Itori: Recuerdos Perdidos

Un futuro incierto

Sus ojos permanecieron fijos sin casi a penas parpadear, incluso llegando a iluminarse por el brillo de las lágrimas que contenía. Mas de veinte años habían pasado desde la última vez que hablamos; ninguna de las dos era la misma de aquel entonces, aún así sentí un ligero toque familiar entre nosotras. Y por un instante, me pregunté cómo habría sido envejecer si mi vida anterior no hubiese terminado abruptamente.

­—No eres lo que se dice en las calles, ninguno de ustedes lo es —dije conteniendo un nudo en la garganta al tiempo que sentía la presión de mi propia hipocresía.

—No, tal vez soy incluso peor —comentó con ironía y cierta tristeza—. Mis visiones nos llevaron hacia una guerra, creí que ver el futuro sería suficiente, pero mi epifanía duro muy poco. Tengo miedo de si seremos capaces de sobrevivir, todo lo que veo ahora es muy confuso que no sé si estoy haciendo lo correcto. Pero... No puedo equivocarme —suspiró con la voz quebrantada.

—El futuro siempre será un caos imposible de dominar completamente. La mayoría estamos ciegos frente a ello, pero tú tienes una lámpara que te ayuda a ver el camino.

—Si, lo sé, la magia que reside en mí y la que soy capaz de controlar es minúscula comparada con la que hay afuera, no obstante, eso no impide que me sienta culpable, llevo atrapada un mes en este lugar, mis visiones no cooperan para encontrar una salida sin perder a más compañeros, ellos ya han hecho demasiado.

—Puedo pedir ayuda —digo decidida.

Ella esboza una mueca y niega con la cabeza.

—No es tan sencillo. Vaya a donde vaya ellos nos están esperando, es como si pudieran predecirlo; lograron aislarnos de los demás, ahora solo es cuestión de tiempo para que nos encuentren. Pelear viendo el futuro es una gran ventaja, gracias a eso logramos grandes progresos al inicio, pero si el enemigo tiene la misma o una habilidad similar todo se complica, mis visiones tienden a ser más claras cuando estoy cerca del lugar que necesito ver, hacerlo desde lejos es difícil, tendría que forzar un vínculo especial, pero no lo he logrado hasta ahora.

—¿Entonces que harás? No puedes quedarte aquí.

Gia encogió los hombros y suspiró: Huir es todo lo que nos queda.

—Tuve una visión antes de que llegarás, tal vez encontremos una salida —comento con un pequeño brillo de esperanza.

—¿Por eso permitiste que fuéramos al frente?

Gia negó suavemente y agregó: Sucede algo extraño cada vez que intento ver tu futuro, es como si estuviera cubierto por una niebla espesa, si fuera tú no haría ese viaje.

—¿Eso es algo malo? —pregunté entre intrigada y asustada.

—No lo sé, una vez tuve una visión hace 20 años, era extraña, pero no le presté importancia, luego me arrepentí, definitivamente creo que algo raro está pasando contigo, con ustedes. Sin olvidar que hay una guerra librándose alrededor, así que, por supuesto que es una mala idea, no deberías de correr tantos riesgos.

—No tengo muchas opciones. Henry irá incluso si yo no voy. Él y yo estamos metidos en todo esto, no puedo dejar que vaya solo. Tal vez tenga una oportunidad, y los dioses se apiaden de mí.

—¿Realmente crees en eso? —preguntó con genuina curiosidad.

Negue en silencio sin ánimos de agregar nada más, tenía muy poco por lo que agradecer a los dioses, por el contrario, veía mi vida más como una maldición que algo por lo que sentir gracia.

Henry esperaba impaciente el amanecer desde un rincón, no había vuelto a pronunciar palabra, aunque la ansiedad porque llegará el momento era más que evidente en él.

Henry no era Daniel, ni siquiera se parecían físicamente. Sabía que a Henry no le agradaba demasiado, y su poca paciencia hacia mí desaparecía ante el más breve exabrupto, creo que habíamos mejorado un poco, pero no lo suficiente para confiar plenamente en el otro. Daniel corrió atrás de mí en el tren, recuerdo sus ojos tristes de aquel día pidiéndome en silencio que no lo abandonara, intenté mostrarme valiente frente a él, aunque en mi interior estaba al borde del llanto. Si yo me hubiese mantenido fuerte y no hubiera permitido que subiera conmigo nada de eso habría pasado, probablemente no habría cortado su vida de esa manera, seguro sería más feliz.

—¿Te encuentras bien? —le pregunté sentándome a su lado.

—Está apunto de amanecer —dijo con la mirada en el horizonte.

—Relájate un poco, todo estará bien, llegaremos a tiempo —puse mi mano sobre su hombro.

Henry se incorporó rápidamente como un resorte ante el primer rayo de sol, Sybel y Zayr se levantaban perezosamente mientras escuchaban las indicaciones de Gia.

Y después de una larga noche finalmente había llegado el momento de partir.

Gia nos dirigía una mirada de preocupación desde la distancia, me acerqué para despedirme de ella con un abrazo.

—Ten mucho cuidado —me susurró al oído

—¿Viste algo? —pregunté intrigada.

Ella lo negó, pero balbuceo: es algo diferente.

De pronto sentí una inquietud en el pecho, por un instante me sentí aterrada y fui incapaz de dar un paso.

—¡Tay! —gritó Sybel, alentándome a ir hacia ella con un gesto de su mano.

Caminé hacia ella con torpeza tras tomar mi bolso del suelo.

—¿Te sucede algo? —preguntó como un comentario mientras revisaba un viejo libro con varios mapas.

—No, no pasa nada —dije recobrando el aliento, pero con una sensación extraña en el pecho.



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En el texto hay: reencarnaciones, drama, promesas

Editado: 09.09.2024

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