Juegos Peligrosos

XIX: Razones

—¡Jana! —le hago una seña para que me siga pero niega.

—¡Tengo que buscar algo, vete! —comienza a correr por el lado donde apareció.

Esa mujer se volvió loca. Quisiera seguirla, pero si me atrapan: fin del juego.

Salgo corriendo hacia las escaleras que están por la derecha de donde estaba. Subo rápido y en el camino me encuentro con otros colaboradores. No me queda más que eliminarlos.

—Dejen de aparecer —susurro rogando.

Estoy temblando, hace tiempo que no hacía esto, no me acordaba lo asqueroso que es. Aunque doy crédito que he mejorado, disparo mejor algo que no hacía antes. Yo mataba con cuchillos o con mis propias manos, por eso digo que es desagradable.

Termino de subir y me encuentro con dos caminos.
Mi teléfono vibra y rápido leo el mensaje.

"Un camino lleva a la salida, en el otro, te están esperando para tu final".

No puede ser.

—Adelante o derecha, adelante o derecha —trato de concentrarme y al escuchar pasos cerca, decido—. ¡Adelante!

Comienza los disparos detrás mío. Sigo corriendo tratando de esquivar estos.

El teléfono se cae pero no hay tiempo de buscarlo, mi vida vale más.

Logro salir por una puerta que da justo a la parte de atrás.

No lo pienso y subo al auto que me espera.

—Conduce —miro por la ventanilla que van llegando más colaboradores—. ¡Rápido!

—No recibo órdenes tuyas, Sonia —miro de golpe a Agar—. Creo que algo incorrecto hiciste.

—Agar... —suelto un sollozo y las lágrimas que estuve aguantando, caen.

—Demos un paseo —intento abrir la puerta desesperada—, no compliques más las cosas.

—¿Qué quieres?

—La verdad.

—No lo sé. Ellos nos secuestraron y ni me preguntes el lugar porque nos sedaron.

—¿Y? —tomo aire y continúo.

—Eso es todo.

—Coopera —sonríe cínico.

—Es la verdad —asiente poco convencido.

—Vamos a ver si con esto te animas a hablar —de la nada sujetan mi cuello desde atrás, me inyectan algo en el brazo y poco a poco voy perdiendo la consciencia.

—Suerte... —¿Jana?

 

En cada juego hay una estrategia, en cada estrategia una trampa, en cada trampa una solución, en cada solución un desacuerdo y en cada desacuerdo hay un acuerdo oculto que al final no sabemos con qué verdad quedarse.

A veces pensamos que en los juegos no hay finales, pero es depende del punto de vista de cada jugador, puede que sea positivo, puede que negativo.

"No pienses mucho porque puedes hacer que pierdas tu propio juego".

Esas palabras la repitió Agar. Recién ahora me doy cuenta de su significado: He tenido las respuestas en mis manos y las ignoré totalmente. ¡Me dieron la respuesta en bandeja de plata y lo ignoré!

Por eso estamos sufriendo las consecuencias.

—No sé qué planearon pero te aseguro que no se saldrán con la suya —camina hacia a mí mirándome con malicia—. Para perdonarte, como paga, serás mi cómplice.

¿No se supone que siempre lo he sido? Tal vez nunca se dio cuenta.

—Siempre te he utilizado, Sonia. Pero esta vez —sujeta fuerte mi mentón haciendo que lo mire a los ojos, me obliga por más que no quiera—, será peor.

Miro a otro lado. Mis ojos se llenan de lágrimas, y entiendo perfectamente lo que quiere. No sólo seré su juguete para algunos beneficios en el juego, sino que ahora quiere que sea otro tipo de juguete: un juguete sexual.

—Es eso o la querida Jana, muere —habla en broma, lo sé, la ama tanto que no es capaz de hacerlo—. Puede también que sea Owen o algún otro colaborador, o vos.

—No puedes matarme porque así perderás tu juego —mi voz sale ahogada por las ganas de llorar.

—¿Estás segura? —nuestras miradas se encuentran, en sus ojos hay maldad pura, en los míos, dolor—. No te hagas la importante aquí.

—Porque no lo soy y vos tampoco.

—Eso crees.

—Lawrence ha vuelto y vos te crees el más. Estamos todos en peligro y... —muerdo mi labio nerviosa.

Hablé demás.

Miro a otras partes pero es inútil, estamos en medio de la nada y no tengo cómo escapar.

—Lawrence —dice con amargura y envidia.

—Escucha, Agar... —intento remediar mi error pero me interrumpe.

—Ese es el motivo por el que no hablaban —me mira obvio.

—Agar...

—¡Así que los traidores son ustedes! —saca su arma y me apunta a la cabeza.

—¡Agar!...

—No puedo creerlo, todo este tiempo, todo lo que compartimos...

—¡¡¡AGAR FEDER!!! —grito histérica—, ¡¡¡YA CÁLLATE!!!

—Ahora vos vas a callar —advierte sin cambiar su mirada feroz.

—No puedes matarme —contesto con firmeza.

—Dime las malditas razones para no hacerlo.

De igual forma no me matará.

—No puedes hacerlo porque me necesitas para el juego, me necesitas para cubrir las mierdas tuyas. Porque soy la única que te he aguantado estos años. Porque siempre fui tu juguete y cebo. Porque ahora me necesitas para que sea tu juguete sexual y también porque ¡YO TE METÍ EN ESTO! —me mira atónito y pensativo—. Porque sin mí, no serías la persona más respetada del pueblo y de muchas razones más.

—Sonia... —jadea sorprendido.

Oh sí, yo también sé jugar.

—Porque si llego a faltar un maldito día, esta mierda se cae totalmente. No puedo manejarlo yo, tampoco lo quise, es una responsabilidad grande y no es que no esté capacitada para eso sino que no podría vivir medianamente bien. He sido tu sombra por muchos años y lo seguiré siendo.

—¿Por qué? —pregunta incrédulo.

—Porque te amé, te amo y te amaré siempre —me encojo de hombros sonriendo triste—, y lamentablemente nunca seré correspondida. Todo lo que hice, fue por amor.

—¿Qué? —su mirada está llena de incredulidad.

Te agarré con la guardia baja...

—Pasé por tanto porque mendigaba por amor tuyo —agacho la cabeza algo avergonzada —. Fui yo la que rompí las reglas desde un principio, rompí la regla más importante: prohibido enamorarse. Lo lamento mucho, Agar, pero es así, así que ya tira del gatillo y dispara una vez por todas tanto suspenso carcome los nervios.



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En el texto hay: peligros, reglas, verdades ocultas

Editado: 11.02.2021

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