Mi garganta ya no dolía así que grité —¡ten cuidado!
Mi voz se expandió por todo el lugar y Luciano alzó la vista hacia donde estaba yo. Luego observó a las criaturas y empezó a dispararles, pero se movían muy rápido y no podía atinarles. Salió huyendo de allí y yo hice lo mismo con la esperanza de encontrarlo.
Corría muy rápido y miraba a todos lados tratando de hallarlo, comencé a gritar su nombre, pero no había señal alguna. Continué corriendo hasta que tropecé con alguien, caí al suelo y alcé la vista, era Luciano.
Me dio la mano para ayudarme a levantar —me he quedado sin munición —señaló el arma que llevaba en su mano derecha.
—Yo tampoco tengo con que defenderme —movía la cabeza a los lados —solo tengo este cuchillo y un encendedor.
—¿Un encendedor? —sacó la mochila de sus hombros y me mostró un bidón de gasolina que había encontrado. Nos miramos a los ojos y ambos pensamos lo mismo.
Giró la tapa que sellaba al bidón y comenzó a derramar la gasolina por el camino de la cueva, no obstante, dejó un poco en el envase. Luego Luciano hizo un ruido y podíamos escuchar como las criaturas se dirigían hacia nosotros.
Cuando aparecieron en escena yo usé el mechero y lo lancé hacia el sendero que estaba lleno de gasolina. Luciano les lanzó el resto y las criaturas se encendieron por completo en llamas, gritaban, se lanzaban al suelo, se retorcían y chocaban contra las paredes.
Debo confesar que una pequeña sonrisa se formó en mi rostro cuando las veía quemarse, por primera vez no me sentía vulnerable ante esos monstruos.
Nos alejamos de allí y comenzamos a hablar…
—Creí que te había perdido —lo observé mientras acomodaba mi cabello.
Él sonrió —vaya, no pensé que te alegraría tanto verme.
Volteé los ojos —no seas tonto, me hubiera alegrado encontrar a quien sea con vida.
Asentía —vale, también me alegra verte.
—¿Has visto a los demás?
Movió la cabeza hacia los lados —no —respiró profundo —pensé que era el único con vida. Desde que los perdí he estado buscándolos sin descanso alguno, pero solo me topé con las criaturas.
—Pensé lo mismo, de hecho, estoy viva de milagro. Un extraño me salvó, por eso tengo esta venda —me pasé la mano por la cabeza.
—¿Un extraño?
—Si, por un momento creí que eras tú, pero es imposible. También hallé una carta donde decía el nombre de las criaturas —toqué mis bolsillos y me di cuenta que la extravié —la perdí, y no puedo recordar cómo les llamaban.
—Tranquila, ya estamos juntos —me abrazó y por unos pocos segundos me sentí segura de nuevo, sin embargo, me aparté porque el momento estaba durando más del tiempo que era normal.
Nos miramos a los ojos y yo hice la mirada a un lado. Luego comenzamos a caminar buscando alguna pista o señal de los chicos. Nuestros estómagos rugían en sincronía y mis labios estaban más resecos que nunca. Logré calmar mi sed con agua que Luciano había recogido de un arroyo que encontró mientras estuvo solo.
Pasaba la mano por mi boca cuando escuchamos unos disparos. Nos escondimos detrás de una pared y de reojo vimos a un grupo de militares bien armados que le habían disparado a dos criaturas. Además, una mujer que al parecer los lideraba dijo “sigan buscando y lo que encuentren aniquílenlo”.
Miré a Luciano y él puso el dedo índice en su boca. Guardamos silencio y los vimos marcharse, no lograron vernos por lo que decidimos quedarnos allí un rato para no toparnos con ellos.
Estábamos ahí sentados con las rodillas a la altura de los hombros y uno frente al otro. Entonces Luciano viendo pasar un insecto lo tomó y se lo comió. Un gesto de desagrado apreció en mi rostro, pero luego hice lo mismo, cuando llevas tanto tiempo sin comer, un bicho sin importar cuál sea se convierte en una delicia, es como si comieras tu platillo favorito.
Terminamos de comer insectos y bebimos el agua que quedaba en la botella. De la nada Luciano se acercó a mí y me besó. Cerré los ojos y un recuerdo de una fiesta a la que fui hace algunos años apareció, estaba en casa de Kendra Miller. Fue una reunión donde fuimos todos los chicos, pero recordé irme molesta de ese lugar porque Luciano arruinó mi noche.
—Detente —lo alejé con mis manos —no vuelvas a hacer eso.
Él sonrío y apretó los labios —lo siento —se apartó volviendo a recostarse en la pared.
Permanecimos en silencio y luego escuchamos unos pasos que se acercaban hacia nosotros, esperamos con cautela para saber de quien se trataba.
Mi corazón se alegró cuando vi que eran los chicos, me levanté y los abracé dándole gracias al cielo porque estaban vivos.
—Tenemos que movernos rápido de aquí —Mario interrumpió el momento —hay militares buscándonos o buscando algo, no sé —hizo una pausa —pero algo me dice que no son muy amables.
—Nosotros también nos topamos con ellos —Luciano se colocaba la mochila en sus hombros —los oímos hablar y dijeron que matarían lo que se encontraran a su paso.
Sabrina respiró profundo y apretó los labios —no quieren que salgamos con vida de aquí.
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Editado: 20.10.2022