Jenna. La lucha por Crisantemo.

.El acuerdo de los 4 reinos.

A medida que avanzaba la noche, Jenna no podía cerrar los ojos, atormentada por la figura enroscada de la Sarrácia, una criatura que parecía encarnar todas sus pesadillas. Su desconfianza hacia Brais, su compañero de fuga, solo aumentaba su inquietud.

En cambio, la mente de Brais merodeaba en Crisantemo, el rey y la mujer de piedra.

Jenna observaba el pequeño bolso de Brais, imaginando que podría ser un morral mágico. Sin embargo, cuando él sacó un enorme y grueso libro, se dio cuenta de que la mochila pesaba poco en comparación con el tamaño del libro.

Su mirada curiosa exploraba el rostro del joven del que aún no sabía nada. Sus ojos recorrían desde la forma triangular de sus cejas hasta su cabello castaño, un poco largo y sujeto en un moño desordenado. Cuando Brais giró la cabeza, Jenna notó cómo las brasas revelaban tres pequeños tachones debajo de cada pómulo.

Su atención se desvió al escuchar un extraño aullido, uno que no pertenecía a ningún animal conocido de su mundo. Brais, sin prestar atención al sonido, apartó unos molestos mechones de su oreja y continuó leyendo. Jenna lo observó por encima del fuego y, decidida, decidió acercarse a él.

— ¿Y eso? —pregunta después de observar los extraños dibujos.

—Un unicornio.

Ella planea golpearlo, pero Brais se resigna a explicarle para tener su mente distraída de los sonidos del bosque.

—Contiene la fauna conocida cerca de los parámetros de Crisantemo. Este bosque es tan grande que abarca los cuatro reinos... lo que es conveniente ya que ninguno tiene dominio dentro de él, por lo que ninguna orden real pueda ser acatada.

«Lo que significa que matar y violar está permitido.» Aunque fue broma, ese pensamiento le produjo cierto escalofrío a Jenna.

—Si algún reino llega a desobedecer el tratado de no profanar el bosque, los otros reinos tendrán el completo derecho de tomar con violencia dicho reino. Es para demostrar que aquello que nos une no puede ser de ninguno.

Un silencio envolvió el lugar. Brais se encargó de responder a una pregunta que Jenna aún no se había formulado: ¿por qué los soldados no los habían seguido hasta el bosque?

Mientras Brais se sumergía en su lectura, observando atentamente el retrato sombrío de un felino helado, Jenna luchaba contra su orgullo.

—Yo... —su voz sale temblorosa, casi forzándola a no decir lo que se propone—. Gra... Gracias.

Brais cierra el libro de repente y la mira con una expresión asombrada, él sabía muy bien a lo que se refería pero aun así no dejaría escapar la oportunidad de ver como la chica machaca su orgullo.

—Por... salvarme.

— Te dolió ¿no es así? —Brais mofa recibiendo una mirada furtiva de Jenna—. Eres la única esperanza para Crisantemo, no dejaría que algo malo te pasara.

Jenna se conmovió, pero la pequeña sonrisa se borró cuando Brais volvió a abrir la boca.

—Ya que Galeck se encargará de matarte.

Y sonríe, a pesar de que Jenna quedó en shock.

Minutos después, Jenna arrojaba hojas y tierra a la fogata, con la esperanza de que el cansancio la venciera o, al menos, de despertar del estado en el que se encontraba.

—Tienes preguntas —afirmó Brais.

Jenna se mordió el labio inferior. Por supuesto que tenías preguntas, no una, sino cientos.

—Lánzalas.

Recordó su conversación con la costurera.

—El príncipe Lyssandro.

—¿El príncipe? —una sonrisa burlona acaparó su rostro y con picardía pregunto: —¿Por qué el interés?

La chica hizo una mueca.

—No lo sé, desde que llegué es lo único que escucho. El príncipe Lyssandro esto, el príncipe Lyssandro lo otro.

Brais sigue sin poder creer que Jenna esté preguntando por él. No parecía ese tipo de chica, la hacía con más cerebro para no dejarse encantar por la reputación del futuro rey.

—Bueno, pues él...

—Si lo tuviera en frente le partiría la nariz.

Abrió los ojos.

—¿Cómo? —no pudo evitar preguntar, esta situación lo estaba divirtiendo demasiado, nunca escuchó a alguien declarar su desprecio al príncipe tan abiertamente.

—Es un imbécil, prepotente y arrogante, y estoy a esto —juntó sus dedos con un diminuto espacio de separación— de pensar que es misógino.

—No lo conoces.

—No me hace falta, tengo sentido común —le lanzó una mirada de suficiencia.

—Tienes razón —dijo él—. Siempre lo tuvo todo en bandeja de oro. Creo que eso le subió el ego por ser considerado el más guapo del reino.

Jenna descoció una carcajada tan peligrosa, que Brais la tuvo que callar para que los animales no se acercaran.

Una vez que el tema quedó resuelto, el silencio regresó, cargado de una incomodidad que Brais percibió de inmediato. Tras leer en silencio un poco más, finalmente la miró, visiblemente fastidiado.

— ¿Quieres saber más sobre ese horrendo jardín?

Jenna asiente.

Brais respira profundo y deja el libro de lado.

—Las estatuas que vistes eran personas. Personas vivas —Jenna por un momento duda si seguir escuchando—, no sé qué tiene esa parte del bosque, pero cuando una pareja pasa la noche ahí se convierten en piedra.

— ¿Cuándo dijiste que no querías arriesgarte a que te referías?

—Ese jardín captura las almas que están "destinas" a estar juntas —hace comillas en el aire y su voz de pronto se sintió cargado de veneno.

A Jenna eso le pareció estúpido.

—Sé lo que piensas; yo también comparto ese sentimiento, pero el bosque no. No importa si conoces a esa persona, si deseabas a alguien más, o si simplemente se encontraron por casualidad. No importa si quieres pasar la eternidad con esa persona. Al bosque simplemente no le importa.

—Hablas de él como si tuviera vida propia.

—Porque así es.

Jenna no pudo guardarse el «Waao»

—Es una de las tantas formas de suicidarse.

«Doble ¡Wow! por el pensamiento tan profundo», pensó al instante. Sin embargo, al darse cuenta de que Brais no esperaba que la escuchara, se levantó apenada y se acomodó al otro lado de la fogata. Se esforzó por cerrar los ojos, esperando despertar de este mundo y poder contarle su pesadilla a su hermana, ir con Rafa y continuar con su vida.



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En el texto hay: fantasia, romace, maravillas

Editado: 29.09.2024

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