Isadora

Capítulo XVIII: Desesperación

Tenía la vista agachada, observando con fingido interés mis uñas. Me planteaba las preguntas que quería hacerle, estaba ansiosa por saber las respuestas y quitarme un peso de encima; sin embargo, no creía que fuera conveniente o el momento para ello.

Su profunda mirada estaba clavada en el lado izquierdo de mi rostro, sentía cómo me traspasaba poco a poco, quitando capa por capa, dejando al descubierto mis inseguridades. Estaba incómoda, sí, pero era más porque no paraba de darle vueltas al asunto, no podía no estar preocupada por Altaír. No lo había escuchado salir y normalmente me avisaba cuando lo hacía. Había algo que me molestaba sobre eso, pero no estaba segura de qué, no entendía esa extraña sensación que albergaba en mi pecho, era tan familiar y tan abrumadora. Sabía que algo andaba mal y no saber qué me estaba volviendo loca.

Había aprendido durante ese tiempo que tenía algo como un sexto sentido que me advertía sobre algunas cosas y no podía simplemente ignorarlo, no quería arriesgarme a que algo le sucediera. No podía darme el lujo de perderlo, era casi lo único que tenía para entonces.

- ¿Sabes algo sobre Altaír?

- ¿Cómo es que no sabes dónde está? Él está pegado a ti todo el maldito tiempo -me miró, entrecerrando los ojos.

-Siento que algo va a sucederle y en verdad necesito encontrarlo. -Mi respiración comenzó a fallar cuando una picazón se instaló en la punta de mis dedos-. ¿T-Tú puedas localizarlo?

Sus pestañas eran espesas y rizadas, quedaban perfectas con el contraste de sus irises. Sus labios se curvaron en una mueca pensativa, su ceño se frunció y sus manos viajaron hasta su barbilla. Se veía lindo, lo aceptaba.

- ¿Por qué piensas que tengo el poder de hacerlo, de todos modos? Aquí entre nosotros tú eres la más poderosa.

-Eso es falso -musité-. No puedo ser más poderosa que tú, es ilógico y de igual manera, no sé controlarlo.

Se mantuvo en silencio, pellizcando su labio inferior con sus dedos. No tenía nada en contra de él, hasta ese momento no había sido un completo imbécil -sin contar su comentario tan inapropiado de antes- y sentía que podía confiar en él, después de todo estaba allí, intentando ayudarme con todo ese desastre.

-No tengo idea de en dónde podría estar pero no te preocupes, él sabe cuidarse sólo. No por nada es el mejor guerrero del Olimpo -comentó, acomodándose en su asiento-. ¿Y qué hay de Iquelo?, ¿tampoco sabes sobre él?

No pude evitar sentirme mal ante la mención. Sabía exactamente si estaba o no en el departamento, simplemente lo había asumido y no le presté atención. Fui tan insensible y desconsiderada, hacía poco más de tres horas desde que habíamos llegado y ni siquiera pude averiguar cómo se encontraba después de lo que le hice.

-No -admití, agachando la mirada-. No sé si está.

-Oh, hermosa, créeme, sí estuviera aquí sería una historia totalmente distinta -sonrió un poco y, por alguna extraña razón, me sentí un poco más calmada-. No me dejaría estar tan cerca sin antes hacerme jurar que no intentaré nada contigo.

- ¿Qué es lo que quieres decir con...? -Lo comprendí al ver el destello en sus pupilas-. Oh, ya entiendo. No importa, olvídalo.

Me sentía tan rara, avergonzada, incómoda, pero al mismo tiempo quería tenerlo más cerca. Quería sentir sus manos nuevamente en mí, sosteniéndome con tanto cuidado que me produjera esa sensación inexplicable en el pecho, mirándome como si fuera lo más preciado en su mundo... Dios, anhelaba que me susurrara lo hermosa que era y, ansiaba, desesperadamente, probar sus labios...

Al descubrirme pensando en ello, parpadeé varias veces, sin comprender qué demonios estaba sucediendo conmigo. ¿Sentir sus manos?, ¿besarlo? ¡Qué era eso! Yo no... No se me antojaba en realidad que hiciera todas esas cosas. Yo estaba con Altaír y me gustaba; tanto que a veces me dolía saber que no podríamos profundizar nuestra relación... Pero, sí quería que me besara el dios frente a mí.

-Cuando quieras, nena. -Una voz en mi interior me dijo que él era el que me estaba haciendo eso, que él me hacía pensar así, que yo no lo deseaba y eso tenía bastante sentido para mí. En verdad lo quería-En realidad es más complicado que eso, preciosa, pero sí -arrugué el ceño, aún más confundida-. Básicamente mi esencia incita a tu cuerpo a acercarte a mí, a querer complacerme mientras que tú mente no deja de pensar en lo hermoso que soy.

Me quedé sin aliento.

Mi cuerpo flaqueó, su fragancia me inundó los sentidos y creí, maldita sea que sí, cómo mi corazón detuvo su palpitar hasta que mi vista se volvió a aclarar. La experiencia en sí fue horrible, el terror no dejaba de filtrarse por mi piel y la adrenalina me impulsaba a golpearlo, drenarle la energía y secarlo como un a muñeco.



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Editado: 26.02.2018

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