8 de enero.
Tener un mejor amigo para mí me lleva a tener emociones que se van a los extremos.
El mes tiene 30 días, salvo febrero que tiene 28, pero tomando los demás meses de referencia, 25 días Julen es como un oso de peluche. Queres tenerlo cerca apretujarlo, jugar con él. Te pone de buen humor.
Los otros 5 días restante es como un grano en el culo. Sabe que molesta, pero no se va.
Igual no lo culpo, no quisiera que cambiara nunca. Al contrario, soy yo la que tiene esos arranques de bipolaridad cuando estoy en mis días.
Cuando fue mi primera vez con el período yo estaba en la casa de Julen. Estaba por cumplir los 12.
Mi mamá y la suya me prepararon unos meses antes con este tema. Agradezco que lo hayan hecho porque sino creo que me habría infartado.
Como era la primera vez yo no tenia en mis cosas toallitas higiénicas. Además, era de noche y estábamos solos en la casa de Julen. Nuestros padres habían salido a comer fuera. Nosotros no teníamos niñera porque siempre Julen me cuidó como un hermano mayor y siempre fue muy independiente. Tanto para que mis padres le confiaran mi pequeña vida a un pendejo de 14 años.
Me acuerdo que fue difícil pero no podía salir así del baño y menos esperar ahí dentro hasta que lleguen mis padres. Así que me llene de valor y llame a Julen.
―Julen ―grité.
― ¿Qué pasa? ―me preguntó desde el living.
―Me vino ―le dije.
― ¿Quién vino?
―Andrés.
― ¿Cuál Andrés? ¿Estás loca?
―El que viene una vez al mes. Desde ahora
Siempre que escuchaba esa conversación con mis padres yo me llenaba de intriga porque nunca vi a nadie entrar por la puerta de casa. Con el tiempo lo entendí y era increíble estar haciendo ese dialogo con mi amigo Julen. Ahora lo que pregunto es si Julen entenderá lo que dije. Luego me di cuenta que no porque golpeó la puerta del baño:
―No hay nadie afuera.
― ¿Sos tonto? ―dije entre risas.
―La tonta sos vos que decís que viene gente que no hay. Si me quieres asustar vas por mal camino.
―Julen, me vino.
Julen solo pudo decir ¿Qué?
―La regla. Me vino por primera vez.
Luego de unos segundos en silencio Julen vuelve a dar señales de vida.
― ¿Te duele?
Debo decir que Julen es de la vieja escuela. Hoy en día chicos de catorce años ya están mas avivados con todo. Sobre todo, con las mujeres que se creen mujeres, pero son mocosas. En cambio, mi amigo con 14 años se preocupó y se interesó en cómo me sentía.
Algo que debería avergonzarme con él no era así. Nos teníamos una confianza asquerosa.
Si nuestros padres se enteraran nos mirarían mal, pero una vez me estaba bañando y Julen me apuraba porque necesitaba usar el baño. Se estaba haciendo pis. Yo como siempre no le di bola hasta que me dice «Cierra la cortina de la ducha. No aguanto más». Antes de que yo reaccionara y pudiera decirle algo se abre la puerta del baño, luego se abre la tapa del inodoro y ahí estaba él, haciendo pis mientras yo me bañaba desnuda a unos dos metros. Al principio sentí que estaba mal, pero es una gran confianza la nuestra y cuando me sentí en una situación igual me toco a mi ser la entrometida, pero es historia para otro día.
Volviendo al tema. Luego de explicarle a Julen que no me dolía y contarle todo lo que me informaron sobre este tema reacciono que aun estoy en el baño y que así no puedo salir.
―Julen, necesito un favor.
― ¿Cuál?
―Necesito cambiarme, pero no traje ropa.
―Te presto ropa mía. Problema resuelto.
―También necesito toallitas higiénicas. Yo no tengo.
―Fíjate en los estantes donde están las cosas de mamá ―me dice Julen―, Ella seguro que tiene.
Revolví todo, pero no encontré.
―No hay nada, Julen.
― ¿Qué hacemos?
―Vas a tener que ir a comprar. El kiosco de la esquina aún debe estar abierto.
―Ohhh. Rachael. Me da vergüenza.
― ¿Alguna vez compraste?
―No ―respondió tras pensarlo un ratito.
―Entonces ¿Cómo sabes que te da vergüenza?
― Ok, ya vuelvo.
Volvió a los cinco minutos y me alcanza un paquetito. De todos los gestos que él tuvo conmigo, este es el que más valoro. También me dio mucha gracia.
―Que complicado es comprar eso ―comenta Julen mientras yo me cambiaba―. Hay de todas clases. Lo peor fue cuando me preguntó la señora que atendía «¿Con alas o sin alas?»
Yo en ese momento tampoco sabia así que lo escuchaba atentamente.
―Elegiste sin alas ―le dije confirmándolo en los escritos del paquete.
―Si le dije sin alas. No se que será, pero si son alas de verdad no me parece buena idea tener que andarte sosteniendo por miedo a que salgas volando.
Volviendo al presente. Me vino y son días que sufro mucho. Cólicos, calambres, dolor de cabeza, mal humor, muchísimo mal humor. El único que me aguanta es Julen.
Lo primero que me pasa cuando me viene es que nunca tengo toallitas. Si, parece loco, pero siempre estuve en la misma. Soy vaga, no compro aun sabiendo que todos los meses tengo que usarlas, pero así soy y no he podido cambiarlo. Todavía.