Joy

Capítulo I. Una vida injusta.

— ¿Por qué lloras amor? —me preguntó tomándome de la mano.

— No quiero irme, no quiero perderte, quiero estar a tu lado. —respondí.

— Tienes que irte, pero cuando vuelvas te estaré esperando. —me dijo mientras una sonrisa se dibujaba en su rostro.

Tres años antes…

— ¡Por qué carajos te mueves soldado!  —Me gritó el instructor dándome un puñetazo en la boca del estómago.

Al sentir el fuerte golpe que me había dado el instructor me doble hasta quedar de rodillas, no podía respirar, intentaba jalar aire pero me era imposible.

— ¡Levántate hijo de perra! —me gritaba.

¿Qué diablos hago aquí? Me hacía esa pregunta frecuentemente todas las veces que sentía que este trabajo no era para mí, pero no tenía otra alternativa más que soportar todo, no quería decepcionar a mis padres, habían gastado mucho dinero para que yo pudiera causar alta y no los defraudaría desertándome. Como pude me puse de pie solo para que el instructor me volviera a golpear aún más fuerte y volviera al suelo.

— ¡Desértate hijo de tu puta madre! —me gritaba mientras me pateaba estando tirado en el suelo.

 

Un año más tarde…

Estoy sentado en el borde de la cama, mi vista está perdida en el suelo, siento muchas ganas de llorar ¿Por qué yo? Me pregunto mientras se escapan mis lágrimas.

— Lo siento mucho muchacho, tienes que ser fuerte. —me dijo un doctor.

Me siento deprimido, la noticia que me dio el doctor acabó con todas mis ilusiones ¡no es justo! tengo tan solo 19 años, no merezco morir así. El rumor de mi enfermedad se ha corrido por todos lados, la mayoría de mis compañeros evitan estar cerca de mí, ellos suponen que tengo SIDA y no los culpo, sé que tan animales pueden llegar a ser.

Mi novia quien decía amarme con todas las fuerzas de su corazón me ha abandonado ni siquiera tuvo la cortesía de decírmelo en la cara, lo hizo a través de este trozo de papel que mantengo apuñado.

Mi mundo se ha desmoronado, tengo una enfermedad que me da miedo, pero que ya no me importa. Mi cuerpo cada día se debilita, no quiero seguir dando lastima, solo quiero dejarme morir y que todo esto termine de una vez por todas. Llevo días en el hospital, los únicos a quienes en verdad les importo son mis padres, ellos han estado día y noche pendiente de mí y aunque ya están viejos siguen cuidándome.

— Mi amor tienes que luchar hijo. —me decía mi madre con lágrimas en los ojos mientras me tomaba de la mano. Mi padre quien siempre ha sido de carácter fuerte abrazaba a mi madre y noté que sus ojos estaban llorosos.

— Señores míos, con la pena del mundo pero a este muchachón lo está esperando la doctora Gladys, así que se los quitaré unos minutitos y luego se lo regreso. —dijo una enfermera.

La enfermera me llevo al consultorio de una doctora, creo que después de mis padres la enfermera era una de las personas que no me veía con lastima o tal vez no con tanta como lo hacían todos los demás.

 

En la consulta…

La doctora reviso todos los estudios que ya me habían hecho y me dijo que había tratado a otros pacientes con la misma enfermedad que yo tenía, menciono que el tratamiento para esa enfermedad era bueno y mis probabilidades de sobrevivir eran más del 85%. Las palabras de la doctora fueron la felicidad para mis padres cuando se las hice saber, pero no era mi felicidad.

Mi tratamiento inicio el día 14 de octubre, justo el día del cumpleaños de la enfermera que me atendía.

— ¡Ey! Soldado que esperas para darme mi abrazo y felicitarme por mi cumpleaños. —me dijo la enfermera sonriente mientras me alistaba para unos análisis que me iban a practicar.

Obviamente no podía hacer lo que la enfermera me estaba pidiendo, no tenía fuerzas para nada, sentía que los ojos se me cerraban poco a poco. Pero alcance a ver cuándo la doctora entro.

— Tienes que salir de aquí Joy. —escuche a la doctora decirle a la enfermera…



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En el texto hay: pasion, romance, amor

Editado: 26.10.2021

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