—¿¡Qué¡? ¿¡por qué? —Sabrina gritó y se movió haciendo que su silla se tambaleara un poco.
—¡Cállate! —Alicia se acercó a ella y la abofeteó —aquí las preguntas las hago yo —sujetó su mentón —¿entendido? Guarden silencio y hablen solo cuando se los pida o lo lamentarán. Desafortunadamente no les creo nada, de hecho, el día que los vi en la cueva los habría asesinado si de mi hubiera dependido. Pero el idiota de Cooper me lo impidió. —Caminó frente a nosotros con sus brazos cruzados y puso su mano en la barbilla —¿vieron a alguien más en la cueva aparte de los militares? —observaba a Enrique.
Se encogió de hombros —solo a los monstruos.
Volteó los ojos y pasó la mano por su cabello —imbécil, me refiero a que si no se toparon con un hombre.
Bajé la mirada y medité por unos minutos si debía hablar —yo vi a un hombre —Alicia me observó, alzó una ceja y movió la mano para que continuara hablando —estaba grabando a las criaturas y luego me salvó de una de ellas.
—Con que el muy cobarde sigue con vida, pero no ha podido escapar —sonrió —¿recuerdas algo en específico del lugar donde lo viste?
—No, solo sé que era un sitio elevado y que desperté porque un perro me lamía el rostro.
—Me caes bien niñita —asintió y apretó los labios —ustedes podrían sernos útiles. Algo me dice que tienen lo necesario para trabajar con nosotros. Sobre todo, después de lo que hicieron, incluso para mí sería muy bizarro comer del cadáver de otro ser humano.
—¿Cómo sabes eso? —Sabrina preguntó.
—¡Te dije estúpida que aquí las preguntas las hago yo! —tomó un martillo grande que estaba al fondo sobre una mesa y golpeó a Sabrina en el pie izquierdo. Ella dio un grito ensordecedor y comenzó a llorar. —Veamos si ahora aprendes que debes hablar cuando yo te lo pida. Me encontré con el cadáver de su amigo y después de examinarlo supe que esas heridas en su cuerpo no era obra de las criaturas. Claro con excepción de la cabeza aplastada, eso sí es muy típico de los Belicosos. Luego vi la pierna separada del resto del cuerpo y los pedazos de carne que le faltaban.
«Fue obvio que al tener días aquí sin comer recorrieron a medidas desesperadas. Aunque no estaba segura pero ahora ustedes me lo han confirmado, ja, ja, ja. Luciano eres muy guapo, ¿tienes novia?»
Frunció el ceño —no, la verdad no.
Se mordió los labios —¿y por qué?
—Supongo que no he encontrado a la chica ideal.
Metió el dedo índice en su boca y lo mordía —Interesante —se acercó y lo besó —quizás después de esto podamos llegar a algo —sus rostros estaban muy cerca. —Bueno chicos, como les dije deben obedecerme, en este momento les haré una pequeña prueba digamos que de suerte —se encogió de hombros mientras uno de los militares al fondo se fue acercando con una bolsa transparente, podía distinguir varios colores dentro de ella —les entregaré un cubo rubik y deberán armarlo en quince minutos. Tú —señaló a otro militar —desátalos y átalos de nuevo con las manos al frente para que hagan el reto atados. Por cierto, olvidé decirles un pequeño detalle, si no arman el cubo —soltó una risilla igual a la de una niña cuando hace una travesura —alguien morirá.
Uno de los militares nos desató y ató tal como ella lo ordenó, los otros dos estaban detrás y nos apuntaban con sus armas. Alicia nos entregó el cubo rubik. Yo sabía resolverlo, pero estaba nerviosa porque nunca mi vida había dependido de ello. Además, el amarre en mis muñecas estaba muy apretado y apenas podía mover los dedos. Sin embargo, me preocupaba más Luciano porque en una ocasión traté de enseñarle y lanzó el juguete al suelo frustrado por lo que nunca aprendió.
El tiempo comenzó a correr y Alicia miraba un reloj en su muñeca.
Veía los colores escogiendo cual armaría primero, comencé con el color blanco. Mis dedos sudaban y eso hacía que se me resbalara. Un sonido en medio de la tensión llamó mi atención. A Enrique se le cayó el cubo al suelo, sin embargo, Alicia se lo devolvió, pero lo amenazó diciendo que a la segunda vez daría la orden para que lo liquidaran.
Escuchaba el tic tac de un reloj en mi cabeza y las gotas de sudor recorrían mi frente, por suerte logré completar el desafío a los catorce minutos. Miré a los chicos y ninguno de ellos lo había resuelto.
—Felicitaciones Andrea, estás a salvo —alzó las cejas —por ahora. En cuanto a ustedes dependerá de cuantos colores hayan logrado armar.
Se acercó a Enrique y el había armado un color, Sabrina completó cinco. Pero Luciano no lo logró.
—Lástima —hizo puchero con la boca —ya me había encariñado contigo.
Ella desenfundó su arma y yo agaché la cabeza hasta que escuché el sonido del disparo en seco. Abrí lentamente los párpados y entonces vi al militar que traía la bolsa con los cubos tirado en el suelo y con un agujero en el medio de su frente.
—Ja, ja, ja ¿los engañé no? —sonrió y guardó el arma en su funda —bueno en realidad no les mentí. Yo dije que moriría alguien, pero nunca especifiqué quien sería. —señaló el cuerpo —saquen el cadáver de este imbécil y traigan a otro soldado para que les ayude a vigilar.
Los otros dos militares se miraron el uno al otro y se acercaron al cadáver. Levantándolo por sus extremidades lo sacaron de la habitación. Alicia observaba todo mientras se reía de una forma muy extraña, era una mezcla de locura con tristeza.
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Editado: 20.10.2022