Invierno Cruel

C A P Í T U L O 1 5


TE ESTOY ENTERRANDO DETRÁS

 

- JOYCE -

 


Abajo, las cosas estaban peor que como las recordaba.

Unos casilleros tenían una abolladura enorme en el centro, doblando hacia atrás las puertas. La vitrina estaba en el suelo y había un rastro de sangre que se dirigía hacia la oscuridad del pasillo.

Tragué pesado, siguiendo el camino de aquella mancha. Encendí la linterna cuando la hilera de luces ya no iluminaba el pasillo, dejando ante mis ojos un panorama tan lúgubre como aterrador.

Al fondo, el cuerpo de un soldado me hizo dar un brinco. El camino terminaba allí, en una especie de charco deforme bajo él. Me acerqué a paso lento, temerosa porque algo llegara a manifestarse en aquellos puntos en los que la luz no alcanzaba a cubrir sin descuidar otros.

Una náusea repentina me invadió al distinguir con claridad el cuerpo. Le hacía falta la mitad del cuerpo, por lo que sus órganos se tendían sobre el suelo; tenía el chaleco roto, la camisa cubierta con rasguños que levantaban la piel del pecho, también le faltaba la mano derecha y el casco estaba quebrado, mostrando sus desorbitados ojos.

Di un paso hacia atrás, alejándome del cadáver. A mi mente acudieron pensamientos horribles y mire a mi alrededor en busca de Lambert. Si ese era el hombre que había bajado con él, no podría estar...


 

Un quejido se escuchó al fondo y arranqué mis pasos hacía dónde lo había escuchado. El corazón me latía con fuerza, estaba asustada por que hubiera tenido el mismo destino, tal vez uno peor.

Doblé a la derecha y, al iluminar con la linterna el pasillo, ahí estaba Lambert.

Levantó un brazo para cubrir sus ojos de la intensidad de la luz. Tenía el pecho y los pantalones llenos de negra sangre, pero no se veía ninguna herida grave, al menos una que lograra notar a la distancia.

—Joyce... —susurró.

Corrí hacia él, bajando la linterna y quedándome parada frente suyo.

—¿Te pasó algo? —pregunté, observando su rostro.

Lambert negó con la cabeza, tomando un respiro profundo.

—Hay que encontrar a Samuel —dijo, sacando una de sus pistolas plateadas de su espalda, examinando si estaba cargada —. Debe estar en los pasillos del fondo.

Pasó al lado mío rozándome el hombro, avanzando sin siquiera regresar la mirada a sus espaldas. Giré sobre mis pies, yendo detrás suyo. Tenía una vibra extraña, una especie de tensión a su alrededor. Pensé que podría ser por el soldado y terminé guardándome la pregunta.

Los pasillos al fondo de la zona azul habían adquirido un hedor pútrido muy insoportable que parecía emanar de las paredes y el techo, el suelo había descendido un poco a mitad del camino y estaba inundado de agua verdosa que me cubría los zapatos. La oscuridad se había tornado mas negra, espantosa; expedientes e instrumentos flotaban sobre el agua, con cada paso que dábamos chirriaba el metal a nuestras espaldas.

Lambert se detuvo frente a uno de los cuartos: la sala de archivos. Empujó la puerta con la boca de la pistola, manteniéndola a la altura de su cabeza. Ahí el suelo era estable, pero de cualquier modo el agua había alcanzado el lugar y formaba charcos pequeños en el suelo. Detrás de un escritorio había movimiento y una respiración jadeante, un gruñido desesperante.

—Despacio —me susurró y fuimos con lentitud ahí, el rodeando por la izquierda y yo por la derecha.

Puesto a que sus pasos eran más largos que los míos, estuvo más cerca antes de siquiera yo llegar a iluminar lo que hubiera detrás. Un cuerpo se abalanzo sobre Lambert y cayó al suelo sobre un charco de agua verdosa, soltando un disparo que rebotó en el metal y se introdujo en la madera del escritorio. El arma se deslizó por el suelo y dirigí la luz a donde estaba.

No se traba de un infame, sino de Todd, quién estaba a horcajadas sobre Lambert, con las manos alrededor de su cuello. A pesar de ser mucho mas grande y fuerte que él, no podía quitárselo de encima.

Corrí hacia ellos, arrodillándome a su lado y  dejé la linterna en el suelo para intentar alejar sus manos (una de estas vendada) del cuello de Lambert.

—¡Suéltalo, Todd! —le grité —. Está de nuestro lado.

—No dejaré que se lo lleven —protestó en un susurro. No llevaba sus gafas y tenía los ojos inyectados en sangre en una mirada furiosa —. Lo harán sobre mi cadáver.

El rostro de Lambert adquirió un tono rojizo y sus fuerzas comenzaron a disminuir por más que tratara de liberarse.

—¡Ya basta! ¡Vas a matarlo! —exclamé, pero no cambió la situación y Lambert iba a perder el conocimiento.

Agarre la linterna y con toda la fuerza que tenía le asesté un golpe en la cabeza. Lo soltó en ese instante, echándose a un lado y llevando sus manos al lugar en donde le había pegado. Lambert giro al costado, arqueándose y tosiendo con brusquedad. La linterna parpadeó y con dificultad recobró su intensidad, tal vez me había pasado un poco de la raya.

—¿Estás bien? —le pregunté y sacudió la cabeza sin dar respuesta.

Me levanté y me acerqué a Todd, quien todavía se cubría hecho un ovillo. Con cuidado acerqué mi mano hacia la suya, comprendía que estuviera asustado luego de estar aquí abajo por un largo tiempo. Aparté una de ellas, dejando a la vista un hilo de sangre que se deslizaba por su frente.

—Perdón —me disculpe —. Te prometo que está de nuestro lado, Dom lo dijo.

Sccalon no mencionó a ningún soldado —espetó, refiriéndose a Dominic por su apellido. Sonaba extraño escucharlo —. ¿Qué con el otro hombre? Los vi entrar juntos.

—Ahora solo queda él, no tienes porqué preocuparte —le aseguré.

Todd miró sin mucha confianza a Lambert, limpiando la línea de sangre en su frente.

—Confió en que estés diciendo la verdad, Joyce —dijo en un tono que, en lo poco que había hablado conmigo, no parecía propio de él.



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En el texto hay: misterio, ficcion juvenil, apocalíptica

Editado: 18.03.2024

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