Julieta quiso quedarse

Enzo

-Ese no era el plan de Madre, pero Julieta lo ha resuelto de ese modo, y hasta me arriesgaría a decir que tiene mejor pinta. Si ella va a ser la nueva cara de la magia en la tierra, debería empezar desde ahora –dije, estaba orgulloso de ella.

-¿Estás loco? –gritó Matt – ¡Julieta acaba de sucumbir a su poder! ¡Nunca la había oído hablar de  ese modo y vos tampoco, no lo niegues!

-Matt –me acerqué y busqué sus ojos -¡No tenés que tener miedo por ella! ¡Es la bruja más poderosa que existe! ¿Pensás que podría pasarle algo? –exclamé por lo bajo. No quería que papá me oyera, o se pondría pesado. Más de lo que era.

-Yo sigo pensando que es una pobre chica encerrada dentro de su cuerpo por una magia que no sabe controlar.

   Largué la carcajada, pero no una real. En el fondo sabía que en parte, Matt tenía razón. Aunque también era cierto que Julieta no debía temer por nada, ella era muy poderosa para andarse con miedo.

-¿Qué fue lo que les hizo a los cazadores? –preguntó Matt, aún molesto. Caminando de un lado al otro.

-Ya te lo expliqué. Y a tu Jefe también tuvo que someterlo –dije agitando un dedo delante de su cara –Utilizó un truco sencillo de confianza, solo para asegurarse de que no fuera a revelarse a última hora.

-¡Me imagine, el Jefe, no solo es extremadamente desconfiado, sino cruel! ¡La hubiese atacado a la primera oportunidad! ¡Mucho más después de lo de la cadenita de Christian! –a Matt le costó decir ese nombre, y eso me permitió darme cuenta de que lo apreciaba.

    Matt siguió caminando dentro de la habitación, como un poseso, al menos media hora más. No escuchó ni una  sola de mis peticiones de calmarse y dejarlo estar. Debíamos descansar y comer para poder continuar con el plan. Según mis cálculos todo marchaba sobre ruedas y lo seguiría haciendo. Cada quien debía cumplir una parte en concreto, y para ello debíamos estar centrados, si Matt seguía en plan nervios tarde o temprano lo echaría a perder. 

-¡Matt por favor! –grité – ¡Necesito terminar estos preparados para la desposesión! ¡Cálmate de una vez!

-¡No puedo! –gritó.

-¿Qué pretendes que hagamos? ¡Si Madre no frenó lo que ella está haciendo es porque no teme que le pase nada! ¡Madre jamás dejaría que le pasase algo a Julieta!

-Enzo voy a ir donde ella –dijo más calmado. Ya había tomado la decisión, y estaba seguro de que no lograría echarlo atrás. No hacía mucho que lo trataba, pero ya conocía sus arrebatos.

-¿Te volviste loco? –pregunté, esa chiquillada quizás complicara las cosas.

-Quizás –dijo tomando su ballesta –pero prefiero estar loco y arriesgarme a no hacer nada –masculló encarando la salida.

-Matt –lo frené con una mano en el pecho –todos estamos colaborando. ¡Esa es su parte del plan! ¿Acaso pensás que yo no me preocupo por ella?

-¡No quiero que le pase nada Enzo! –dijo apartando mi mano de un golpe –¡No me importa cuál sea el plan! ¡Conozco a los cazadores y sé que son traidores!

    Avanzó hacia la salida, y una pregunta que venía carcomiéndome desde hacía un tiempo, se me atravesó en la faringe.

-¿Estás enamorado de ella Matt? –pregunté suavemente.

    Se detuvo de inmediato y tardó unos segundos en girarse y enfrentar mis ojos. Su cuerpo se veía de una pieza, era obvio que no esperaba aquella pregunta. Todas menos esa.

-¡Enzo, ella es tu novia! ¡Y mi amiga! ¡Nada más! –dijo casi con seguridad en la voz.

    Pero mentía. Sus palabras mentían. Y lo sabía porque yo había hallado la respuesta en su vacilación, en su cuerpo, en los nervios que se habían desatado en su estómago. Cuando se decidió a mirarme, volví a ver en sus ojos lo mismo que la noche en que había salido a llamarlo al porche de la casa de Sofía, donde momentos más tarde Julieta traía a la vida a Fátima, su madre. Matt estaba perdida, irremediable y descontroladamente enamorado de mi novia.

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