor.
Todo cambió una noche en que nuestra Dama Roja, ama indiscutible del mundo conocido, cayó en desgracia a manos de su propia sangre. Con ella dejaron de nacer brujos capaces de controlar la magia, y las generaciones venideras perdieron todo atisbo del poder de sus antepasados. Nos convertimos en comunes, en gente ordinaria con un pasado glorioso.
Utilizamos todo el poder restante en conservar vivos a quienes poseían los dones de la magia, pero sin su reina para protegerles, fueron cayendo uno a uno, asesinados sin piedad, exhibidos como trofeo, la historia se había repetido.
Pero un día, desde el borde del mundo nos llegó un mensaje, “más allá del occidente, la magia es cual rocío, los dones son entregados con solo nacer, nada en aquel lugar florece sin magia”. De inmediato se fijó rumbo a aquellos lugares que jamás habían sido explorados. Pasaron años y solo conseguimos naufragios, jamás nadie logró regresar del Mar de las Bestias.
Pasaron generaciones antes de que fuese posible hallar la tan ansiada tierra y muchas más para que un barco lograse regresar marcando el camino. Ante nuestra gente se elevaba la respuesta a tantas plegarias y creció la esperanza. Aquello y solo aquello nos mantuvo fuertes, aún cuando nuestro extenso imperio se fracturó y se convirtió en una nación con el anhelo de volver a ser lo que antaño logró.
Esperábamos hallar una tierra y gentes dispuestas a someterse a nuestra voluntad tal cual sucedió en nuestro mundo, pero no somos nuestros ancestros y sin lugar a dudas no es éste nuestro mundo.
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