Julieta quiso quedarse

Alain

   Alain francamente no sabía qué hacer. Hacia treinta años que estaba frente a los Vullblut. Treinta. Y en todo ese tiempo nunca había tenido la mente tan en blanco. Nunca había faltado algún plan, por más ridículo que este fuera. Persia, su mujer desde que su padre concertara su matrimonio a los catorce años, dormía tranquilamente a su lado sobre la grava. Su pelo color canela claro emitía reflejos dorados a la luz de la luna.   Salir a correr les hacía bien siempre, por más extenuados que los dejara. Llevar escondido al lobo por demasiado tiempo era un peligro que no volvería a correr. No después de aquella vez en que mató a una niña inocente, en tierras ahora lejanas.  Respiró. Nada. Su mente seguía en blanco. Se vistió a prisa y tapó a su mujer, con la ropa que dejaran desperdigada antes de la conversión. Caminó unos metros al sur de donde se hallaba y vió recortada ante la fogata la figura John. Su mano derecha.

-John –palmeó su espalda fornida – ¿Qué tal el paseo?

- Nada mal viejo –John era el tipo simpaticón y alegre que las más de las veces levantaba el humor de la manada. Alain lo apreciaba por ello. –necesitaba sacar mis dientes y mis garras desde dentro, a menos que quisiera que salgan solos.

-¿Pudiste cazar algo? 

- Dos o tres ardillas distraídas. Ya sabes, estoy viejo y no puedo esforzar demasiado a estos pobres dientes.

  Alain se rió. Todo en John era natural y espontáneo. Su cara oscura de facciones aniñadas inspiraba confianza hasta en el más precavido. 

-John –la fugaz alegría del Alfa se había disipado de un golpe –no se me ocurre que podemos hacer. Si mandamos a alguien más los cazadores van a notarlo.

- Alain –John era el único de la manada que se atrevía a llamarlo por el nombre –es solo una chica.

- ¿Podes explicarme porque los cazadores la están cuidando?

- Si estuvieses allí harías lo mismo y quizás los cazadores se preguntaran lo mismo que vos.

- Podrían haberla sacado del paso y listo. Ahí en medio es una molestia.

-¿Quién es? –John era fanático de conocer los nombres de todas personas involucradas en cualquier problema. No su apellido, su nombre. Y los recordaba, siempre recordaba. Aunque trascurrieran años.

- Se llama Julieta. Julieta Foster.

- ¿A que se dedica?

- A molestar ¿O no ves? –gruño el Alfa.

   John rió de buena gana. Por el lapso de un rato se mantuvieron en silencio. John todavía sonreía. El Alfa había sido su amigo desde pequeños. Conocía ese viejo lobo mejor que nadie, y aun así no entendía las razones que lo llevaban a preocuparse por esa chica. Más allá de que todos estaban bastante preocupados por lo de la cazadora y la policía que llevaba el caso, esa chica era solo un testigo. Una persona que se había encontrado en el lugar equivocado. Lo que sea que preocupaba al Alfa estaba más allá de su entendimiento. No tenían pruebas concretas de que fuera una protegida de los cazadores Beta. Su historial la mostraba como una del montón.

-Hay Alain, se te notan los años. Resulta que una sencilla humana te complica la vida. –volvió a reírse.

-Algo tiene esa chica –ahora el Alfa miraba el fuego como un poseso. –el hermano que se cargó a la cazadora jura que percibe en ella algo distinto. –achicó sus ojos como si pudiera adivinar en ese acto que era lo que la chica Foster tenia.

-Alain –John se puso serio súbitamente. Cuando su sonrisa no estaba presente casi podía adivinarse que era un licántropo. –Lo especial es que le gusta. – volvió a largar la risa.

-John el sabe que no puede mezclarse con humanas. –lo miró amenazadoramente.

-De acá a allá. –sonrió significativamente –Quizás hay algo que se te escapa.

-Sos intratable –bufó.

-Persia podría ir a ver qué pasa –comentó John –ella es la más sagaz de todos nosotros. Además hasta podría convencer a Julieta de marcharse.

-Ella misma se ha ofrecido –Alain jamás permitiría que su mujer se fuera sin su protección.

-¿Y? –John lo miró ya conociendo la respuesta.

-El enemigo la conoce lo suficiente como para pasar desapercibida.

-¿En quién  pensaste? –inquirió. Pero con la mirada del Alfa le bastó de nuevo para conocer la respuesta.

 

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