Itori: Recuerdos Perdidos

Regresar a Casa

Mi cuerpo temblaba como si estuviera parada bajo la lluvia, la acompañaba esa sensación tintineante de dolor que rebotaba incesante susurrándome hacia la locura, era como una aparente calma, todo se mantenía congelado como una fotografía.

Cada cierto tiempo escuchaba golpes en la puerta llamándome, los primeros días solo se trataba de la señora Miret preguntando si me encontraba bien; pero a los últimos dos días se le unió también el propietario de la casa, que contrario a mi vecina, cada vez se escuchaba más colérico llegando incluso a amenazar con tirar la puerta; aunque bien, era cierto que llevaba retrasada dos meses en el alquiler, si vendía los últimos regalos que me quedaban era posible pagar la deuda, si tan solo tuviera la fuerza necesaria para hacerlo.

No fue sino hasta el amanecer del quinto día que finalmente cobré la fuerza suficiente para hacerlo, fue más bien un pequeño impulso el cual aproveché, me arreglé, peine mi cabello lo mejor que pude, aunque seguía viéndose horrible, mi cara ya era un asunto perdido, no importó cuantas veces la lavé seguía manteniendo ese aspecto cansado que no había hecho sino empeorar.

Tal vez solo era yo imaginando demasiado, pero sentía los murmullos cada vez más fuertes, lo raro era que no podía identificar que decían, pero no dejaban de parecerme molestos. Me dispuse a regresar tan pronto como me deshice del vestido y los pendientes; pero, tal vez fuera el destino o una simple casualidad, reconocí entre la gente un rostro familiar que solo había visto en retratos, podría haber elegido ignorarlo y continuar con mi plan inicial, pero esta vez mi impulso fue más fuerte que la razón, cuando me di cuenta ya estaba avanzando hacia ella.

—¿Señora Alexandria Meyer? —pregunto para asegurarme. Ella me observa confundida y retrocede, nerviosa mira a todas partes como si buscara a alguien. Acaso él...

—No se preocupe no quiero hacerle daño, solo quería saludarla. ¿El señor Meyer se encuentra cerca?

—Lo está, mantén tu distancia, pordiosera —responde tensando los hombros, puedo ver su evidente nerviosismo mientras frota su largo collar de perlas.

—Lamento si mi aspecto la aterra, pero su esposo no pensaba lo mismo meses atrás cuando me contrató —le comento con desdén.

—¿Qué insinúa? ¡Retírese! Mi esposo llegará en cualquier momento —y tan pronto como terminó de hablar, aquella infame figura apareció detrás de ella.

—¿Quién eres? ¿Qué le estabas haciendo a mi esposa? —exclama con ese tono que tanto odio de falsa preocupación, después de verlo fingir tantas veces y conocer de lo que era capaz, me resultaba imposible creer cualquier micro gesto que viniera de él, me pregunto si ella también lo sabe.

—No se preocupe no hacía nada, solo le comentaba a su esposa de todas las veces que me llevó a su casa a través de la puerta secreta de la muralla —tan pronto terminé de hablar un golpe cayó sobre mi mejilla. En otra ocasión estaría temblando de miedo, probablemente ya me habría disculpado cinco veces y rogado para que no me despidieran, pero nada de eso importaba ahora, no tenía nada que perder.

—¿Qué pasa?, le ofende que hable con la verdad, Sr. Meyer. Aún no he contado nada, no cree que es justo que ella lo sepa, después de todo solo la va a utilizar y desechar tal como hizo conmigo, “ella no puede tener hijos, es prácticamente inservible”, es lo que me dijiste una de esas tantas noches que me llevaste a esa habitación.

Su mano se levanta preparando otro golpe, pero repentinamente se detiene, al parecer nuestro espectáculo ha llamado mucho la atención, por primera vez agradezco la curiosidad insaciable en Zamar.

—Llamaré a la policía, acusar falsamente a un miembro respetable de la sociedad se paga muy caro, retráctate.

—Abusar de otras personas también debería de ser un crimen que se pague con un alto precio.

—Yo no abuse de ti, eres una mujerzuela que solo sabe vender su cuerpo y lanzar falsas acusaciones.

—¡No soy una mentirosa! Porque tengo que aceptar todo esto, me utilizaste, te aprovechaste. ¡Solo admítelo! Cómo puedes fingir tal indiferencia, me lo arrebataste todo, todo lo que me importaba. ¡No me queda nada! Ni todos los regalos del mundo pueden compensarme. En cambio, tú vivirás feliz, pisoteando la memoria de a quienes lastimaste. Eso es tan injusto...

Un temblor invade mis piernas y rápidamente se esparce al resto de mi cuerpo, al cabo de unos segundos mi garganta se seca de tanto gritar, abrumada por el dolor en las sienes sedo ante el cansancio y me desplomo sobre la acera, los susurros se convierten en gritos dentro de mi cabeza. Quiero gritarles que se callen, pero incluso eso parece una tarea imposible para mí.

—Vámonos —escuchó decir a una voz. El caos permanece durante unos minutos más, lagrimas patinan sobre mis mejillas sin que nada las detenga, me siento tan cansada que podría quedarme a dormir aquí.

A veces sentía que el mundo iba en una dirección contraria, seguirle el ritmo se tornaba en una tarea imposible, y cada vez que los veía alejarse me sentía cansada de solo imaginar lo que tenía que recorrer, era como estar atrapada en una burbuja que me hacía invisible, pero al mismo tiempo era como si estuviese parada frente a un escenario, moviéndome al ritmo de hilos por obra de un titiritero.

Una débil voz me recuerda que aún tengo que volver a casa, pero no quería hacerlo, era demasiado temprano para volver a la oscuridad de aquel lugar, aunque el exterior tampoco se sentía mejor. Al menos aun tenía a las flores, siempre me gustaron, pero por alguna extraña razón estas también se veían tristes el día de hoy.



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En el texto hay: reencarnaciones, drama, promesas

Editado: 09.09.2024

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