Julieta, Julieta y otra vez Julieta. Maldita sea, pensé. Qué derecho tenía ella a no dejarme dormir. Me revolví en la cama, las sábanas olían bien. Eso era reconfortante. Casi olían a ella. Quizás era que su perfume todavía permanecía encerrado entre las cuatro paredes de la casa.
-¿Te pasa algo? –Milo se asomó a la puerta entornada de mi habitación.
-No. Lárgate –bufé.
-Entonces no hagas tanto ruido al pensar. Tu cabeza parece una maquina oxidada.
Me reí. Era tan malditamente perceptivo.
-Papá dentro de todo quedo satisfecho –comentó entrando y cerrando tras de sí.
- Eso creo –me preguntaba que habría pensado el jefe.
-Parece buena –dijo y me miró con intención.
-¿Quién?
-No te hagas –me arrojó un cojín por la cabeza –estás pensando en ella Matt. No soy estúpido.
-A veces parece que si –le devolví el cojín.
-¿Así que mañana vas a montar guardia en su casa?
-Algo así –dije –es un peligro, así que papá y vos van a tener que cuidarme las espaldas. –Lo miré significativamente –Ella no puede saberlo, claro está.
-Ni una palabra –hizo señas de cerrarse la boca como si de una cremallera se tratase.
Me senté en la cama y apagué la luz. Gustaba de hablar al oscuro. Nadie podía adivinar tus miradas o gestos en la oscuridad. Y estando con Milo, poder guardarse algo era misión imposible.
-¿Y cúal es el plan? –preguntó. Ese enano era de lo más fastidioso cuando se lo proponía.
-Voy a quedarme en su casa, a partir del anochecer. El poli se tiene que ir por un llamado de la ciudad. Parece que el inspector y el fiscal lo necesitan.
-Es peligroso Matt. No sabemos donde se esconde el enemigo.
-Al jefe le parece bien que me quede con ella, dice que es el comienzo.
-Y puede ser el final. ¿Qué hay si entran y te matan?
-No van a hacerlo. Ella les importa –argüí. Quería creerlo así. No quería ni pensar que quizás fuera yo la carne de cañón.
-Ella les importa, pero no estoy seguro de que quieran conservarla sin conocimiento del tema. Vas a tener que andarte con cuidado.
-No hables como mamá –lo empujé, porque a pesar de la oscuridad sentía su cuerpo cercano, sentía su calor. No lo veía, pero adivine la tristeza de sus ojos claros.
-Ya con mamá y Myra fue suficiente Matt.
Claro que había sido suficiente.
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