Ambos continuaron avanzando en silencio a través del bosque. Iluminándose con su espada y la luz de la luna, que para ese momento estaba ya en su punto más alto.
Naín se apresuraba a abandonar el bosque lo más pronto posible. Las mismas figuras que habían visto hacía un rato comenzaban a tener más confianza y se les acercaban cada vez más. Lo que ponía a Naín un poco nervioso. No estaba muy seguro de lo que eran; si supiera que se trataba de un mapache o una ardilla curiosa, entonces simplemente seguiría caminando sin prestarles atención. Pero estas cosas parecían tener más inteligencia que un animal.
Cerca del amanecer, Naín optó por preguntarle a Gera si había estado viendo lo mismo que él o si tan solo su imaginación le había estado haciendo ver cosas raras, aunque dudaba esto último.
—Gera—dijo—habías notado que…
—Algo nos sigue—interrumpió Gera—, creí que era solo mi imaginación.
—Desde que vimos aquel extraño animal, pero quizá no sea un algo sino un alguien.
Gera tragó saliva, nervioso.
—Te refieres como a... ¿un malak?
—No lo sé—comentó Naín con un suspiro—, pero quisiera salir de este lugar lo más pronto posible.
—Sí—coincidió Gera—solo hay que tener los ojos bien abieeee…
Lo siguiente que pasó fue tan rápido que Naín no tuvo tiempo de reaccionar.
Cuando se volvió para mirar a su amigo, éste ya no estaba, su voz se oía bajo la tierra, como si ésta se lo hubiera tragado.
— ¡Gera!—llamó Naín, buscándolo por todos lados.
— ¡Cuidado!—Lo advirtió Gera—hay un hoyo enorme aquí.
Naín se puso a gatas e iluminado por su espada pudo ver el tremendo agujero donde su amigo había caído.
El pozo era profundo, como de unos cuatro metros y perfectamente cuadrado.
De no ser por la luz que llevaba, habría creído que el pozo era más profundo, pues estaba tan oscuro como la boca de un lobo.
—Gera ¿estás bien?
—Sí, estoy bien, caí sobre algo blandito ¿Quién rayos habrá puesto este hoyo aquí?—preguntó molesto.
Naín se preguntaba exactamente lo mismo, pero no le respondió a Gera, estaba ocupado mirando las cuerdas reventadas que anteriormente habían sostenido una cama de hojas sobre el pozo.
—Es una trampa—concluyó—. Tal vez haya cazadores por aquí cerca.
—Oh genial.
—Buscaré algo que nos pueda ayudar.
Naín se alejó en busca de alguna rama resistente que pudiera usar. Con su afilada espada cortó un trozo de una que parecía ser de sauce y fue de nuevo a donde Gera estaba.
—Agárrala bien compadre—Le dijo Gera—, no quiero darme otro guamazo.
Aferrándose a la rama, Gera empezó a subir poco a poco mientras Naín soportaba su peso.
No lo parecía al principio, pero Gera era muy pesado, Naín estaba deseando que se apresurara. Cuando vio que ya le faltaba poco para salir se sintió aliviado, sin embargo, Gera se quedó a un paso del borde del pozo.
— ¿Qué pasa compadre?—preguntó Naín.
Gera no escuchó la pregunta de Naín, estaba petrificado, mirando hacia arriba, hacia las copas de los árboles.
— ¡Gera! Reacciona compadre, estas muy pesado, ¿Qué sucede?
Clic, clic, clic.
Naín guardó silencio. Otra vez estaba ahí ese sonido, de pronto todo se quedó callado.
Clic, clic, clic.
Instintivamente, Naín miró hacia los árboles, pero no había nada ahí, nada, ni siquiera el viento se movía por el bosque.
Clic, clic, clic
—Naín—susurró Gera—sobre los árboles.
Con un poco de dificultad, Naín giró su cabeza y pudo ver lo que Gera, y entendió por qué su amigo se había quedado petrificado.
Eran más de los que podrían manejar, lo supo con un solo vistazo. Eran cientos de destellos rojos que parpadeaban furiosamente, Naín ya sabía lo que esos destellos significaban; aún tenía pesadillas con esos ojos anormales en el rostro de Darcón.
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Editado: 02.03.2018