Itori: Recuerdos Perdidos

El Tren

El destino parecía acompañarme, aunque en un principio estaba desesperado, personas iban y venían apresuradas, pero por más que lo intentaba no veía a Isalia entre ellos. Después de varios minutos angustiosos sentía la presión sobrepasándome, la idea de que había llegado tarde no dejaba de martillarme la cabeza, en mi agobio atiné a gritar su nombre, gané un par de miradas de reproche por mi acto, sin embargo, eso era la menor de mis preocupaciones. Pero cuando sentía que había perdido la esperanza, la vi, estaba a solo unos metros de distancia parada en medio de la multitud; tomé la señal como parte del destino, pero tan pronto la tuve frente toda confianza se desvaneció de mi cuerpo.

Mi corazón latía al ritmo de una tempestad, todo lo que quería estaba frente a mí, solo unas palabras me separaban de mi objetivo, pero en momentos así envidiaba la seguridad que me proporcionaba el alcohol; una pequeña parte de mí se arrepentía de no haberme tomado el tiempo suficiente para meditar lo que haría. Si tan solo ella no me viera con esos ojos, llenos de miedo y confusión. ¿En verdad me odia tanto?

—¿Qué haces aquí? —dijo nerviosa encogiendo los hombros y cruzando los brazos a la altura de su ombligo.

—Yo...Yo tengo algo que decirte, es importante —respondí en un fallido intento de confianza.

Solo son palabras, no es tan difícil, por qué no puedo decirlo.

—El tren va a partir... Lo siento.

—Espera, realmente tengo que decírtelo, solo necesito un poco más de tiempo, si no te importa... ¿Podría acompañarte en el tren?

—¿Qué? ¿Por qué harías eso? Es una locura, nada de lo que digas me hará cambiar de opinión, no pienso permanecer en este lugar.

—No tienes que preocuparte, esa no es la intención de mis palabras, solo quiero que escuches lo que tengo que decirte, volveré en el primer tren de regreso.

Isalia guarda silencio mientras medita, un tamborileo se hace presente en sus dedos, la lucha interna en ella es casi palpable. Entonces, después de un silencio que esperé impaciente, ella cierra los ojos y exhala cansada.

—Está bien, pero tienes hasta que el viaje termine, una vez que baje del tren no pienses en seguirme.

Y ahí estaba, inseguro de cual sería mi próximo paso. Nos sentamos cerca de la mitad del tren en asientos paralelos. En algún punto el tren empezó su recorrido, pero casi no lo noté debido al caos en mi cabeza, Isalia se concentra en mirar a la ventana, pero incluso así puedo sentir su incomodidad, el viaje era aproximadamente de cinco horas, tenía todo ese tiempo para decirle lo que había planeado.

Dos horas y media pasaron volando y aún no había podido decirlo, lo intenté en varias ocasiones, pero después de algunas frases mi voz se cortaba y tenía que detenerlo, miraba ansioso mi reloj de bolsillo esperando encontrar las palabras adecuadas antes de que se me agotara el tiempo.

—¿Recuerdas cuando éramos niños? El día que nos conocimos.

—Recuerdo que te llamaban cara de sapo —comenta con una sonrisa nostálgica.

—Nunca entendí dicho apodo, no me parezco en absoluto. ¿Acaso es por las pecas? —le pregunto confundido. Isalia me mira tratando de contener la risa pero termina explotando en una carcajada, mi ego un poco herido trató de defenderse, pero volver apreciar su sonrisa disipó cualquier pensamiento. Después de tantos años, la chispa que me cautivó parecía que aun existía.

—Yo solo quería decirte que estoy agradecido, ese día tu...

Un chirrido se escucha desde el frente seguido de un movimiento fuerte que remueve los asientos, algunas maletas terminan esparcidas por el suelo. La sorpresa y el temor se sienten en el aire, la cara de Isalia lo expresa también, algo malo está sucediendo, el tren se llena de murmullos nerviosos, y algunos se aventuran a pararse de sus asientos.

—Descuida, seguro no es nada... —digo con una sonrisa para tranquilizarla, aunque en el fondo soy presa de la incertidumbre al igual que los demás.

La tensión se corta de golpe, el tren acelera sin control, los murmullos se convierten en gritos y la veo por última vez, en ese instante me convencí de que algo no iba bien, mi primer impulso es ir hacia ella, pero antes de que pueda lograr mi objetivo un golpe impacta en mi espalda derribándome, un golpe y luego otro y otro, todo se vuelve confuso y doloroso. Recostado y semi inconsciente trato de abrir los ojos, más poco puedo hacer al respecto y mi cuerpo termina cediendo.

¿Minutos? ¿horas?, no sé cuánto tiempo pasó, muevo lentamente mi cuerpo adolorido que quedó atrapado en parte del asiento, un hilo de sangre fluye por mi pierna y no es el único, los raspones han rasgado parte de mi ropa y en algunas partes se funden la tela con la sangre, pero eso está lejos de ser lo peor, después de varios minutos consigo ponerme en pie y la escena que observo es aterradora, decenas de cuerpos yacen ensangrentados por todos lados, no importa donde mire todo es igual de siniestro. Una sensación amarga sube por mi garganta, solo unos segundos fueron suficientes para derrumbarme, me precipito casi a ciegas moviéndome entre las ruinas, al tiempo que dejo rastros de vómito en el camino. Con las piernas apenas estables y un ardor en el pecho logro mi objetivo, pero esa sensación desagradable no abandona mi cuerpo.

En la oscuridad escucho el llanto de un niño, lo siento acercarse; el lugar es confuso, es frio, pero familiar. La niebla que cubría mis ojos se empieza a disipar develando una escena escalofriante.



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En el texto hay: reencarnaciones, drama, promesas

Editado: 09.09.2024

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