El tan anhelado viernes al fin había llegado, de hecho él último viernes de clases. El verano nos daba la bienvenida con un gran día soleado. El último examen del día y del año escolar lo había terminado en menos del tiempo que, la bruja, digo profesora Laurese había esperado. Y realmente hasta yo misma terminé sorprendiendome, estos días de desvelos habían sido bien necesarios y quizás sí valieron la pena.
–Te esperaré afuera.–Le indiqué a Michell, ella volvió su mirada hacía a mí y asintió con rapidez.
Recogí las pocas cosas qué traía conmigo para luego salir y esperar a mí amiga junto a su auto.
En él camino hacía la salida tropecé, bueno, me tropezaron realmente, haciendo qué mis libros y cuadernos cayeran al suelo.
–Perdón.–Me disculpe, aún sabiendo qué la culpable no era yo. Maldita manía de pedir tantas disculpas.– No te vi, perdón.
El sujeto no tan desconocido para mí, se agacho hacia el suelo, recogiendo mis cosas qué se esparcieron al caer.
–Te disculpas demasiado Julieta.– Luis me extendió mis libros.–Además a sido mí culpa, no pasa nada.–Sonrió.
En un momento de mí vida adore esa sonrisa.
–Sí bueno ya es costumbre lo sabés. Acepte mis libros rozando mis dedos con los suyos.–Debo irme, adiós Luis. me apresuré en decir.
Pasé a su lado pero él me sujeto por mí brazo derecho haciéndome detener.
–¿Podrías regalarme cinco minutos? –Rasco su nuca nervioso.–Prometo no tardar, por favor. –Suplicó.
–Sólo cinco minutos. –Le aclaré soltandome de su agarre y el asintió.
–Ayer iba a tú casa necesitaba hablar contigo pero justo cuando estaba cerca de ella, vi cuándo te bajabas de un auto y no era de ningún conocido tuyo.–Tomó pausa y siguió.– ¿Sales con alguien, Julieta?–Preguntó.
¡¿Era en serio!?
Recordé cuando bajé del auto de la estupidez humana, pero aún así, no me di cuenta qué Luis estuviera cerca.
–¿A qué viene todo esto?–Fruncí el ceño.
Dió un paso hacía mi.
–Qué te extraño Julieta, ¡maldita sea te juro qué te extraño! y me molestó cuándo te vi qué bajabas de ese auto, me molestó qué quizás estuvieras con otro chico qué no era yo.–Lo último lo dijo con un tono de tristeza pero, ¿Cómo creerle? ... Sí me falló.
–Es estúpido qué reclames algo qué de verdad ya no es de tú incumbencia. Yo también te extrañé, sí muchas veces, y dime ¿Tú donde estabas? , porqué justo a mí lado no estabas... Luis.–Me detuve pensando qué seguiría diciéndole, mientras qué él escuchaba cada una de mis palabras. Cómo nunca antes lo hizo.– Yo.... quizas sí te extraño, pasamos momentos increíbles, cómo te lo dije días atrás.–Sonreí al recordar esos días y Luis sonrió con nostalgia igualmente.– Pero qué quizás te extrañe.–Suspire.– No significa qué te quiera de vuelta, Luis.
Sin querer una lágrima rodó por mí mejilla derecha, el acercó su pulgar limpiando cálidamente, esa pequeña lágrima.
–Entiendo y tienes razón la cagué, merezco eso. Por último quería pedirte algo.
–¿Qué será?–Respondí dudosa.
–¿Podrías venir a mí graduación? Me gustaría verte allí, aunque sea por última vez.
Él hacía ésto más difícil.
Su tiempo en el instituto había llegado a su fin y éste seria el último día de clases. Si, pronto sería su graduación, significando qué , quizás partiera de la ciudad para ir a la universidad.
Tomé su mano dejando un suave beso en su palma. Él le gustaba qué lo hiciera. Y aún así se sorprendió ante mí acto.
–No creo qué pueda ir, pero de igual forma, gracias por invitarme. A pesar de todo, te deseo una gran vida a partir de ahora.–Él cogió mí mano y dejó suavemente un beso es mis nudillos. –Me siento y me sentiré orgullosa de ti, por cada vez qué logres algo bueno en tú vida aunque yo ya no esté en ella. Y sin duda alguna me alegra haberte conocido.
–Espero volverte a ver de nuevo algún día Julieta.–Exigió con dulzura.
–Sí el destino querrá, ten por seguro qué así será.
Dicho esto Luis se acercó a mí, cortando la distancia qué antes nos separaba. Envolviendome en un cálido y fuerte abrazo. Quizás sea él último, o quizás nos volveremos a ver más adelante.
–Adiós.– Susurré separándome de él.
–Adiós, Julieta.– Respondió con sus ojos humedecidos.
Me alejé de él con una sonrisa, dejando atrás al chico qué quise, extrañamente pero nos quisimos, sin importar qué. Lo extrañaré estoy segura de eso, pero mientras, le desearé la mejor felicidad del mundo porqué al fin y acabo es lo mejor qué se le puede desear a alguien.
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–¿Podrías dejarme acá?–Le pedí a mi amiga mientras ibamos en su coche. –Por favor.
–¿Estás segura?–Preguntó.–Es un parque infantil.
–Sí, segura sólo déjame aquí, Michell.
Ella acercó su auto hacia el parque deteniéndose a unos pasos de la entrada.
–Bien acá estamos, Julieta.
Me acerqué a ella y besé su mejilla antes de bajar.
–Gracias.–Le agradecí y ella me respondió con una sonrisa alejándose de acá.
Recordaba esté parque con emoción y a su vez con melancolía. Acá papá y Elio nos traían a Mathias y a mí. Son recuerdos qué aunque han pasado años, se quedaron plasmados en esté lugar.
Camino hacia la banca más cercana qué encuentro, esta se encuentra justo en los mismos columpio qué más de una vez fui feliz.
Al sentarme observe a varios niños jugar en ellos, unos solos y otros con sus padres.
Desearía tal vez, regresar a esos días y disfrutar de esos columpios una vez más. Se dice qué debemos atesorar los momentos porqué los recuerdos no se pueden abrazar y cuánta razón tiene.
Me gusta revivir unos de esos días más; para qué Mathias pueda ser feliz, papá vuelva a quererme y Elio aún esté acá.
Me gustaría olvidarme del presente de mierda que hoy tengo.
Flash-back
–¡Julieta! ¡Vamos patea el balón!–Elio gritaba mientras esperaba a qué yo pateara el balón.
Con emoción por los ánimos de mí tío, pateé el balón lo más fuerte qué pude, haciendo qué el con rapidez se acercará con hacia la portería, y así anotar un gol qué nos daba la victoria.