Con el alba casi pisándome los talones me deslizo entre las sombras de la casa, al mismo tiempo que Julie, nuestra ama de llaves, abandona el lugar para comprar alimentos en el mercado; está vez me he pasado demasiado, diría que no lo volveré a hacer, pero solo sería una mentira susurrada en el aire. El ronroneo de Willis, mi gato, me recibe al entrar en mi habitación, me agacho para acariciarlo y luego me desplomo en el sofá más cercano, en mi aparente soledad me permito relajarme y exhalo profundamente.
—Veo que tuviste un día largo —mis brazos se crispan por el susto y me incorporo de inmediato, de todas las personas con las que podía encontrarme, él era la que más temía de enfrentar.
—Buen día, padre —inclino la cabeza ligeramente a modo de saludo.
Papá era una persona que podía describirse como pacífica, de pocas palabras, la mayor parte del tiempo demostraba un carácter imperturbable, que algunas veces rayaba en lo intimidante; nuestras conversaciones eran pocas, por lo que encontrarlo en mi habitación solo me vaticinaba una gran amonestación.
—¿Encontraste lo que buscabas? Esa chica —dice con voz aparentemente calmada, pero que debido al ambiente tétrico de la habitación me había sonado más a una amenaza.
—N... No, pero pronto lo lograré —le respondo con una seguridad fingida. Él contesta con un micro gesto, levanta una comisura; desilusionado cierra los ojos y lentamente se lleva una mano a la cabeza.
—Tienes que parar con esto, ha sido suficiente —dice con una voz más autoritaria, pero contenida.
—Pero, estoy muy cerca, incluso Zack se encontró con ella, es solo cuestión de tiempo, yo...
—¡Basta! Te das cuenta de lo que dices o haces, te escuchas como un demente. Hace unos años cuando empezaste con esto creí que era una buena idea. ¿Qué podía tener de malo?, pero ese afán aparentemente inocente se corrompió de tal manera que parece que ya no te importa nada más, y solo ha empeorado durante los últimos meses. Te has visto en el espejo estos días, casi me cuesta reconocerte, y que hay de esos moretones que no hacen más que aumentar, parece que has olvidado que esta es tu casa. El joven Zackary contraerá nupcias en una semana, aun son amigos, ¿no? Creo que incluso eso has olvidado. ¿Acaso te importa algo más aparte de esa chica?
—Lo siento —susurro apenado y agacho la cabeza. Sabía que tarde o temprano tendría que enfrentarme a esta situación, solo esperaba que no llegara tan pronto.
—Eso es todo lo que dirás, alguna explicación por los moretones en tu cara, o la venda en tus brazos. Te has puesto a pensar en tu madre, tal vez nosotros no somos tan cercanos, pero ella ha hecho de todo para hacerte feliz. ¿Eso no es suficiente? ¿Cuándo será suficiente? ¿Por qué estás haciendo todo esto? Si mañana te encontrarás con ella ¿Qué le dirías?
¿Qué le diría? Una ráfaga se disparó en mi cabeza a causa de su pregunta, solo podía pensar en una cosa: Le pediría perdón por romper nuestra promesa, tal vez así podría deshacerme de la angustia que sentía en el pecho, la cual no había hecho más que crecer con el tiempo, era como un gusano que me carcomía lentamente. No, no podía responder esa pregunta sin decir algo hiriente, es mejor guardar silencio.
—Ella es importante para ti, ¿cierto? Tal vez incluso más que nosotros— comenta en voz baja con un poco de melancolía.
—Padre, eso...
—Lo que sea que estés planeando, termínalo antes de tu cumpleaños, después de eso te instruiré como mi heredero, estarás muy ocupado para escaparte por las noches —dice retomando su tono sereno de siempre.
Palabras se quedan atoradas en mi garganta, con sinceridad, tampoco sabía si habría podido contestar a su pregunta de la manera correcta, por lo que le agradezco en silencio.
—Padre, sabes que soy muy malo para los negocios — le respondo con la pequeña esperanza de que cambie de idea.
—Aprenderás, no es tan difícil, estaré ahí para ayudarte. Y Daniel, incluso si insistes en buscarla durante estas semanas, procura no lastimarte, de lo contrario solo romperás el corazón de tu madre.
Escucho el sonido de sus pasos alejándose, y solo entonces la tranquilidad vuelve a mi cuerpo. Me recuesto sobre la cama y el sueño se apodera de mí al instante, pero mi descanso dura poco, un par de horas después llaman a la puerta, después de unos minutos y al ver que no paraban de golpear, me deslizo de mi sueño y me dirijo a la puerta con un evidente mal humor, se trata del viejo señor Bru, el doctor de la familia. Creo saber quién lo envió, por lo que tragándome mi mal humor dejo que trate mis heridas.
Pero mi descanso estaba lejos de concretarse, solo un par de minutos de que el señor Bru abandonara mi habitación, un nuevo invitado entró sorpresivamente. Resignado me desplomé sobre la mesa de mi escritorio, el cual lucía desordenado por todas las cartas que se encontraban esparcidas.
—Te ves horrible —Comenta Zack sentándose en el sillón que estaba frente a mí.
—Buen día para ti también. Porqué siempre entras en mi habitación sin permiso, existe un salón de reuniones —le recrimino.
—Ese salón es muy aburrido —hace un puchero— aquí es más...Realista —de repente se levanta del sillón y procede a recoger algunas cartas que se habían caído del escritorio.