Itori: Recuerdos Perdidos

Visiones del Futuro

El hormigueo en mis dedos se está volviendo insoportable, tengo que escapar antes de que alguien me reconozca, no puedo dejar que noten que estoy alterada; intento calmar mi respiración luchando contra la presión creciente en mi garganta.

¿Cómo había terminado en esta situación tan repentina? Hacia solo unos minutos estaba caminando por la calle rebosante de alegría. Volvía por mi habitual camino a casa, cuando de repente me encontré con un grupo de personas, se veían preocupados mientras susurraban entre sí; entonces esa curiosidad que tanto me costaba suprimir salió a flote, me acerqué con cautela, pero después de ver lo que ocultaban, me arrepentí de inmediato.

La escena era protagonizada por la misma mujer del incidente del día anterior, ella se encontraba sentada a un lado de la acera, tenía en su regazo el cuerpo inerte de un niño no mayor de diez años. Tanto la parte izquierda de la cara del niño al igual que su brazo, estaban cubiertos de cortes y raspones; la sangre manchaba una parte de la vereda, y esta incluso se había metido entre las rendijas de los adoquines. La mujer mecía suavemente el cuerpo del niño sin despegar la mirada de él, parecía absorta de lo que pasaba a su alrededor. Fue solo cuestión de minutos para que más personas llegaran al lugar, entre ellos destacó la figura de un hombre alto de contextura ancha, recordaba vagamente su rostro del grupo del día anterior.

Él se paró frente a la mujer, y tras llamar la atención de todos los presentes, empezó con su discurso:

—Hoy es un día trágico para mi familia, pero quiero que todos escuchen esto: ayer vino a nosotros una mujer extraña, parecía cansada y desorientada, le ofrecimos ayuda, incluso la invitamos a nuestra casa; pero ella empezó a comportarse de maneras muy singulares balbuceando cosas sin sentido. Entonces mi hijo menor entró en la sala, ella enloqueció, empezó a hablar cosas sobre un velo oscuro, y tras mirar a mi hijo directamente a los ojos, le dijo que moriría antes de que acabara la semana. Cómo podemos llamar a eso sino brujería, esa mujer maldijo a mi hijo, esto no fue un accidente. Hay una bruja en esta ciudad, una emisaria de la muerte, y al igual que mi hijo, cualquiera de ustedes puede ser el siguiente.

La multitud empezó a exacerbarse por las palabras del hombre.

—No solo quiero venganza, debemos de tener precaución. Si queremos que esta ciudad esté libre de maldiciones, tenemos que deshacernos de la bruja.

Había escuchado suficiente, estaba asustada, traté de escabullirme de la multitud; solo podía pensar en una cosa, tenía que ir con Gia y advertirle, ella no vivía muy lejos del lugar, no tardarían mucho en encontrarla. Casi estaba a punto de lograr mi objetivo, cuando de repente sentí una mano sujetando mi muñeca, era una mujer tal vez de la misma edad que yo.

—Espera, no eres la misma que ayer estuvo defendiendo a la bruja — inquiere con firmeza, agacho la cabeza para evitar develar mi rostro por completo, pero ella insiste poniendo más presión en su agarre.

—¡Oigan! ¡Escuchen! —Alza la voz y levanta una mano para llamar la atención de los demás—. Esta mujer estuvo ayer con la bruja —algunos voltean a vernos, veo de reojo como varios de ellos avanzan hacia nosotras. Entro en pánico y la golpeó en el abdomen, ella se hinca de dolor, aprovecho la oportunidad y escapo sin mirar atrás. Los escucho siguiéndome de cerca, pero elijo no voltear, por suerte diviso a lo lejos un mercadillo y corro hacia el con todas mis fuerzas. Eran aproximadamente las tres de la tarde, por lo que había cierta cantidad de personas en el lugar, aprovecho la oportunidad para mezclarme entre la gente, y me escondo en un pequeño callejón cubriéndome con la basura y restos de periódicos. Escucho un ligero alboroto en las calles, el miedo a ser encontrada me estaba robando el aire, los minutos se hacen eternos; pero después de un rato parece que todo vuelve a la normalidad, aun así, me rehusó a abandonar mi escondite, por lo que espero un rato más con la cabeza metida entre las piernas.

Después de un rato siento mis piernas entumecidas, pruebo moviéndome poco a poco hasta que finalmente me incorporo, todo parece ir normal, por lo que, aun con cierto temor me aventuro a dejar atrás el callejón, reviso varias veces para verificar que nadie me persiga, solo entonces respiro con mayor tranquilidad, pero esta no dura demasiado, aún tenía que ir con Gia para advertirle, rogaba porque no hubieran descubierto donde vivía.

Mis miedos parecen tornarse realidad, dos hombres custodiaban la puerta de la casa de mi amiga, si bien no recordaba sus rostros de entre la multitud, seguía pareciéndome un hecho extraño, por lo que tomé cierta distancia mientras esperaba impacientemente.

Algunos minutos después otros dos hombres salieron de la casa, hablaron brevemente entre ellos y luego se marcharon con dirección al norte.

Temerosa me acerco a la casa con miedo de lo que pueda encontrar, llamo varias veces a la puerta, cada vez más impaciente; finalmente un hombre aparece, es delgado, de buen aspecto, vestía un traje sencillo, pero lo que más destacaba era el bastón de madera que agarraba con una mano.

—¿Quién eres? —pregunta mirando hacia un costado, lo reconocí casi de inmediato, aunque no lo había visto antes, Gia había sido muy detallista a la hora de describirlo, no había duda era él: Ilai, su esposo.

—Mi nombre es Isalia, soy amiga de Gia, del orfanato. —su expresión se relaja en una sonrisa y me invita a pasar.

—Gia habló de ti durante toda la noche, estaba muy emocionada de verde —caminamos hasta la misma sala del día anterior, Gia está sentada a un lado de la mesa, tiene la mirada tan pensativa que ni siquiera nota nuestra presencia. Ilai se acerca despacio hasta ella y toca su hombro ligeramente, Gia reacciona exaltada.

—Una amiga ha venido a visitarte —le comenta, Gia me mira confundida y asustada.



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En el texto hay: reencarnaciones, drama, promesas

Editado: 09.09.2024

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