No me había decidido a entrar en casa de Sofía. La discusión con mi padre me había alterado más de lo que esperaba y sentía que mi cabeza iba a estallar de un momento a otro. Además, mi padre había dicho algo que no paraba de darme vueltas en la cabeza: ¿Y si de verdad estaba enamorado de Julieta?
Sabía que esa era una empresa sin futuro, Julieta ya tenía un novio. Uno que era el chico soñado de cualquier chica como ella.
-Matt –Enzo se asomó a la puerta –Julieta te está buscando.
-Ya voy –Dije con voz débil.
-¿Estás bien?
- Sí. Era mi papá. No sé si me siguió o no. Pero está solo. Todavía.
Enzo me escrutó unos minutos más en las sombras de la puerta. Sabía que, como todo brujo estaba revolviendo en mi mente. Y para mi mala suerte, ya no llevaba el amuleto de los Beta. Lo vería todo. Y eso solo complicaría las cosas.
-Está bien –dijo al cabo de unos minutos –no te tardes.
Esperé unos segundos más. Rejunté la poca fuerza que me había dejado el discutir con papá y entré en la casa. Julieta estaba arriba y la mujercita Senta me lo hizo saber con una seña. Enzo bebía vino junto a la ventana. Papá me había dicho que su padre era igual. En mitad de la escalera me detuve. Estaba nervioso y las piernas me temblaban levemente. Todo mi ser estaba revuelto. Ya no era un Beta, ya no tenía una familia. ¿Qué era entonces?
-Matt –Julieta me observaba desde el pie de la escalera –necesito que vengas.
-Sí, ya voy –balbucí. Subí lo que faltaba y seguí a Julieta dentro de la habitación. Lo que vi me sacudió el alma.
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