¿Y yo qué tengo que ver en su pasado?
—Agar no me dejes con las palabras en la boca, ¡Agar! —salgo rápido también y lo sigo—. ¡Explícame!
—No sigas, Jana —habla entre dientes.
Ah no, no, no, ¡NO!
Me coloco en frente de él cortando el camino—. Vos empezaste, y lo vas a terminar te guste o no.
—¿Qué quieres que te diga? —ahora está un poco tranquilo.
—De que yo formé parte de tu pasado —lo miro confundida y alterada—. ¿Por qué? Si yo te conozco desde hace tres años
—Bueno, de ese pasado estaba hablando —pone los ojos en blanco.
—Pero yo no te estaba hablando de ese pasado —hago una pausa, tomo aire y lo miro a los ojos—. De tu verdadero pasado, de quién eres en realidad. Vos llegaste al pueblo con un motivo.
—Querer cambiar mi vida, ¿algún problema? —se cruza de brazos.
—Eso no me convence —niego riendo algo que hace sacar más la paciencia de él—. Puede que cualquiera se trague eso, los que no te conocen.
—¿Entonces?
—Sé que ocultas tu verdadero "Yo".
—No lo oculto —se acerca peligrosamente más a mí inclinándose levemente—. No sé de qué hablas.
—Te diré una cosa —doy un paso atrás tratando de mentalizarme que no debo caer fácilmente—, espero no me mientas porque te juro que te vas a arrepentir y de rodillas vas a suplicar perdón, un perdón que jamás te lo daré.
—Jana... —retrocedo más y doy vuelta caminando lejos de él—. ¡Jana!
Conmigo ya no va a ver perdón, conmigo no se juega y él justo hizo eso. Después de todo parece que los juegos nunca se fueron de nosotros... especialmente de mí.
Llego a la puerta de mi habitación, pero me doy cuenta de que no tengo la tarjeta. A mí me tenía que pasar...
—Claro, vos llegas de lo más normal —la puerta se abre de golpe y la veo—. ¿Por qué hicieron eso?
—Yo dije de esperarte adentro del aeropuerto. Agar quiso que no te esperáramos allá.
—Ese estúpido —muerdo mis labios aguantando la risa, ella frunce el ceño—. ¿Qué?
—Nada —parece que no se dio cuenta de que está rayada.
—Jana...
—Por las dudas yo no te conozco —la empujo un poco y entro a la habitación.
—¿Por qué? —cierra la puerta y se va.
—Suerte... —murmuro en medio del silencio de la habitación.
Ordeno un poco la ropa y me acuesto otra vez en la cama. Con muchas preguntas todavía...
—Jana... —escucho la voz de Agar—. Jana.
—Un rato más —apenas muevo el brazo.
—Hay que hacer cosas —siento como se acerca y deja besos por todo mi rostro—. Jana.
—Mmm... no —abro los ojos pero los cierro de nuevo por la gran cantidad de luz que hay—. Agar...
—Arriba, es tarde —ahora siento el peso de su cuerpo arriba del mío.
—Agar... —de la nada comienza a besarme y justo de la forma que me vuelve loca, lento pero demandante a la vez.
Lo que dije, aún no entiendo los cambios de él. Anoche por poco casi me grita y ahora está así.
—¡Tórtolos, dejen eso para después y vámonos ya! —escuchamos gritar a Sonia del otro lado de la puerta.
—Vamos —lo separo de mí y logro levantarme.
—Lo voy a cobrar —su voz está cargada de una promesa lujuriosa que llama mi atención, entrecierra sus ojos asintiendo como si leyera mi mente—, ya lo verás.
—Pero no ahora —le guiño un ojo y como respuesta recibo un suspiro de irritación por parte de él.
Eres fácil Agar Feder.
Observo la habitación por un rato, es pequeña, tiene dos camas y cada una tiene una mesita de luz al costado. Estas tienen sábanas blancas y almohadas amarillas, con toques delicados que hacen una buena decoración. Las paredes son de un gris claro al igual que el piso, solo que es de alfombra. Una gran ventana que está al lado de mi cama y una puerta que están en frente mío, de seguro que es la puerta del baño. Si se preguntan por Sonia, ella tiene habitación aparte, así lo quiso.
—¡Jana, vamos! —me sobresalto al escuchar el grito de Sonia otra vez.
A la velocidad de la luz me cambio. Una camisa blanca con un abrigo azul oscuro, unos jeans negros y botas altas negras también.
Salgo rápido de la habitación arreglando mi cabello.
—¡Hasta que por fin! —me mira mal—. ¿Vas a un velorio o qué?
—¿Por? —me señala la ropa—. ¿Qué tiene?, vos estás muy colorida.
Va parecida a mí, solo con colores muy claros y llamativos. Y parece que se dio cuenta de que estaba rayada en el rostro ya que sólo le ha quedado una pequeña mancha azul en la mejilla derecha.
—Porque estoy a la moda —me saca la lengua y comienza a caminar.
—Inmadura —pongo los ojos en blanco y la sigo.
—Agar nos está esperando abajo, según él es que ya ha encontrado un buen lugar para que nos quedemos un tiempo —toca el botón del ascensor—, no muy lejos de aquí pero ideal para la universidad a la que irás.
—¿Y ustedes? —pregunto confundida.
—¿Nosotros qué? —se habren las puertas y entramos.
—Se supone que también estaban estudiando.
—Por un largo tiempo vamos a depender de Agar —la miro sin comprender—. Él desde hace mucho que es abogado, sólo cursaba un posgrado.
—Ajá...
Aquí algo me están ocultando, y fue culpa mía al no haber preguntado antes: sus edades.
—¿Cuántos años tienes? —se tensa y suspira.
—De todas las preguntas que haces Jana, ¿tenías que interesarte por esta? —no me mira, mira sus pies.
¿Por qué miente?
—Sí —suena tonto, pero lo necesito saber.
—Tal vez te mentí... en algunas cosas...
—Dilo —la presiono más mirándola fijamente.
Ella me ha ocultado tantas cosas como lo hizo y hace todavía Agar.
—Voy a cumplir veintinueve años.
—¡¿QUÉ?! —no me lo creo.
—Conozco hace años a Agar...
—¿Él también...? —pregunto vanamente, si creo ya saber la respuesta.
—Tiene treinta y cuatro años.
Y yo la estúpida de veintitrés. ¡Qué bien!
—¿Por qué mentían? —pregunto confundida.
—Era necesario, no lo podrías entender.
Editado: 11.02.2021