Era veinticinco de diciembre y los rebeldes, Jack, Anastasia y Ace se habían reunido para festejar en el gimnasio de Bob, aprovechando que él aún continuaba de viaje. «¿A dónde se habrá metido ese hombre?», pensó Jack la última vez que le preguntó a Ace por el amigo de este.
Había pasado más de un mes desde la batalla contra King y se podía decir que las cosas empezaban a estar más tranquilas.
Al menos, entre ellos.
Estuvieron trabajando día y noche, pero los asuntos en la ciudad seguían descontrolados. El alcalde había desaparecido sin dejar rastro, por lo tanto, el segundo al mando tuvo que tomar el cargo casi de apuro. Algunos rebeldes se habían hecho responsables de la policía, patrullando las calles y arrestando a quien encontraran cometiendo algún delito, pero aún no se elegía un capitán. La jefatura era tierra de nadie. Jack tenía muchas preocupaciones en su cabeza.
No hacía mucho tiempo atrás, había empezado a planear la construcción de la nueva casa Clover y el levantamiento de la librería. Necesitaría invertir mucho tiempo y dinero, del cual no disponían. Eso lo dejó sin ánimos. Aparte de eso, también debía resolver el tema de su madre.
Por el sueño que Jack tuvo unos meses atrás, sabía que necesitaba ir a Oldville para seguir su rastro, como ella le había ordenado. Quería contarles sobre sus planes a sus amigos para saber su opinión al respecto. Sin embargo, esperó hasta que el último de los rebeldes se marchara para hablar con ellos. No quería arruinar el momento tan ameno que habían generado.
Cuando la charla comenzó, estaban sentados junto a la chimenea, al lado de un pino decorado y comiendo unas galletas horneadas por el mismo Ace.
—Quiero ir —admitió Jack—. Sé que no puedo abandonar la ciudad, pero si existe la mínima posibilidad...
—Lo entendemos, Jack —lo tranquilizó Anastasia con una sonrisa.
—Entonces, me iré —dijo agradecido.
—No, no te irás —le advirtió.
—Pero si acaban de decir...
—No te irás solo. Iremos contigo —terminó Ace.
—¿Lo dicen en serio? ¿Qué hay de la ciudad? No podemos abandonarla así como así —admitió.
—Se nos ocurrirá algo. Por ahora, concéntrate en estas deliciosas galletas preparadas por este gran hombre —repuso Ace, llevándose una a la boca.
—Aún me incomoda verte de delantal —comentó con una sonrisa. Él contestó algo, pero con la boca repleta de comida masticada, apenas se le entendió.
La calma no les duró mucho.
Casi enseguida de terminar de comer, escucharon un ruido en la entrada, como si hubieran abierto la puerta de una patada. Se levantaron de inmediato, tomaron sus armas, Jack hizo aparecer las suyas, y corrieron para ver qué ocurría. Encontraron una mujer tan joven como Jack, de baja estatura, con gran busto, pelo castaño y unos ojos azules como el extenso océano. Vestía con un vestido bordo y un collar de diamantes con forma de calaveras.
—Vaya. No me esperaba esto —murmuró Ace, guardando su escopeta.
—¿Qué hace ella aquí? —musitó Anastasia, enojada y apretando con más fuerza la empuñadura de las dagas.
—¿Quién eres? —exigió saber Jack.
La muchacha sin decir una palabra se acercó él, tan rápido que apenas pudo pestañear, tocó sus armas con la punta de sus dedos y Evelyn y Crystal desaparecieron de sus manos. Se paró en puntas de pie, llevó sus manos a la nuca de Jack, lo atrajo hacia ella y le estampó un largo beso. Paralizado y cautivado por el agradable olor a jazmín que despedían los labios de la muchacha, no pudo rechazar la calidez de su contacto.
—Apártate de él, bruja —bramó Anastasia, tirando del brazo de Jack.
Ace no tuvo la misma reacción, más bien la contraria. Se descostilló de la risa.
—¡Alguien me puede decir qué mierda está pasando! —pidió Jack, limpiándose la saliva de los labios.
—Es su hija, Jack. La única hija que tuvo —murmuró Anastasia, sin apartar la vista de la muchacha de baja estatura. La miraba con furia en los ojos.
—¿La hija de quién?
—De Muerte —respondió—. Es la hija de la muerte.
La muchacha le enseñó una sonrisa haciéndola ver como una niña inocente e, ignorando por completo a Anastasia, dijo:
—Un gusto conocerte por fin, Jack Clover. Mi padre me ha hablado mucho de ti. —Lo saludó estrechando su mano y agregó—: Me llamo Limbo.
Nota del autor: Muchas gracias por llegar al final de esta obra. Me gustaría saber qué te ha parecido y qué esperas de la segunda parte. Reina de Sangre - Escalera Real II, la continuación de esta novela, será subida dentro de un mes, pero pueden encontrarla y leerla ahora en mi web: https://www.hediwild.com/misnovelas/reinadesangre/
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Editado: 08.01.2021