El silencio que siguió no duró mucho, no más que el silencio que sigue a un comentario difícil, pero a Bella le pareció una eternidad. Nunca había hablado a nadie de Charles. Nunca había hablado a nadie de un matrimonio que había durado menos de ocho horas.
Se apartó del lado de Leonardo.
—¿Adónde se fue a vivir después de que cerraran el orfanato, señora Bishop?
—preguntó, tomando las riendas de la situación—Sé que tenía familia por la zona.
Consiguió su propósito de distraer a la anciana.
—Me rompí la cadera hace algunos años y tuve que irme a vivir con mi hija y su familia —dijo la señora Bishop y después se inclinó para mirar a Gabriela—De hecho, tengo dos nietas de tu misma edad. Son gemelas.
A Gabby se le iluminaron los ojos.
—Yo tengo casi cinco años. El dieciséis de febrero es mi cumpleaños.
—Pues hoy es domingo. Es el día perfecto para tomar té y celebrar una fiesta.
Bella sonrió y pasó la mano por la cabeza de Gabriela.
—Parece divertido. A lo mejor Gabby puede conocer a sus nietas más tarde.
—¿Por qué no se viene conmigo a casa ahora mismo? —preguntó la señora Bishop.
—Ni siquiera hemos desayunado —dijo Bella sintiendo que el pánico volvía a apoderarse de ella.
—Puede desayunar con las niñas. Vivimos una calle más abajo, a menos de medio kilómetro.
—¿Puedo ir? —preguntó Gabby, tirando de la mano de Bella—¿Me dejas?
Seguro que tienen muñecas y montones de juguetes.
—¿No te da miedo ir? —preguntó Bella suavemente.
—¡No! A mí nada me da miedo.
Y era cierto. Gabby era una niña muy valiente. Bella nunca había entendido de quién podía haber heredado su deseo de aventuras, pero todo empezaba a encajar y a tener sentido.
Miró a Leonardo y vacilante le preguntó:
—¿Te importa que vaya?
—No si a ti te parece bien —contestó él—Y puedo darle a la señora Bishop mi número de móvil. Así podrá llamarnos cuando las niñas se cansen de jugar o Gabriela quiera volver.
Bella asintió agradecida.
—Buena idea. Podemos ir a buscarla más tarde. —O puedo traerla yo.
Mientras la señora Bishop y Leonardo intercambiaban sus números de teléfono, Bella fue a buscar el abrigo de Gabby. Después la peinó con los dedos como buenamente pudo y le hizo una coleta.
—Pórtate bien —susurró. Gabby sonrió y dijo:
—Siempre lo hago.
Y justo cuando iban a salir por la puerta, la señora Bishop se dio la vuelta.
—Bella, casi se me olvida. Tengo llaves del orfanato.¿Por qué no os quedáis allí?
—No sé —dijo Bella.
—Quédate la llave de todos modos —dijo la señora Bishop extendiendo la mano—Devuélvemela cuando os marchéis.
Bella era consciente de que Leonardo estaba detrás de ella mientras veía a la señora Bishop bajar por el camino y meterse en coche.
—No te gusta perderla de vista, ¿verdad? —le preguntó Leonardo.
—Me preocupo mucho cuando no está cerca.
—¿Por qué?
—Porque han ocurrido cosas en el pasado —contestó ella de forma evasiva.
No quería entrar en detalles sobre el intento de secuestro que había sufrido unos años atrás. Bella había acabado en el hospital y Gabby había tenido pesadillas durante meses.
—¿Puedes contármelo? —preguntó Leonardo.
Bella se encogió de hombros. No le gustaba hablar de cosas malas o de aquello que le provocaba miedo.
—Ocurrió algo hace unos años. Desde entonces soy más protectora con Gabby. No ha vuelto a ocurrir nada, pero me sigue preocupando.
—¿Pero confías en la señora Bishop?
—Oh, sí. La señora Bishop fue como una madre para mí cuando vivía aquí.
Haría cualquier cosa por mí, y sé que cuidará muy bien de Gabriela. Es una mujer muy amable.
—¿Entonces por qué estás tan nerviosa?
La respuesta era sencilla. Se sentía atrapada con él allí. Y no quería que estuviera con ellas en aquella cabaña tan pequeña. No quería estar a solas con él.
Era demasiado grande y demasiado intenso. Demasiado diferente.
Él no le gustaba. No quería que le gustara, que estuviera cerca de ella, pero algo en su interior le decía que no iba a marcharse de su lado ni del de Gabby.
—Es duro haber vuelto aquí —dijo.
Bella apretó con fuerza la llave del orfanato que tenía en el puño. Una vez más se preguntó por qué había decidido acudir a aquel lugar. Una vez más se arrepintió de su decisión.
—Pensé que querrías marcharte a primera hora de la mañana —añadió, consciente de que Leonardo la miraba y la evaluaba.
—Eso me hubiese gustado. Pero tenemos que hablar de cosas, cosas que Gabriela no debe oír. Ahora es un buen momento para que hablemos.
Bella asintió e hizo todo lo que pudo para fingir que no le pesaban las extremidades.
Leonardo sugirió ir a Chester a desayunar y a comprar comida por si decidían quedarse una noche más.
—Si vamos a quedarnos una noche más, ¿no crees que deberíamos quedarnos en un hotel? —preguntó Bella, cuando ambos estaban sentados a la mesa de un restaurante.
—¿Y darte otra oportunidad de escapar? Me temo que no.
—Estoy segura de que no dormiste bien anoche.
—Eres muy amable preocupándote por mí. Pero no deberías. Aunque parezca refinado, soy mucho más duro de lo que parezco. Y a pesar de que no fue la noche más cómoda de mi vida, por lo menos sabía dónde estabais.
Bella sintió un calor extraño subir por su cuello hasta sus mejillas.
—¿Y si te prometiera no escaparme nunca más?
—No te creería.
Él sonrió pero era una sonrisa dura.
—No confío en ti.
—Todo lo que he hecho...
—Sí, lo sé. Sé que todo lo que has hecho ha sido por Gabriela. Pero en realidad lo haces por ti. Tú no quieres perder a Gabriela. No quieres vivir sin ella.
—¿Y por qué debería vivir sin ella? He pasado muchos años a su lado, la he amado como si fuera mi hija.
—Pero tú no eres su madre. No eres familia suya.
—¡Tú tampoco!
—¿Estás segura?
El estómago de Bella se encogió de golpe. Había llegado el momento de la verdad. Ya no podía huir de lo inevitable.
—Es una Belluci —dijo él lenta y deliberadamente—Llevo años intentando recuperarla.
—Pero las apuestas... Eduardo...
—¿Y por qué iba a comprarla? Es mía, debería estar conmigo. Sabía que, si te ganaba, Gabriela te seguiría. Sabía que sólo podría quedarme con Gabby después de haber destruido a Eduardo.
—No te creo.
—Por favor, Bella. No seas cobarde.