Estaba en mi cama boca arriba, habían pasado tres días desde el incidente en la escuela y, a pesar del diagnóstico que mi tío nos dio, mis padres decidieron que me quedaría en casa por un par de días más, solo para “estar seguros que no es nada”, aunque de igual manera mañana regresaría a la escuela, porque lo que mi tío dijo era que yo estaba en perfectas condiciones y, no se explicaba cómo fue que sucedió todo ese embrollo.
Me pongo de pie y, hago una coleta alta en mi cabello, me encamino directo a la cocina para desayunar cualquier cosa que mi nevera disponga, al llegar a esta veo que sobre la cafetera hay una hoja de papel partida por la mitad, la tomo comenzando a leer que las palabras escritas en tinta con una letra impecable, se notaba que era de mi madre.
Buenos días hija.
Te deje el desayuno sobre la estufa, solo necesitas calentarlo. Hoy tendrás que almorzar sola, porque tu padre estará en una reunión y, yo tengo que entregar unos archivos así que procura comer bien. Nos vemos en la cena.
Por cierto, en la madrugada antes de que yo me fuera un muchacho de ojos verdes vino a la casa y, pregunto por ti, dijo que era tu amigo y, parecía bastante preocupado por ti, pero como estabas dormida no te avise, de todos modos, le dije que mañana ya irías a la escuela, con eso se fue para tomar el autobús.
Me gusta que estés haciendo más amigos.
Besos y, abrazos.
Mamá.
- ¿amigo? ¿Cuál amigo? La única amiga que tengo es Tama… será que… no, no puede ser. – niego y, dejo esos pensamientos de lado y, me dispongo a comer el desayuno que mi madre dejo para mí.
Luego de comer subo a mi habitación y, me doy una ducha, luego de salir en vuelta en una toalla me quedo de pie frente al espejo de cuerpo entero de mi habitación, miraba mi cuello, mis brazos, los lugares donde se supone que debería tener marcas de lo que paso, pero no importa en qué ángulo me ponga en mi piel no hay absolutamente nada, no es que me queje de no tener cicatrices, pero no le quita el hecho de que es raro no tenerlas luego de haber arañado con tanta fuerza como lo había hecho.
El día paso más rápido de lo que pude haber imaginado, al final, cuando estás sola en casa te diviertes, pero el tiempo se va volando, de todos modos disfrute este día ya que me sentí completamente normal, nada extraño sucedió, no vi cosas, mi cuerpo no tuvo ningún repentino dolor, fue un día como cualquier otro en mi vida, espero que el día de mañana siga de esta manera y, que lo que paso solo haya sido algo… pasajero.
Muevo mis pies bajo la mesa haciendo un sonido con mis zapatos, veo por décima vez el reloj sobre la pared frente al comedor viendo como la manecilla se mueve un espacio más dando así las siete y media de la noche, suspire profundo y, me dispuse a dejar la mesa, era obvio que tardarían más de lo que parece, aunque eso ya no era nada extraño para mí. La casa verdaderamente es silenciosa cuando solo estoy yo, pero no sé porque aún no me acostumbro, han pasado ocho años, la verdad es que el silencio debería ser algo normal para mí, pero es todo lo contrario, ente más pasa el tiempo más largo siento la espera para que el sonido regrese, mis pasos se detienen justo enfrente de una repisa en uno de los costados de la chimenea y, aprecio como cada vez que me quedo sola las fotos sobre esta, como extraño lo ruidosa que podía llegar a ser esta casa en esos días.
Estaba harta de sentirme de esa manera tan melancólica que suele ser usual en mi la mayoría del tiempo y, comienzo a caminar por el bosque sin importarme cuan oscuro este se encuentre, porque aunque no pueda ver con claridad el camino bajo mis pies estos lo conocen de memoria y, me guían directo al lugar que se ha vuelto un espacio para poder despejar mi mente, donde el silencio ahí es totalmente opuesto. Me detengo en seco cuando frente a mí se haya el acantilado al que siempre vengo con mis primos ya que este por primera vez no se encuentra solo, hay una persona sentado al borde de este viendo hacia delante, por lo lejos que estoy no puedo definir quién es, pero la curiosidad me gana y, camino tratando de ser lo más sigilosa posible hasta que quedo detrás de unos arbustos a una distancia prudente. Estando de cuclillas achino mis ojos tratando de ver mejor de quien se trataba en eso veo que guía sus manos a los bolsillos de su chaqueta sacando lo que parece ser su teléfono celular y lo desbloque, en ese instante con la fuerte luz del teléfono logro distinguir mejor su rostro.
-Allen – digo sin darme cuenta que hablo en voz alta, de inmediato gira su rostro en mi dirección, abro los ojos como platos y, sin delicadeza me tiro al suelo.
¿Será que me vio?
¡Claro que me vio! ¡Yo y mi inmensa bocota!
Con una mano en mi boca levanto mi cabeza por encima de los arbustos para ver si continua ahí, pero el parece haberse ido.