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Era un plan muy rústico. No siempre podían evitar que las criaturas recuperaran su cabeza de vez en cuando, sin embargo, si seguían atacando así, el plan llegaría a funcionar. A Gera le hubiera encantado encontrar otra manera más eficiente de acabar con ellas, pero a falta de opciones, continuó atacando, con todo y el brazo adolorido.

Naín comenzaba a ceder su terreno un poco, el brazo le dolía y ya estaba cansado. Cambió la espada de mano y siguió luchando, acababa de hacerlo cuando de pronto Gera se plantó delante de él, alzando su espada lo más alto que su brazo le permitía. Una cegadora luz nació en su espada y se extendió por todo el bosque, las bestias chillaron de terror mientras se cubrían sus ojos, y luego, todas ellas se desvanecieron, convertidas en fino humo que el viento no tuvo problema en llevarse.

Naín cayó de rodillas, exhausto.

—Gracias Gera—susurró.

— ¿Cómo dices?—preguntó Gera a su lado.

Naín miró a su izquierda, ahí estaba Gera, mirando con el ceño fruncido al joven que tenían delante. Naín estaba confundido, si Gera no los había salvado, entonces ¿Quién?

El misterioso visitante seguía de espaldas a ellos, con la espada en alto. Poco a poco la luz fue atenuándose, hasta que se extinguió por completo. El extraño guardó la espada en su funda y se giró.

Después de todo el bullicio que se oyó durante la pelea en el bosque, una increíble calma y silencio reinaron en el lugar.

Gera y Naín se voltearon a ver confundidos, sin saber lo que acababa de ocurrir y luego penetraron con sus miradas al extraño joven que les sonreía muy amistosamente.  

—Órale—dijo Gera entre dientes.

El joven dejó que Naín y Gera digirieran lo que acababa de suceder y que, de paso, notaran la armadura de fuego que traía encima, eso sería suficiente para hacerles saber que se trataba de un amigo.

—Menuda batalla han tenido ¿eh?—les dijo con una sonrisa en los labios.

— ¿Quién eres tú?—pregunto Gera.

—Oh sí, lo siento, mi nombre es Corbán, guardián de la puerta este del segundo Hieron.