Invasión: Sangre y Guerra

VIII C'est la vie

Amarra sus botas, con bastante brusquedad a la vez que Amy entra en

la habitación, completamente bañada en sudor, sus mejillas rojas como

tomates y su corto cabello revuelto y adherido al rostro. Amy tiene un

tipo de belleza bastante obvia. Lindos y expresivos ojos, que recuerdan

a Bambi. Cuerpo delgado y estilizado, pero con carne en los lugares

adecuados, además de un excelente estado físico. Es increíble que no

ande con alguien, aunque sin duda las miradas que Alex le lanzaba en la

antigua base fueron bastante obvias.

—Vaya, al parecer alguien necesita una ducha —dice Cat mientras

se pone de pie inspeccionando a la chica delante de ella con la nariz

arrugada y una mueca en los labios.

—Sí, sin duda apesto. —Amy agarra una toalla y ropa limpia—. Pero

es emocionante entrenar con este tipo de armas. Nada como un buen rato

de entrenamiento para refrescar la mente. Eso sí, dejando de lado que no

sabemos nada concreto sobre ellos y de dónde sale todo esto.

—¿Has visto a Owen?

—Iba camino a ducharse, creo, si lo veo le diré que lo buscas. Ahora

me voy, apesto tanto que los Convertidos caerían muertos solo de olerme.

—Vaya, entonces no te bañes y te usamos de arma.

—Muy chistosa Catarina.

—Bueno, te veré en el salón entonces —le dice a la vez que se separan

en la entrada de la habitación.

Camina muy rápido, para llegar al salón tiene que bajar por la estúpida

escalera en espiral, lugar donde dejó que el estúpido de David la besara. ¿Es

que acaso no se conforma con una mujer? No importa, recibiendo golpes

se aprende, aplica para la lucha y para la vida. Miriam es hermosa, ruda y

decidida, una completa cretina, pero una muy atractiva. Y Cat, bueno, se

dice a sí misma que está en desarrollo aún, no hay punto de comparación.

Mientras baja las escaleras, siente el peso de los recuerdos en su pecho.

El roce de los labios de Jenkins contra los suyos, su respiración. Agita su

cabeza y apresura el paso, no tiene caso detenerse a pensar en él, ya no.

Encuentra a Steve y a Carlo, están sentados en la última mesa del

enorme salón de paredes blancas. El rubio lleva un suéter blanco al igual

que Carlo, ambos estudian unos documentos que les facilitó Alana, para

desagrado de Steve, quien no ve la hora de largarse de ese lugar y no

volver a ver el rostro de esa mujer en lo que le reste de vida. Ve a Catarina

entrar y le hace una seña con la mano para que se siente junto a ellos.

—Cat, por acá. — La repentina amabilidad de Steve le resulta

sospechosa a Catarina, pero puede ser peor. Le hace una seña con la

cabeza y camina en dirección a ellos.

—Y bien, ¿ya pasó tu crisis nerviosa? —le pregunta Carlo de sopetón.

La ceja café de Cat se eleva hasta casi tocar su cabello, pero prefiere no

decir nada—. No te culpo, ¿sabes? —continúa sin dejarla responder—.

Todo en este maldito lugar me da mala espina, todo ese armamento... ¡Ja!

Hay algo que no nos están contando. Algo turbio, solo quiero volver a la

base, con la gente que conocemos.

—Sí, opino lo mismo —contesta Steve—. Alana... Esa mujer esconde

algo, algo grande.

—¿Qué están mirando? —pregunta Cat con la idea de cambiar de tema.

Carlo extiende hacia ella unas fotos y hojas. Ve el rostro del Vampiro

Rex y una lista de informes sobre las armas y locaciones de la misión—.

¿Creen que funcione? —pregunta ella con la vista en los documentos.

—¿La misión? Pues no tenemos alternativa, ¿o sí? —Le responde

Steve—. Estamos muertos de cualquier forma, solo estamos decidiendo

a manos de quién. Presiento que esa mujer no toma de buena gana las

derrotas. Así que será allá afuera o bajo la mano de Alana, aunque dudo

mucho que en su vida haya usado un arma.

—Cierto —murmura Cat —, tendrá quien lo haga por ella. Probablemente

uno de esos dos hombres que siempre la siguen.

—Mis apuestas van a Jeremías —dice Steve—, sé leer muy bien a las

personas y ese sujeto... Me pone la piel de gallina.

La puerta se abre a espalda de ellos, Catarina gira con la ilusión de ver

a Amy entrar pero en vez se topa con el rostro de David, quien se fija en

ella con una mirada que dice claramente cuáles son sus intenciones, a la

vez que acelera el paso en pos de Cat.

“No señor”, piensa.

—¿Me prestas esto? —le dice a Carlo agarrando unos cuantos

documentos al azar, sin dejarlo contestar, se pone en pie casi en el

momento en el que David llega a la mesa.

—Necesito... —comienza a decir Jenkins con una mano en los bolsillos

y la otra apretada en puño a un lado de su cuerpo.

—Tengo algo que enseñarle a Amy, permiso —lo interrumpe Catarina

dando media vuelta sobre sus talones hacia la puerta, justo en el instante

que esta se abre y entra Amy con los cabellos mojados seguida de Owen

y Miriam.

Respirando de alivio, Cat agarra el brazo de su amiga y la lleva hasta

una mesa cercana a la de Carlo, le extiende las hojas a la vez que se

sientan.

—Información de la misión. Lee.

—Ok... ¿Gracias?

No necesita mirar atrás para saber que el ojo de Jenkins está clavado

en ella. Solo debe tratar de concentrarse en otra cosa. Esperar que todo

vuelva a ser como antes. Si es que tal cosa es siquiera posible.

—¿Qué es eso? —pregunta Owen asomándose detrás de Amy.

—La misión —responde Cat a la vez que le señala una silla.

El pelirrojo se sienta entre Amy y Cat. Su cuerpo despide un ligero

olor a jabón y agua fresca, lleva los cabellos un poco más largos que



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En el texto hay: vampiros, misterios y drama, apocaliptico

Editado: 28.03.2023

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