Ese mismo día más tarde, Alex ya estaba cansado de esperar y aún si faltaba un día para ver a Jamie, había aprovechado eso para encontrar a Cross. No aceptaría otro no de su parte.
En la tarde alrededor de las 13:30 PM. cuando llegó, Betty, como no podía ser de otra manera, se sorprendió de verlo allí. Ella apenas si por educación, dibujo la mueca de una sonrisa algo incómoda.
—¿Qué hace aquí, doctor, no debería ver a Jamie hasta mañana?
—Sí, Betty, pero en esta ocasión no he venido a verlo a él —respondió Alex viendo por sobre su hombro, el pasillo que llevaba al comedor.
—Ya veo... —dijo pendiente de la acción del psiquiatra—. Vino fuera de día y horario porque sabe que el chico estará ocupado.
—Sí, vengo a ver a Cross y, casualmente, él parece nunca estar aquí los días que debo venir por Jamie.
—Pero no sé si el director podrá verlo ahora, ha estado muy ocupado. —Se apresuró a decir Betty. Con un tono que se presumía nervioso.
Betty era la clase de persona que prefería callar, una persona a la que las mentiras no se le daban bien.
»Si me da un momento, veré si él está disponible.
Smith solo asintió porque ya conocía la respuesta que recibiría y también porque sabía que eso no le impediría exigir respuestas.
»Claro, se lo diré —dijo ella al colgar el teléfono—. Lo siento, doctor, pero el director no... Doctor, espere... ¡Doctor!
Betty salió de detrás de la barra en recepción repitiendo frases para detenerlo, mientras perseguía a Alex por el pasillo. Su tono de voz elevado llamó la atención de los pacientes que se asomaron a sus rejas. Ellos parecían no creer lo que veían y hasta lucían asustados por lo mismo. La tranquilidad a la que se habían habituado bajo la dirección de Cross, había sido interrumpida y eso los ponía muy nerviosos.
—Lo siento, Betty, pero ya fui demasiado paciente. Necesito verlo —declaró Alex sin detenerse.
—Pero, doctor, por favor. Me causará muchos problemas.
Smith hizo caso omiso a las palabras de la mujer y con el mismo ímpetu que llegó al despacho, abrió la puerta para quedar enfrentado a Cross, sentado tras su escritorio y tras ver aquello, de mirada incrédula. Betty a un lado de la puerta, solo atinó a disculparse con su jefe.
»Intenté detenerlo, pero él no quiso oír razones.
Cross le sonrío y elevó su mano derecha para calmar la situación. Recuperando en el mismo momento, su propia compostura.
—Descuide, Betty, déjenos solos, por favor.
—Como usted diga —respondió ella al cerrar la puerta y según su expresión, permanecer preocupada.
—Bien... Ahora que estamos solos, tome asiento, Smith.
Alex obedeció, cuando además, permaneció en su actitud nada cordial. El doctor estaba decidido a averiguar eso que todos menos él parecían saber.
»Bien... Después de acelerar peligrosamente el corazón de una mujer mayor con su tempestuosa entrada, ¿me dirá a qué debo el placer? —Cross lo miró buscando señales y prosiguió—: Quiero creer que usted es hombre inteligente y ya sabe, hace mucho tiempo que usted atentó contra su buena fortuna. Espero que tenga una excelente razón para esto.
—¿Qué significa eso?
—No me corresponde a mí decirlo. —Cross tomó su cajetilla de cigarrillos desde el primer cajón del escritorio.
—¿No le parece demasiado cínico esperar que crea que usted no me debe ninguna respuesta?
—¿Y a usted, doctor... no le parece todavía más cínico hacer esa pregunta?
Alex no respondió.
«¿Acaso Jamie le contó que le permití cruzar la barrera de lo personal? —pensó—. ¡Estúpido! ¿Por qué él no iba a tender una trampa para deshacerse de mí al igual que lo hizo con los demás?»
»¿Qué? ¿Me dirá que pensó: yo no iba a descubrirlo? Es una pena que no fuera capaz de verlo antes. Nada que suceda aquí escapa a mi radar.
—Jamie se lo dijo —pronunció Alex cabizbajo.
Él estaba defraudado, pero para nada podía estarlo de su paciente. Aquello, extrañamente y a su pesar, solo le causaba orgullo. Después de todo, había encontrado la manera de engañar un psiquiatra más. Ahora podía preocuparle un poco menos el inevitable desenlace porque Jamie había extendido su propio tiempo.
—No, el chico no dijo nada. Parece que lo aprecia demasiado para perjudicarlo —dijo Cross sonriente—. Fue usted mismo quien expuso su absoluta falta de profesionalismo.
Alex lo observó pensativo. Esperando quizás, que la expresión o los ojos de Cross pudieran hablarle de aquel error que él no recordaba haber cometido.
»Definitivamente no sé qué ve él en usted. Por alguna razón, el chico parece sentirse identificado. —Cross volvió al primer cajón y sacó una grabadora igual a la utilizada por Alex para grabar las sesiones.
«No hay dudas, Alex. Si alguien no es un fenómeno, a usted no le interesa».
«Jamie, ya fue suficiente».
«Qué carácter, Míster Hyde».
«No estás permitiendo que haga mi trabajo, ¿cómo crees que afectaría mi reputación esta conversación?»
«De mi boca nadie sabrá nada y tomando como antecedente que ya supo apagar la grabadora una vez evitando grabar mi confesión, no veo por qué no podría borrar la cinta de esta. Sería lo mismo, ¿no?»
»¿Necesita escuchar más? —cuestionó Cross deteniendo la grabadora. Alex negó con su cabeza—. Le voy a dar un consejo, nunca cometa un crimen, Alex. Para cuando resuelva darse a la fuga, ya estará tras las rejas. Si se pregunta cómo, fue muy fácil. Mientras la cinta esté unida y sana, solo hace falta un objeto que corresponda tamaño del carrete. Desde allí, para recuperar la grabación, solo se necesita un movimiento de rebobinado manual y mucha paciencia.
Alex pensó en esa curiosa elección de palabras: «Darse a la fuga... ¿Por qué diría eso?» Y preguntó lo único lógico en aquella situación.
—¿Qué sucederá conmigo? ¿Me despedirá o me denunciará?
—No, no, nada de eso. Puede estar tranquilo. —Cross quitó el casete, la cinta de su interior y luego de prenderle fuego con su encendedor, la arrojó a consumirse dentro de un tacho de basura vacío—. Yo nunca trabajé con amenazas. Esas son estrategias que le corresponden a él.
Editado: 29.11.2020