Lanzo el teléfono a la cama luego de enviarle un mensaje por ayuda a Joss, resulta que llegando de arreglar unos asuntos con Sean en las vías del tren abandonas y fui atacada por nada más ni nada menos que Jason Spencer, me había olvidado de él y de la ternura que me provocaba, se supone que quería vengar lo que le hice a su familia, así que simplemente le di a entender que nunca tuve nada contra ellos, que solo me contrataron, ni siquiera los conocía realmente para querer que su legado familiar terminará, a diferencia de quien pago para que lo hiciera aunque los Evans no actuaban hasta que el caso fuese estudiado y realmente hubiera una buena razón por la cual deshacerse de ellos, había cola que pisar y yo no tenía precisamente la culpa. Así es la vida.
Me acerco al armario, buscando que combinar con mis jeans rasgados, mi atención se detiene en una remera azul eléctrico, muerdo mi mejilla admirando la camiseta de Ryan, la cual es perfecta para jugar con su paciencia en la mansión Collins donde cenare con su padre y es probable que él este ¡A jugar con su maravillosa paciencia! Como él había dicho el juego se acababa hasta que uno de los dos pierda y Liee no estaba dispuesta a perder.
Voy bajando las escaleras cuando el timbre suena, colocándome una chaqueta de mezclilla me acerco abrir la puerta, posiblemente la llegada de mi ayudante
—¡Liee! — una peliverde Joss me abraza y correspondo gustosa, ella es tan adorable que llega hasta recordarme a cerecita, son muy parecidas, solo que Jasmine es tan segura de sí misma, ese rostro inocente solo los demás se lo creían.
— Tengo planes con Ómar Collins, pensé que podrías ayudarme con él
La guío hacía la cocina donde tengo atado a una silla al imbécil de Jason, era el lugar donde no había más riesgos de ser descubierta, porque no tengo un sótano en casa. Acepta ayudarme con gusto, lo agradezco abrazándola nuevamente, le encantan las muestras de afecto, me desasiría de él yo misma, pero voy tarde así que me conformo que lo entregue a Kendall o que lo lance a un acantilado como yo planeaba.
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El mismo chico de la otra vez es quien me guía al jardín trasero donde se encuentra Ómar, disfrutando del atardecer y de su magnífico jardín, que parece más un parque de Disney. Cuando sea asquerosamente millonaria quiero un lugar así para descansar cuando no este matando gente por ahí.
— Avery amor mío — sonrió acercándome abrazarlo — ¿Cenamos al aire libre o prefieres que entremos, bonita?
Respondo demasiado melosa, que ni me reconozco, que nos quedemos donde nos encontramos, tomo mi cintura incitándome a caminar, pero el chico de la entrada le susurra al oído algo que lo tensa colocándome alerta a mí también. En la boca del lobo el mínimo moviendo me tiene viendo mis posibilidades para escapar, no es como que venga a visitarlo con un arma.
—¿Pasa algo bonito?
— Nada de lo que debas preocuparte bonita, por cierto, compre algo para ti — arrastra sobre la mesa donde nos sentamos una caja alargada con detalles dorados, feliz la abro encontrando un precioso y elegante brazalete dorado con un dije que lleva el apellido Collins grabado
— Es bellísimo — le agradezco lanzándole un beso al aire, esto lleva ese apellido con perfección, digno de tenerlo grabado, no voy a conocer familia más a que los Collins que derrochen elegancia, dinero.
— Sabía que te gustaría, he notado que siempre llevas dos en particular — asiento colocándomelo, admirando como se ve junto al que me dio Dan y Matt. Combinaciones tan extrañas.
Iniciamos una conversación a cerca de joyas bastante interesante la verdad, donde me permito ser yo porqué me gusta muchos los accesorios… no esas de rubí y esas mierdas. Pero me gusta que me escuche parlotear.
— ¡Ómar! — mi sonrisa cae, cuando la cara de gato… digo Ingrid aparece con demasiada felicidad en la escena, besa la mejilla de ambos en saludo tan jodidamente meloso y falsa como solo ella puede llegar a ser — Avery sabes que amo tu cabello — y es 100% natural, quiero decir, pero en cambio finjo una sonrisa amable devolviéndole el elogio — Ómar ¿Dónde está mi bebé?
— En su habitación, ve, sube solo no hagan mucho ruido procreando a mi nieto — sus mejillas se tornan rojas y creo que las mías también ¡Maldita perra! Ojalá supieras que no has sido la única en disfrutar de Ryan Collins. Abraza al ojimiel antes de marcharse.
Agradezco que una de las mucamas inicie a servir la cena, porque me permite controlar mis ganas de ir a impedir que la cara de gato este a solas con Ryan e insertarle los cubiertos en un ojo. Estoy llevando mi primer bocado a la boca cuando escucho su voz… ¡Jodida mierda! Me va a caer mal la comida.
— ¡Padre! ¿Por qué dejaste pasar a…? — se corta.