Me llamo Mike Robles y tengo 18 años. Esta es mi historia antes de ingresar a la zona de pruebas. Soy huérfano desde los 10 años y en ese momento empecé a ver la vida de una manera diferente; solo deseaba pasar en mi cuarto encerrado, junto con mis libros de ciencia, historia, geografía, álgebra, en si todo aquel libro que me convierta en un completo nerd.
También me la pasaba largas y largas horas leyendo cómics o jugando Nintendo; superé todos los niveles de Súper Mario Bros 3, Legends of Zelda, Contra, etc. En si me volví un crack en La NES, aparte de eso jugaba Dragon City en mi computadora, aunque siendo sincero terminé haciendo trampa en ese juego. Eso solo fue el comienzo de mi vida como un hackeador nivel 1.
Cuando cumplí 12 años me interese en todas las películas de superhéroes. Nunca tuve preferencia en las compañías de Marvel o DC y tampoco me incluía en esas discusiones sobre quiénes eran mejores ya que me mostraba agradecido por crear a esos maravillosos héroes; gracias a marvel, empezé a confiar en mí mismo y gracias a DC tuve el deseo de ser un hacker profesional como algunos personajes que se mostraban en sus series.
Nunca fui popular en clases, mis calificaciones nunca fueron las mejores pero me sirvieron para llegar hasta donde estoy; muchos de mis maestros me repetían una y otra vez que era un genio encerrado en el cuerpo de un holgazán; debo admitir que gracias a mis pocos conocimientos en hack me las arreglé para modificar una que otra calificación.
A lo largo de mi corta vida me hice de algunos enemigos. Siempre me tiraba una pelea después de clases, rara vez antes de clases, pero lo que si era seguro es que siempre las aceptaba sin importar si debía enfrentar a uno o más de ellos al mismo tiempo; no importaba si eran más grandes que yo o más fuertes; siempre me encontraba allí, mirándolos fijamente, recordando en mi mente una y otra vez las palabras de Steve Rogers en El Capitán América: Él primer vengador. "Puedo hacer esto todo el día". Aunque parezca una broma, si lo podía hacer todo el día. Debo reconocer que siempre era yo quién acababa en el suelo, recibiendo golpes en mi estómago y costillas una y otra vez, aunque tenía la cara totalmente destruida, mis labios partidos y un enorme moretón en la cara mientras escupía sangre en el suelo; siempre estaba allí aguantando, resistiendo cada golpe porque lo que menos quería era demostrar dolor, aún cuándo por dentro quería llorar y salir corriendo de allí.
Pero cuándo me soltaban después de unos largos minutos de esa paliza, recordaba a mis héroes favoritos. Ellos nunca se rendían, siempre estaban preparados para una batalla sin importar al enemigo. Aunque claro lo que me diferenciaban de ellos es que yo nunca gané las mías, siempre las perdía.
Pero eso no terminaba allí. Cuando llegaba a casa, mi tía, quien fue la persona que me tomó a cargo tras la muerte de mis padres, me esperaba ya lista para rematar me como castigo por mi mala actitud. Siempre me recordaba los dos motivos por los que lo hacía; el primero siempre era este, nunca escucha bien, nunca más vuelvas a pelear fuera de clases; y el segundo motivo era; si vas a pelear después de clases, pues por lo menos gana una sola pelea y no hagas el ridículo; aunque claro ambas para mí ya no eran opcionales, siempre le prometía que no iba a volver a pasar pero me di cuenta que soy pésimo a la hora de cumplir mis promesas.
Aparte de mi tía, también vivía junto a mi prima Karen con quién vamos en el mismo año y compartimos el mismo aula. A diferencia de mí, ella siempre fue más popular, tenía más amigos y menos problemas que yo; también mejores calificaciones, pero aún así siempre estábamos juntos; siempre que llegaba a casa era ella quién iba a mi habitación con pomada, mentol y alcohol para sanar mis heridas de cada pelea. Siempre estaba allí dándome uno que otro consejo muy oportuno, también me recibía con comida debido a que unos mis castigos era no comer en todo ese día; una medida cruel pero pero justa.
Mi popularidad en este último año fue mejor que en los anteriores, mis peleas disminuyeron un 80%, aparte de eso ya tuve dos mejores amigos con quiénes podía compartir mis gustos, Jonh y Chris, éramos un trío de nerds, ya mi soledad era algo de poca importancia, ahora sí perdía a mis únicos amigos volver a mi soledad iba a ser un verdadero reto.
Algo que me gustó de esa pequeña subida en mi popularidad fueron las fiestas a las que asistí, a los eventos que fui tomado en cuenta e incluso fui tomado en cuenta para ser parte del equipo de fútbol del curso; aunque no fui el que mejor destacó, es más hasta cometí errores graves en la cancha pero ¿Quién recuerda eso?
Ahora sí vamos a empezar con esta historia. Este es el último año antes de empezar las pruebas y me encuentro totalmente nervioso, aún no puedo creer que llegue tan lejos, aún bajo mi estupidez humana y por esas malas decisiones en las que yo debía acabar muerto, pero gracias a que tuve un poco de suerte me salve y tengo la esperanza de que en esta prueba final la voy a superar sin tener ningún tipo de inconveniente en el proceso.
—¡A comer!— gritó mi Tía quién está en la cocina— ¡La cena ya está lista! ¡Acaso están esperando invitación!
-¡Vamos!—. Gritamos al mismo tiempo desde nuestras habitaciones.
Ambos sabíamos cuáles eran las consecuencias si no obedecíamos aquella orden al instante.
Cuando llegamos al comedor allí había un gran banquete. Mi tutora había preparado muchas papas cocinadas, chuletas ahumadas, una enorme jarra de jugo de naranja, salchichas asadas, un enorme pastel de oreo y una enorme botella de champagne.
—¿Y eso?—. Preguntó con mucha sorpresa Karen. —¿Acaso va a comer con nosotros una tripulación?
— Es la primera vez que veo un enorme banquete—. Mencioné con mucha emoción—. Eso es música para mi estómago.
Nos dispusimos tomar asiento mientras disfrutábamos de aquel delicioso e interminable banquete; fue una de mis cenas favoritas y no hacía falta explicar el porqué.