Isabella
—¡Mikey, eres un perro! ¡Los perros tienen excelente olfato!
Después de que el ave desapareciera, quise saber más, me puse un suéter antes de salir de la cabaña y Mikey se ofreció de voluntario para acompañarme en busca de aquel animal. Estoy consciente que puede matarme en un segundo, pero a la vez, quiero acercarme y descubrir más sobre él. Tal vez el libro de mi padre está causando que una parte de mí desee conocer más a las criaturas sobrenaturales.
Según mi rastreador canino, el ave debería estar en la orilla del precipicio.
—Mikey, aquí no hay nada — murmuro. Estoy hablando con Mikey y es cuando me pregunto; ¿me entenderá?
Mikey se acerca a la orilla del acantilado. Verlo en ese sitio me causa vértigo, yo no soy capaz si quiera de asomarme a ver el río.
—¿Mikey?
Su mirada se mantiene fija más allá del río.
—¡Mikey! — lo llamo, pero continua concentrado mirando aquella dirección.
De pronto, comienzo a escuchar voces, ahora yo también estoy concentrada mirando la misma dirección que Mikey. Lo que causa que me desconcentre escuchando aquella melodía, es el mismo Mikey que comenzó a ladrar y correr por la orilla del acantilado.
Al verlo correr, casi me da un infarto de solo pensar que podría caer con cualquier movimiento en falso. Lo persigo, pero alejada de la orilla mientras le grito que se detenga, mas mi compañero no tiene intenciones de obedecer.
—¡Detente, maldito pulgoso! — espeto —. ¡Se supone que debes obedecerme!
Mikey se detiene pero no porque ha cumplido mi orden, sino porque llega hasta una persona, a Daniel. Estando a su lado empieza a ladrar y mover su cola entusiasmado.
El maldito sarnoso, casi me provoca un infarto mientras lo veía correr sobre la orilla y todo porque quería llegar hasta el lugar donde está Daniel.
—Daniel — murmuro con la respiración agitada —. ¿Qué haces por aquí?
—Siempre estoy aquí — responde, se pone de cuclillas para acariciar a Mikey—. ¿Tú qué haces aquí? Deberías estar en casa a salvo.
—Sí, pero es que vi un… — Daniel me mira esperando mi respuesta, si le digo que vi un ave fénix, ¿pensará que enloquecí? No debería creer que estoy demente, después de todo, él es un hombre lobo, o lo era —. Mikey estaba aburrido y yo también, así que lo saqué a dar un paseo.
—Bien — susurra —, pero ya deberías volver.
Se pone de pie dándole la ultima caricia a Mikey, observo que sujeta su brazo izquierdo e intenta ajustar la venda que tiene. Me aproximo para ayudarlo, él no podrá hacerlo con una sola mano.
—Extiende tu brazo — Daniel hace lo que le pedí —. ¿Por qué te la quitaste?
—No me la quite — aclara.
Continuo envolviendo su brazo y me aseguro de colocar bien el sujetador de metal.
—¿En serio te caíste? — cuestiono cuando termino.
No me responde con palabras, solo asiente con su cabeza.
—¿Aun te duele? — pregunta, observando mi rostro.
—No tanto… — murmuro.
—Creí que aun tendrías dolor porque no asististe a clases — expresa, desviando su mirada.
—¡Fue culpa del lobo! — espeto. Daniel frunce su ceño, pidiendo una mejor explicación —. Un lobo no me dejó salir en toda la mañana.
Daniel asiente comprendiendo la situación tan desagradable que pasé. Antes podía estar tranquila por el día, pero ahora, ya no me siento segura en ningún momento.
Nuevamente mi atención se va a la melodía que se vuelve a escuchar. Me provoca escalofríos cada vez que escucho esas voces y no es porque sean desagradables o aterradoras, todo lo contrario, son maravillosas y escucharlas me transmite paz, lo que me aterra es no saber qué o quiénes las emiten.
Mis ojos se abren demasiado cuando observo a Daniel mirando en la dirección donde presiento que provienen las veces, incluso Mikey está observando aquella dirección.
—¿Escuchas eso? — inquiero. Daniel me mira fijamente y asiente en respuesta.
—¿Qué es? —pregunta—. ¿Quién hace ese ruido?
—¿Ya lo habías escuchado antes? — hago otra pregunta.
—No — mueve su cabeza, negando —. Vengo aquí todo el tiempo y es la primera vez que lo escucho.
❤🐺❤
No tengo idea de cuánto tiempo hemos estado aquí escuchando aquellas encantadoras voces, hace algunos minutos dejaron de oírse. Daniel se puso cómodo sentándose en la orilla del acantilado con sus pies colgando al precipicio, a Mikey también le fascinan las alturas, ya que se echó al lado de Daniel para que él pudiera continuar dándole caricias, mientras tanto, yo permanezco alejada de la orilla.
—¿Le pusiste Mikey? — cuestiona.
—Fue lo primero que se me ocurrió — me encojo de hombros—. Además, a él le gusta.
Daniel continuaba acariciando a Mikey, él parece muy complacido recibiendo cariño. Mi atención fue nuevamente a la dirección de donde se escuchaban las voces. Está el acantilado y el río, a unos sesenta metros se puede apreciar otra orilla, del otro lado. Para llegar allá se requiere un inmenso y resistente puente.
—Daniel… — murmuro, llamando su atención —. ¿Qué hay por allá? — señalo el otro extremo que se alcanza a apreciar.
—Mis padres me contaron que es la otra parte de Dédfer, que por alguna razón fueron separadas y que del otro lado, no hay absolutamente nada— revela, mirando el otro extremo —. Alicia me ha dicho lo contrario, que de ese lado está la explicación de nuestro origen.
—¿Y tú que opinas? — me interesa su opinión.
—Que solo son cuentos y posiblemente no hay nada interesante — confiesa.
❤🐺❤
Estando de vuelta y a salvo en la cabaña con Mikey, tomo el libro de mi padre para continuar con la lectura. Me repito a mí misma que debo terminar de leerlo, pero son demasiadas paginas, terminar de leerlo es una misión imposible.
Reviso una vez más las ultimas páginas, después del tema «Obedece», el siguiente es «Comunicación». El dibujo está igual que el anterior, sin color y mal hecho, mas logro distinguir a una persona, frente a ella se encuentra un animal, no tengo idea qué animal sea, podría ser cualquiera. En medio de ambos están dibujadas unas rayas similares a las ondas, estas van de la persona al animal y viceversa.
Editado: 11.06.2021