—¡Tenemos un nuevo corazón, Julieta!
Aproximadamente las 4:40 de la mañana cuando Michelle llamó a decirme la noticia.
Mamá no tardó mucho en despertar para ir al hospital y yo detrás de ella me fui. Ambas emocionadas en todo el camino pero aún así nerviosas.
Al nuevo corazón de Kevin le dieron entrada para llevarlo a quirófano justo a su nuevo dueño.
La operación tardaba eso como diez horas aproximadamente y mamá estaría junto a él. Eso me alegraba mucho más.
La madre de mi amigo junto con la novia rubia estaban igual o más emocionadas que yo.
Mi querido amigo de ojos azules se salvaría, mi mejor amigo viviría.
Diez horas después mamá salió del quirófano.
Se acercó a nosotras con lágrimas en los ojos y una sonrisa en su rostro.
—Nuestro chico ya tiene un nuevo corazón.
Abracé a Michelle con tanta emoción como nunca antes y mamá abrazaba a la madre de Kevin también.
Traté de llamar a Aidan, pero su teléfono me mandaba a buzón y eso me no preocupaba un poco.
—¿Pasó algo?
Michelle preguntó.
—Es sólo que Aidan debe estar acá con nosotras pero, no lo está y no he sabido nada de él en todo el dia.
Mi amiga me apretó suavemente el hombro.
—No te preocupes, el idiota ése debe estar en alguna idiotez nueva. —Me alentó. Y aunque asentí, algo dentro de mí no estaba tan segura.
Aidam.
Estaba dentro de la camioneta del idiota de Hendrick viendo el operativo que exitosamente me funcionó contra algunas bodegas de Danillo. Y es que los últimos días mi plan funcionó. Él poco a poco se ha quedado sin nada a su favor, sus bodegas habían sido atacadas por la policía y muchos de sus hombres presos.
Sólo faltaba el y Jaxon que salieran a la luz como ratas.
Hendrick corrió hacia su camioneta con una sonrisa oreja a oreja en si rostro.
—Nunca pensé que asociarme a ti funcionaría también.
—Y es aquí que te das cuenta que sin mí sigues siendo un gran inútil.
Inmediatamente borró su sonrisa.
—Solo faltan ellos dos.
—¿Y crees que no lo sé?
—Aidam, debes ayudarme. Estamos a un paso de conseguirlos.
—Estoy haciendo lo más que puedo. —Respondí.
**********
Tenía miles de llamadas perdidas de Julieta, lo cuál me asusté, pensé inmediatamente en Kevin.
Pero preferí en llegar al hospital con rapidez para asegurarme yo mismo que todo estaba bien.
Julieta al verme se lanzó a mí brazos.
—¿Estás bien? — Me examinó el rostro y parte de mi cuerpo.
—Todo bien, mocosa. ¿Estás bien tú?
Ella relajó su cuerpo ante mi respuesta.
—Solo que estaba preocupada por tu y tenía un mal presentimiento. Y además no respondías mis llamadas, idiota.
Reí.
—Siempre estaré bien. —Besé sus labios.
Julieta me contaba las buenas noticias para mí amigo y eso realmente había subido mis ánimos.
Pudimos ver a través de un vidrio a Kevin, el estaba bien y todo estaba marchando bien. Al fin todos estarán bien y seguros. Mi sacrificio está valiendo la pena.
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—Los tenemos. —Fueron las palabras de Hendrick a través de su radio.
Sentí paz.
Al fin esas malditas ratas tendrán sus merecidos y toda esta lucha acabará.
—¿Cuándo atacaremos? —Pregunté.
—Mañaña a la tarde. — Respondió. —Debemos hacerle creer que su nuevo escondite es muy seguro, por lo tanto dejaremos que disfruten sus últimas horas libres.
Asentí.
Mañana será el gran día.
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Julieta
Una semana había pasado desde que el nuevo corazón de Kevin había sido colocado en su cuerpo. Una semana donde una esperanza había llegado a nuestras vidas. Pero casi nunca llega para dar felicidad, cómo ése corazón. Kevin no estaba en sus mejores días aún con la operación, cuándo tenía que avanzar y mejorar su salud retrocedía.
Mamá había citado a la madre de mi amigo para hacerle saber los nuevos exámenes que le habían realizado a ése corazón y ciertamente como ellos pensaron, su cuerpo no lo aceptó.
Esa noticia había acabado con la esperanza que teníamos después de su operación, mi mejor amigo moría cada día más y no podíamos hacer nada para ayudarlo.
Mi corazón dolía tanto que costaba respirar, tan solo en imaginarme una vida sin Kevin rompía mi corazón casa vez más.
Él había compartido a mí lado casi toda mi vida, y el que esté luchando sin poder hacer nada me enfadaba.
Metí unas papas fritas sin que las enfermeras me vieran en mi mochila sólo para él. Aparentemente el olor lo despertó y cuándo me vio sonrió, débil, pero me sonrió.
—Mamá me matará si ve lo que estoy haciendo, pero un pajarito me dijo que este era sus pasatiempos favoritos.
—Aidam no sabe quedarse callado, ¿Verdad?
Reí.
—No Conmigo, amigo.
Le acerqué la pequeña bolsa y lo vi degustarse aunque sólo agarró una sola.