Jueves 6 de agosto

Capítulo 2: Las criaturas

—¿¡Ahora qué haremos!? —Luciano gritaba mientras pateaba una roca en el suelo.

Enrique pone la mano en su frente —debemos quedarnos aquí —hace una pausa —seguro no tarda en llegar ayuda —movía las manos y nos miraba a todos.

—¡Nos encontramos en medio de la nada! —respira agitado —¿quién rayos sabrá que estamos aquí? —Luciano alzaba las cejas y las manos.

Sonia acomoda su cabello detrás de sus orejas mientras tuerce los labios —tiene razón chicos —se sienta en el suelo abrazando sus rodillas —¿ahora que vamos a hacer?

Luciano se fue encima de Orlando tomándolo con ambas manos de su camisa —¡tú! —lo agitaba con fuerza y él solo lo miraba sin hacer gesto alguno —¡tú nos convenciste de entrar aquí!

—¡Luciano! —Mario se metió entre ellos intentando separarlos —¡nadie tiene la culpa! Por favor cálmate hermano —sus brazos se expandían alejándolos, pero Luciano no cedía.

Orlando de un empujón se soltó del agarre, su rostro estaba enrojecido —¡peleando entre nosotros no saldremos de este lugar! —nos mira a todos —pienso que tendremos que pasar la noche aquí.

Luciano suelta una risilla mientras mueve la cabeza hacia los lados —¿¡estás loco!? ¿¡cómo demonios pasaremos la noche en esta cueva!?

Suspiré —por muy loco que suene, tiene razón —todos me observan —quedamos atrapados por lo que pareció ser un terremoto, si es así equipos de rescate deben estar acudiendo a los pueblos cercanos para auxiliar a las personas afectadas. Con un poco de suerte verán nuestro coche y vendrán a rescatarnos —pongo las manos en mi cadera —¿o que propones Luciano? ¿seguir caminando en esta cueva para que nos perdamos? —levanto una ceja —claro, hagámoslo para que así sea más difícil que nos rescaten, ¡qué gran idea! —alzo los brazos y sonrió.

Me miraron y sin pronunciar una palabra bajaron la mirada, luego buscaron un sitio en el suelo rocoso para sentarse. Enrique se acercó poniendo su brazo sobre mí intentando calmarme, mis manos temblaban y podía sentir el latido de mi corazón zumbando en mis oídos.

Entraba poca luz a la cueva por medios de pequeñas grietas entre las rocas apiladas de la entrada, luego la luminosidad empezó a desaparecer con la llegada del ocaso. A pesar de estar sepultados se podía sentir el frio de la noche y además la oscuridad aumentaba a tal punto que parecía que tuviese los ojos cerrados.

Mario sacó una linterna de su bolso y la puso en medio de todos sosteniéndola con unas rocas, la luz crecía iluminando la cueva hasta donde podía. Veía a los chicos con un semblante decaído y ninguno se atrevía a hablar.

—Chicos —Sabrina se acercó a la linterna —¿qué tal si charlamos? —su optimismo es increíble —digo no —se encoje de hombros —y así olvidamos, aunque sea por un instante la situación en la que estamos.

Estuvimos de acuerdo, aunque nadie lo dijo en voz alta, nos acercamos sentándonos en forma de circulo alrededor de la linterna.

—Podríamos conversar como en los viejos tiempos —Mario agachaba la cabeza y jugaba con una roca en sus manos —o hablar de cualquier tema —alza los hombros —el objetivo es distraerse un poco, además —quitó su mochila poniéndola sobre sus piernas —tengo unos bocadillos y agua que servirán para callar los rugidos de nuestros estómagos —sacó dulces, snacks y una botella mediana con agua, compartimos ese pequeño festín y comenzamos a charlar.

Teníamos un año y medio sin reunirnos, antes vivíamos en el mismo vecindario, pero nos habíamos distanciado por muchas razones, la principal era que ahora somos adultos cada uno en su vida luchando y esforzándose por cumplir sus sueños. Eso no significa que no extrañes a tus amigos, sin embargo, es parte de crecer y madurar el entender que ya no tendrán tiempo de compartir como cuando eran adolescentes, las reuniones no serán tan a menudo y coincidir para salir un día puede ser más complicado de lo que parece.

Todos hablaron aquella noche contando lo más importante que les había acontecido en el último año, aunque recuerdo con exactitud que dijo cada uno de ellos, lo que yo conté me resulta muy difícil recordarlo. Sólo tengo memoria de haber dicho que en mis clases de actuaciones me estaba yendo genial, también que yo era la clásica niña buena de la que todos estaban orgullosos y por ultimo expresé la preocupación que tenía por mis padres, pues no quería que se alarmasen, ya que, quedé de escribirles cada cierto tiempo para hacerles saber que las cosas marchaban en orden.

Luego que terminé de hablar vi la hora en mi celular, eran las tres con cincuenta y cuatro minutos del día viernes, mis amigos continuaron conversando, pero yo me quedé dormida en el regazo de Enrique.

Cuando desperté intenté ver de nuevo la hora en mi celular, pero ya no encendía porque se había quedado sin carga. No obstante, tenía un reloj y vi que eran las diez y treinta de la mañana. Mi cuerpo estaba muy adolorido puesto que las piernas de mi novio y un suelo rocoso no era la cama más cómoda para dormir.

Vi a los chicos dándome cuenta que aparte de mí solo Orlando había despertado, entonces decidimos despertar a los demás y resolver nuestra situación. Ya habían pasado más de doce horas desde que quedamos atrapados, y no teníamos ningún indicio de que grupos rescatistas supiesen tan siquiera que nos encontrábamos sepultados bajo esas rocas. Duramos unos minutos discutiendo acerca de quedarnos allí o comenzar a explorar aquel lugar.




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