|Capítulo 20|

Isabella

Ha pasado una semana desde que el fénix me acosa, los sueños sobre que salto por voluntad o el ave me avienta al precipicio donde está la neblina se han vuelto muy frecuentes. A veces también he soñado con los grifos y las personas atacándose entre sí, si deseo obtener respuestas, conozco el lugar para encontrarlas, pero tengo miedo de lo que pueda descubrir.

Tuve la confianza de contarle a Daniela lo que me estaba atormentando, es agotador soñar todas las noches lo mismo, salir de la cabaña y encontrarme con el fénix, llegar a casa y volverlo a encontrar en la entrada, esperándome. Antes eran los lobos, ahora es un ave.

—Deberías… — balbucea —. No lo sé… ¿ir a donde el ave quiere?

—Quién sabe que pueda haber allí — espeto, niego moviendo la cabeza.

Presiento que Daniela quiere agregar algo más a la conversación, mas no se atreve a mencionar otra palabra.

Al salir de las clases y regresar a casa sin ninguna desagradable sorpresa es lo mejor me pudo pasar este día. No había ninguna criatura sobrenatural en mi puerta.

Estuve las siguientes horas aseando mi hogar, alimenté a Mikey y a mí, por supuesto. En un momento de aburrimiento, pensé en realizar las tareas que habían dejado los profesores, si bien, mañana es sábado, tengo todo el fin de semana para terminar mis deberes académicos. Así que, busqué el libro de mi padre y me sumergí en la lectura.

"Los Magíster Tamer, es un escuadrón que protege al reino animal de Dédfer, al ser los únicos con el don de comprenderlos, son capaces de comunicarse con ellos y hacer que los sigan y obedezcan.

Sin embargo, su desventaja sería que, no poseen ningún poder mágico con el cual defenderse de sus enemigos, los que capturan a cientos de animales al año, con el único fin de obtener un beneficio personal.

Con el paso de los años, son menos los que poseen el don de comprender a los animales, poco a poco esa habilidad se perderá y solo quedará el recuerdo de los M.T."

El ruido de la puerta interrumpe mi momento de lectura. Observo a Mikey, no parece asustado o inquieto de nuestra visita, eso podría significar que quién sea que esté detrás de la puerta no es ninguna amenaza.

Me levanto del sofá donde estuve leyendo, me acerco a la puerta y la abro, encontrándome con una entusiasmada Daniela.

—¡Isa! — me saluda muy animada.

Miro detrás de ella, también han venido Max y Daniel, el primero alza la mano y me saluda, el segundo, no hace nada.

—¿Qué hacen aquí? — le pregunto a Daniela.

—El fénix casi secuestra a Daniel — dice con una baja risa que de inmediato borra —. No sé qué halla en ese sitio para que insista tanto en querer que alguien vaya.

—¿Quería secuestrar a Daniel? — cuestiono sin asimilar lo que me está diciendo.

—Algo así — murmura —. Dani estaba en el acantilado, como es su costumbre, el ave apareció y volvió a hacerle las mismas señas de que vaya al otro lado, como Daniel se negó a seguirlo, creo que se molestó porque el fénix se incendió y casi arrastra a Dani hasta el otro lado.

Estoy procesando lo que me ha dicho Daniela, a la vez que escucho la risa de Max, burlándose de lo que le sucedió a su primo.

—Así que los tres queremos ir a averiguar qué hay bajo la neblina — prosigue Daniela —. ¿Quieres venir?

—¿Eh?… — no sé qué responder.

—Tranquila, Bella — dice Max —. Si necesitas a alguien joven y apuesto que te proteja, aquí me tienes.

—Sobre todo, joven — comenta Daniel, ganándose un golpe por parte del vampiro.

Miro a Daniela, todavía esperando mi respuesta.

—No… — balbuceo —. No deberíamos ir, podría ser peligroso.

—¿Qué? ¿No quieres ir? — cuestiona, sin poder creer mi respuesta —. Hablemos un momento, ¿puedo pasar?

Asiento con la cabeza, me muevo de la entrada para permitirle el acceso.

—¡Dani! ¿No entras conmigo? — pregunta girando su cuerpo para ver a su hermano.

—Eh… No — responde, se acerca al vampiro y pasa su brazo sobre los hombros de su primo —. Me quedaré a hacerle compañía a Maximiliano.

Daniela no dice nada ante eso y entra a la cabaña. Antes de cerrar la puerta, miro a Daniel por ultima vez.

«¿Daniela desconoce que él no puede entrar?».

—¿Cómo es posible que en su forma humana pueda entrar? Tengo guardados mis colmillos, ¿por qué me niegan la entrada? Esto no tiene sentido — se queja Max, antes de que cierre por completo la puerta.

Daniela se ha puesto cómoda en el sofá.

—¿Por qué no quieras venir con nosotros? — interroga nada más me siento a su lado.

—Porque es peligroso.

—Sabes que esa ave no te dejara en paz, ¿verdad? — cuestiona—. En mi vida he visto a un fénix por aquí, le pregunté a mis padres, de manera sutil, por supuesto — se apresura a aclarar —. Ellos tampoco han visto un fénix por este bosque. ¿No se te hace extraño que de la nada haya aparecido?

—Daniela, desde que llegué, todo es extraño para mí — expreso —. Eso no cambia mi decisión; no iré, voy a quedarme aquí donde estoy a salvo.

—De acuerdo — bufa, acto seguido, se pone de pie —. ¿Entonces a qué regresaste? En la cuidad estarías a salvo y no encerrada.

Y con eso se despide de mí.

❤🐺❤

Podría decir que Mikey es la primera mascota que tengo, y no es que mis padres no me permitieron tener, yo era la que prefería no adoptar ninguna, de hecho mi padre amaba a los animales. Desde que Daniela se fue, Mikey ha estado mirándome de una forma bastante peculiar, ya me estoy incomodando.

—Mikey…

Tan solo menciono su nombre y me empieza a gruñir.

—¡No me gruñas, maldito pulgoso! —espeto. Deja de gruñir, ahora me está ladrando—. ¡Tampoco me ladres! — ahora comienza a chillar —. ¡No me interesa que te quejes!

Se calla. Se levanta del rincón donde está echado y se aproxima a la puerta, estando cerca, comienza a rasguñarla con sus garras, provocando un sonido irritante para mí. Enfadada de aquel sonido, me pongo de pie y le abro la puerta, seguramente tiene ganas de hacer sus necesidades. Sin embargo, estando afuera, Mikey empieza a ladrarme y hacer señas con su cabeza al bosque.