Soy Juan Gambé. Debido al suicidio de mi amigo bien amado Edy, tengo que proseguir con este relato para llegar a su fin. Edy después de hablar con Kuperman me llamó y me comentó su intención de suicidarse y volver de la muerte por medio de la máquina que había inventado el profesor. Me relató con lujo de detalles mi muerte y mi posterior vuelta a la vida. Me habló de esa gran máquina resucitadora. Él me hablaba como si yo no recordara nada. La máquina es cuestión era, sin dudas, uno de los descubrimientos más grandes de la humanidad pero lo que Edy no sabía, debido a su enceguecimiento, era que no era perfecta y que el propio Kuperman decía que estaba aún en desarrollo. Lo que no pudo hacer la máquina fue borrar mí la memoria. Yo recordaba como me habían matado. Recodaba a Krusat y recordaba la saña con la que Edy me había tratado en ese galpón sucio y maloliente. Más allá de eso, la verdad era que yo no había sufrido ya que fue un tiro en mi sien. Ni lo sentí. Solo dejé de existir en ese mismo momento. Y después vino lo peor. Yo no sé si estuve en el cielo o en el infierno, lo único que sé es que la pasé muy mal. Mucha violencia. Mucha tortura. Yo nunca podría olvidarme de eso y menos podría olvidarme de quien me mandó a ese lugar sin nombre ni lugar geográfico conocido. Era un espectro pero sentia dolor, mucho dolor. Y ese dolor se terminó cuando por fin abrí los ojos dentro de ese cilindro de vidrio que estaba en la casa de Kuperman. Recuerdo la cara de Edy y su incredulidad de verme nuevamente con vida. Me alegró mucho volver de la muerte sobre todo para no seguir sintiendo todos los vejámenes que sentía más allá de la vida, en la mismísima muerte donde me mandó mi gran amigo Edy.
Las relaciones humanas son muy complejas. Muchas veces nos involucramos tanto con alguien que lo amamos y lo odiamos al mismo tiempo. Eso pasaba entre Edy y yo. Había sido así toda nuestra vida. Yo le envidiaba su aspecto físico y él me envidiaba mi inteligencia. Igualmente habíamos sido buenos amigos. Siempre estaba el uno para el otro. Y esa tarde Edy me llamó diciéndome que se iba a suicidar. Yo traté de persuadirlo pero fu inútil.
- Juan...soy Edy.
- ¿Cómo andas Edy?
- Acá en el departamento de papá, el de Almagro ¿Te acordás?
- Sí, claro que me acuerdo.
- Te voy a contar algo...
- Dime
- Me voy a suicidar.
- Dejate de joder, Edy.
- Es la verdad.
Lo notaba excitado. Con un tono de voz que nunca le había sentido en toda mi vida. Estaba convencido de lo que decía. Total y ciegamente convencido.
- Edy, en serio.
- No. En serio vos...en serio escúchame vos...voy a suicidarme y Kuperman me va a volver a la vida. Quiero sentir la sensación de la muerte, quiero sentir lo que es estar muerto y después sobrevivir. Eso te debe hacer sentir Dios. ¿O no?
- Edy. No tiene sentido lo que decís.
- Sí que lo tiene. Debe ser una sensación única. Esa máquina la puedo utilizar solo yo y Kuperman. Y dentro de poco solo yo. Tendré que aniquilar al profesor una vez que aprenda perfectamente cómo funciona la máquina y de esa manera el poder será solo mío. Ese poder tiene que ser solo mío. ¿Entendés lo que te digo? Ni siquiera Dios puede hacer eso, resucitar a alguien. Voy a ser más poderoso que Dios.
- Edy, dejá de hablar pavadas. Dejá de drogarte y de alimentar tu delirio de grandeza. Tenés que parar con todo esto.
- No, no voy a parar nada. Voy a matar a quienes no me banque, a quienes me hagan mal, a quienes se crucen en mi camino y después veré si los resucito. Ese poder va a ser solo mío. Vos podés ser mi ayudante, Juan.
- Edy...voy para allá.
- No...escúchame un poco. Tenés que ir a casa. En mi placar hay un bolso con guita. Hay trecientos mil dólares. Anda para allá, Jazmín te va a abrir. Esa guita es para Kuperman que dice que se lo rompió "Jugar a ser Dios" dale esa guita y vas a ver como la arregla.
- Edy...cortala...
No pude terminar la frase ya que un ruido ensordecedor se escuchó del otro lado del teléfono. Seguramente Edy se había pegado un tiro.
Fui rápidamente hasta el departamento. Toque la puerta y no me abría. Hice la denuncia a la policía. Cuando ingresaron al departamento del padre de Edy, lo encotraron en el piso sobre un gran charco de sangre y un tiro en la boca. Ver a mi amigo muerto me hizo bajar la presión, no podía creer como había llegado a ese extremo. Luego fui a la casa de Edy para ir a buscar el dinero que me había pedido que retire. Me atendió Jazmin y fui hacia la habitación, tomé el bolso y me fui a mi casa. Cuando llegue a casa me dispuse a contar el dinero. Y efectivamente eran trecientos mil dólares. Me comuniqué con Krusat.
- Hola Krusat, soy Juan. El amigo de Edy.
- Si...¿Qué querés?
- Quiero verlo.
- ¿Para qué?
- Tengo que hablar con usted. Hay plata de por medio.
- A ver...dale...este...te espero en el café de la calle Amenábar en una hora.
- Ok.
Llegué puntual. Me pedí un café y a los quince minutos llegó Krusat.
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Editado: 28.02.2018