-Necesitamos que coopere joven- repitió por vigésima vez. Me arrellané aún más en el sillón del living. Tenía frío. Miré de nuevo a las penumbras del patio. Toda la tarde había sentido unos ojos invisibles fijos en mí.
-Está bien -susurré sin convencerme de lo que estaba a punto de hacer- voy a ser testigo, pero no quiero ver mi nombre en ningún lado, en ningún periódico, ni noticiero –le advertí.
-Gracias –el policía que tenía sentado en frente se relajo. Hacia al menos tres cuartos de hora que intentaba convencerme de ser participe de la investigación que se llevaría cabo en las tierras linderas de ambas propiedades. La de Sofía y la mía. –su nombre no va a figurar.
- No quiero ser parte de esta pesadilla –susurré-
-Los padres de Sofía se lo van a agradecer. Ellos están destruidos como para ser parte de un rastrillaje y usted es su vecina. Es un favor y un deber –remarcó con un siseo la última palabra –Solo eso.
-Por eso estoy accediendo –aclaré.
-Esta noche un oficial va a permanecer en su propiedad. Solo por seguridad. Además veo que el hecho le ha impactado. –me miró significativamente-
-No hay modo de que no lo hiciera –comenté-
Por primera vez en todo el día, me percaté de la palidez amarillenta de mi rostro, del pelo enmarañado y suelto sobre mis hombros huesudos y a medio cubrir por el remerón que llevaba puesto desde que había despertado al amanecer. Y estaba descalza.
-¿Quiere otro café? –ofrecí.
-Si es tan amable –en ese momento pareció cansado. Percibí que aún a él que parecía de roble bajo su piel curtida, y sus ojos fríos, le costaba enfrentar la escena. Quizás fuera fácil en ese momento de debilidad sonsacarle algo más de información. Había escuchado la radio como una poseída durante todo el día. El caso no había avanzado casi nada. Se habían realizado peritajes en la casa, muestreos y no mucho más. Los resultados del forense iban a tardar en llegar, y hasta que eso no pasara no podrían avanzar. El policía, que se decía inspector dejó sobre mi mesilla unas carpetas color suela con rótulos en negro. No quería abrirlas y solo se limitó a mirarlas con fijeza hasta que le dejé el café recalentado delante de él.
-¡No puedo creer que todo pasara tan cerca mío y que no haya escuchado nada! –me miró y no supe si había escuchado toda la frase.
-Nadie escucho nada. No se altere por eso, y mucho menos se sienta culpable. Más allá del miedo que paso esa chica en su lucha cuerpo a cuerpo, su muerte fue rápida. –sus ojos languidecieron cuando acabo la frase. Por mi parte sentí que se me caía el alma al suelo. –además nadie está despierto a las cinco de la mañana en verano a menos que sea fin de semana. Menos con esta y lluvia y mucho menos siendo hoy un lunes.
Recordé que me había despertado a esa hora porque Francesco ladraba. Quizás el si escuchara. Me había levantado a los tumbos, tratando de no rodar por la escalera, creyendo que mi pobre perro tendría que hacer sus necesidades. Había sentido frío al sacarlo fuera y esperarlo mientras la lluvia me humedecía los pies bajo el porche. Tan cerca de todo aquello. Podría haber escuchado algo, aunque sea un lamento, podría haber estado en riesgo sin apenas presentirlo. En ese pueblo nunca pasaba nada.
-¿Todavía no saben nada acerca del asesino? –las indirectas ya no me salían. Estaba asustada y quería saber.
-No –presentí que estaba siendo franco, y que ese “no” le dolía a él también.
-¡Ojalá lo atrapen pronto! –susurré.
- Gracias –masculló, mientras sorbía el café de la taza que le había dejado. –para ser sincero no hay demasiadas pistas que seguir. El asesino se cuidó de limpiar la escena. Hasta se tomó el trabajo de formatear el celular de Sofía. Eso nos da la pauta de que lo conoce.
-¿Interrogaron a las amigas? –pregunté-
-A cada una de ellas, o al menos a las mas cercanas y que se hallan dentro del pueblo. Mañana se van a interrogar a algunas más. En la ciudad de la que procede Sofía.
-¿Ninguna sabe nada? ¿No salía con nadie? ¿No sabían de alguien que conociera eventualmente en el verano?
-Nada. Todas las amigas coincidieron en lo mismo: Sofía era reservada a la hora de entablar nuevas amistades. Las chicas indagadas son amigas desde que iban a la sala rosa.
- Están en un callejón sin salida –murmuré-