Iris

Capítulo VIII

SELLERS

Scarlett me llevó a la zona VIP del bar en el que estábamos. Casi vacío como un desierto. Seguramente las personas estaban en el concierto, y nosotras éramos las únicas locas ahí.

Me parecía un lugar más tranquilo, pero la música electrónica estaba a todo volumen, entrando por todas las salidas y entradas de la casa. Era como una pequeña residencia con cinco plantas; la primera era el bar y nadie podía entrar a las demás, excepto para ir a los baños.

Nos sentamos en un sillón grande en la zona VIP y un mesero nos sirvió cerveza. Dejó los vasos enfrente de nosotras. Había unas parejas en aquella zona. Algunas se besaban y otras charlaban en voz baja. Era un lugar... diferente.

—¿Qué tal tu primera vez en un bar? —Scarlett bebió de su cerveza—. ¿Te gusta?

Miré a mi alrededor, con una mueca.

—No es lo mío.

Scarlett rio.

—Espera a ver la verdadera fiesta, entonces.

Pasé treinta y cinco minutos contemplando mi vaso de cerveza, sin ganas de tomármelo. No sabía cuál era la verdadera fiesta de la que hablaba Scarlett, aunque sabía que no era esa. Estaba apoyada en un brazo del sillón con la cabeza recostada en la palma de mi mano, esperando que el tiempo pasara.

Estaba sola.

Un chico invitó a bailar y a beber a mi mejor amiga, así que no tenía idea de en dónde estaba. Lucía solitaria en aquel sillón y algunos me miraban con pena. ¡Solo quería largarme de ahí!

Nota para el futuro, las fiestas aburren.

Nota dos para el futuro, invita a alguien a bailar o tu mejor amiga te abandonará.

Me quedé dormida por no sé cuánto tiempo, pero la música y gritos desconocidos me levantaron de un susto. Al parecer, la verdadera fiesta había comenzado. Me levanté, dejando el vaso de cerveza en la mesa y bajé por las escaleras de la sala de VIP.

Había mucha más gente que antes y un DJ tocaba hasta el fondo del bar. Busqué con mi vista a Scarlett, pero no la veía por ninguna parte. Me aventuré en el mar de gente sin saber las desgracias que me depararía el futuro.

A los pocos minutos de caminar, sentí algo frío recorrer mi espalda, por lo que me sobresalté. Un tipo completamente ebrio derramó toda su bebida en mi espalda.

—¿Qué haces aquí solita?

El tipo se acercó a mí tambaleándose. Di unos pasos atrás, completamente asqueada. Era un chico alto de cabello rubio y sonrisa encantadora. No era mi estilo tampoco, pero podía admitir que era guapo.

—¿Te apetece beber algo o... bailar?

Su aliento a alcohol chocaba con mi rostro, y me mareaba. Di otro paso hacia atrás.

—De hecho... debo irme. Ahora.

Sentí mi espalda chocar contra algo, y fue cuando me di cuenta que quedé acorralada contra la barra de bebidas. Él enfrente de mí.

¿Lo pateaba?

¿Qué hacía en esos casos?

No quería herirlo, pero a la vez sí.

—¿Tan rápido? —Dio unos pasos hacia mí—. ¿Por qué mejor no te... quedas? Conmigo.

Miré hacia todos lados, buscando algún tipo de ayuda. Me sentía un conejo que estaba a punto de ser atacado por un zorro, o peor, un lobo.

—Te dije que no —le respondí mientras trataba de alejarme de la barra, hasta que me tomó por el brazo con un poco de brusquedad—. Suéltame —gruñí, molesta.

—Uy, la perrita se enfadó. —Envolvió un brazo en mi cintura.

Intenté soltarme, pero el chico era fuerte.

—¡Déjame ir, pedazo de imbécil!

—Quédate... un rato conmigo —murmuró, tomando mis manos, que en ese momento golpeaban su pecho—; no saques las garras.

—Ya te dijo que no. —Una sombra tan distante tomó al sujeto por el cuello de la camisa, alejándolo de mí—. ¿Qué no entiendes?

El chico rubio retrocedió un poco, entre confundido y divertido. Quitó la mano del otro chico de su camisa con brusquedad.

El otro chico era Gabe.

—¿Tenías novio? —me murmuró el chico rubio, tambaleándose—. ¿Por qué no me lo dijiste, hermosa?

Rio.

—No te importa si tengo o no, idiota.

—Vete de aquí a menos que quieras una paliza —le advirtió Gabe, cruzándose de brazos.

Volvió a reír, pero esa vez comenzó a caminar lejos de nosotros.

—Gracias, pero...

—Podías hacerlo tú sola, ya lo sé.

Sonreí con suficiencia. Eso no era lo que iba a decir.

—Por supuesto que sí. Solo quería que se divirtiera un poco...

A Gabe le tocó reír.

—Vamos, chica valiente. —Extendió una mano hacia mí—. Baila conmigo.

Miré la mano de Gabe durante algunos cortos segundos, debatiéndome entre ir con él o huir de aquella fiesta que tanto había comenzado a odiar. Gabe era un chico lindo, aunque no estaba segura de qué sentía por él.

Era confuso.

Todo lo que tiene que ver conmigo lo era, en realidad.

—Creo que quiero irme de aquí, Gabe.

Pareció desilusionarse bastante ante mi rechazo, pero lo fundió con una sonrisa forzada. Era evidente que eso le molestó.

—Está bien, vamos a buscar a Scarlett.

—No, no, quédate tú. No quiero arruinar tu noche de coqueteo con este pequeño problema. Solo me duele un poco la cabeza.

—No arruinas nada —sonrió—. Vámonos.

Gabe me tomó de la mano con suavidad.

Su mano era cálida mientras que las mías estaban heladas. Me sentía mareada por las personas que nos rodeaban y brincaban con esa música fuerte que retumbaba en mis oídos. No soportaba las fiestas, pero hasta ese día caí en cuenta de eso.

Quizás era porque jamás había ido a una. Era como un ambiente completamente diferente; desconocido, frío y extraño. Era como si estuviera en un planeta lleno de alienígenas que no tomaban en cuenta mi existencia.

Me preguntaba si hubiera sido diferente haber crecido en aquel ambiente. ¿Disfrutaría las fiestas al igual que Scarlett? ¿Me sentiría cómoda en conciertos entre ebrios y groseros? Era un enigma, uno al que no quería darle respuesta.

Estaba a punto de salir por una puerta que lucía muy lejos, y se alejaba cada vez más, pero una luz me alumbró el rostro y dejé de sentir la cálida mano de Gabe. Entré en pánico por algunos segundos, ya que las luces de colores me cegaron por algunos segundos.



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En el texto hay: destino, colores, iris

Editado: 30.09.2024

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