El bullying en la amistad que tengo con Julen nunca faltó un día. Siempre uno de los dos pasaba por ese momento bochornoso. Nunca peleamos por esa razón porque nos conocemos tanto que sabemos hasta qué punto podemos joder sin lastimarnos.
Hace unos meses atrás Julen fue invitado a una fiesta en la casa de un amigo. Yo aún tenía catorce años y pasé toda una semana convenciéndolo para que me llevara con él. Julen se negó siempre. Yo no sólo quería ir para compartir otro momento con él sino porque el chico que organizaba la fiesta tenía una hermana que resultó ser una compañera de clase.
Después de tanto insistir al punto de arrodillarme y volverme esclava lavadora de medias me dejó ir con él, pero no sin antes darme las ochocientas reglas que debía cumplir al pie de la letra.
Bueno admito que estoy exagerando. Sólo me dijo que no tomara y que me cuidara y que si es posible no me alejara de él.
Llego el día y fuimos. Yo re feliz. Era mi primera fiesta de esas que el copetín, la torta, chocolate y globos se cambiaba por pizza empanadas alcohol y otras cosas que hasta que no llegara al lugar no iba a saber si era así.
Lo lindo de esto es que conocí a los amigos de Julen. Y amigas... Esa parte mejor ni la cuento. Si no fuera porque pasa mucho tiempo conmigo me pondría celosa. Es mi amigo, mi mejor amigo, como un hermano y no lo comparto con nadie.
¡Qué fiestita! Música al palo, botellas de alcohol por todos lados. Algunos charlaban otros jugaban a la PlayStation. No me desagradó el ambiente, pero Julen entre que saludó a uno a otro me sentí re sola hasta que vi a mi compañera de clase con otras dos chicas más.
Charlamos y miramos una peli. Enseguida nos hicimos amigas. Noche sana mientras unas veinte personas al otro lado de la habitación estaban luchando por mantenerse de pie. Julen creo que era el único que tomaba muy poco y prefería disfrutar sobrio del momento.
Mi compañera, Lucila, cerró la puerta de la sala donde estábamos un poco alejadas de todo el bochinche y sacó de una estantería una botella de vino espumante y lo abrió. Yo preferí no tomar. Le prometí a Julen que no lo haría y no voy a romper la confianza de años por un trago de vino.
Cuestión que cuando Julen aparece para avisarme que nos íbamos se encuentra con el panorama alcohólico de las chicas y pensó que yo también estaba igual.
Se enojó como siempre por atolondrado, pero cuando se dio cuenta que no había tomado nada se disculpó.
Me llevó a casa y me dejo en la puerta y luego el siguió camino a la suya. Apenas entre mandé un mensaje
«Te aviso que ya llegué. Sana y salva»
El mensaje era para Lucila que me pidió que le avisara y decidí cumplir para no preocuparla, aunque quizás en ese momento estuviera durmiendo sin saber qué año era producto del alcohol.
Suena mi teléfono. Julen me había mandado un audio.
«¿Vos estás borracha? Hace diez minutos te acabo de dejar frente a la puerta» seguido de una sonora carcajada que hasta el día de hoy escucho. Por más que le haya dicho que me confundí de chat ya la macana estaba hecha y tenia que prepararme para el temporal o permanente bullying.
Ahora cada vez que me invita a tomar algo así sea un vaso de agua, cuando me deja en mi casa nunca se olvida de irritarme con la misma frase.
«Avísame cuando llegues»