Los héroes no son siempre los que ganan. A veces, son los que pierden. Pero siguen luchando, y siguen aguantando. No se rinden. Eso es lo que los convierte en héroes —Cazadores de sombras.
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Capítulo cinco.
¿Cansancio físico o emocional?
Charlotte.
Estados Unidos, 23 de septiembre del 2015.
El dolor en mi cabeza me hace esconderla en la almohada. No quiero levantarme de la cama, realmente no puedo. Jake me trajo ayer de la clínica, me hicieron un montón de exámenes que no arrojaron nada nuevo, así que no hay novedades. Mi tía lo invitó a cenar, pero yo no quise acompañarlos, me encerré en mi cuarto y mi tía entró un par de veces en el transcurso de la noche para saber como estaba. Esta mañana intentó hacerme comer, pero las ganas de vomitar no me dejaron.
Es normal que después de las quimioterapias mi cuerpo quede en un estado de deterioro bastante notable, es así hasta unos tres o cuatro días, que recupere mi fuerza y vuelva a estar como todos los días.
Las persianas están cerradas, No hay casi nada de luz en mi cuarto a pesar de que son las 12 del mediodía. Estoy envuelta en una cobija y con los ojos cerrados; tengo mucho sueño, ya que anoche no pude dormir, pero por alguna extraña razón, no puedo conciliar el sueño. Mi celular suena y reprimo las ganas de colgar, el sonido es infernal y taladra mis oídos de forma constante.
Tomo mi celular y bajo el brillo de la pantalla para observar quien me llama. Suelto un gemido de frustración, no quiero hablar con él.
Llamada en curso.
—¿Marilyn?
La voz de mi padre invade mi sistema, y suspiro. Hablar con él siempre reabre las heridas, pero no puedo colgarle, para él también es difícil hablar.
—¿Papá? —mi voz suena temblorosa, débil.
—¿Como te encuentras? Tu tía dijo que las quimioterapias te están afectando más de lo normal.
—No me siento bien —no tiene sentido que le mienta, sabe cuando lo hago.
—Conseguí un vuelo a Estados Unidos para dentro de unos días —abro mis ojos sorprendida. La línea queda en silencio.
—¿Vas a venir?
No sé si alegrarme o sentirme mal. La presencia de Harry Wells es un huracán en mi vida. Quiero tenerlo cerca, pero es mejor que estemos lejos, más sano y preferible.
Ambos somos cobardes, no queremos afrontar la realidad.
A pasado un año y medio desde que vi a mi padre, y exactamente dos meses desde que hablé con él por teléfono. Antes de que mi madre muriera, nuestra relación era muy linda, cálida y divertida, pero luego se fue alejando, tanto que casi no nos vemos.
—Sí... Tu cumpleaños se acerca, voy a pasar unas semanas allá...
—El año pasado no estuviste —digo con reproche—, ¿Qué hace a este año diferente?
—Hija...
Sí papá, sé que vas a venir porque sabes que estoy muriendo.
—¿Qué, papá? ¿Tu vida con tu familia no es tan perfecta como la pintas? Te casaste a escondidas, te fuiste del país y tuviste otro hijo que ni siquiera me conoce.
—Por favor no seas así, Marilyn...
Busco calmarme porque siento mi respiración acelerarse y ni estoy en condiciones óptimas para agregarle algo más.
—No te reprocho el haber seguido con tu vida —suspiro—, lo único que me lamento es que tú no quisieras estar conmigo.
—Marilyn, nunca quise alejarme, no me prives de pasar momentos junto a tí.
—Eres libre de venir cuando quieras, papá —suaviso mi tono.
—Esta vez viajarán Gretchen y Dashton conmigo.
Gretchen no me cae bien, no es por lo que representa, si no que ella es mucho más antipática que yo, y eso es decir mucho. Dashton es mi pequeño hermano menor, a quien solo conozco por fotos y ya es todo un lindo niño de cuatro años muy parecido a mí. Cabello negro, ojos claros y piel pálida, solo que él tiene pecas más notorias y su color es totalmente normal.
—¿Gretchen vendrá? —hago una mueca.
Suspira con frustración—: Sí, ella también vendrá.
Ruedo los ojos y cuento mentalmente para no colgar y hacer como que la llamada no existió. Mi cabeza pesa y mi cuerpo está tan agotado que me cuenta mantener los ojos abiertos. Odio los días después de las quimioterapias, odio las quimioterapias, odio estar enferma. Ya casi no puedo recordar como era sentirse bien todos los días, quejarme por tener que hacer ejercicio e inventar escusas para faltar a clase. Eran muy lindos esos momentos, pero tiré todo el tiempo a la basura, porque hoy en día me arrepiento de no haber hecho muchas cosa que ahora no son posibles.
—Espero que se lleven bien —agregó.
—No te sientas muy esperanzado, aunque por mi parte no recibirá ninguna ofensa a menos de que ella comience —le informo.
—Ten un poco de madurez, Marilyn, lo que pasa es que no puedes callarte la mayoría de tus comentarios listillos.
—¿Estas diciendo que es mi culpa tratarla así? Yo no oculté una relación seria, yo no dejé que mi mujer pisoteara a mi hija y definitivamente yo no dejé a esa hija a merced de su ridícula vida.
—A mí me respetas, Charlotte —comienza a molestarse.
Solo me llama por mi primer nombre cuando está enojado, pero no me voy a callar, de todas formas no está aquí para resprenderme.
—Yo no dije nombre, padre —me burlo—, en ningún momento te falté el respeto.
—No sé que hacer contigo...
—¡Oh, que lindo, ahora no sabe que hacer conmigo! —la ironía es palpable en mi voz.
—No le des vuelta a la tostada, señorita —me reprende.
—No le des vuelta tú a la tostada, el papel de víctima no te luce —manifiesto mi enfado.
—Marilyn...
—Adiós papá, ten un lindo día. Que te vaya bien en el viaje.
Y cuelgo la llamada.
Siempre terminamos discutiendo, en parte por mi culpa, le guardo mucho rencor, y aunque no debería ser, las cosas no son de otro modo. Abrazo una almohada y cierro mis ojos, imaginándome el rostro de mi madre, el color de sus ojos, el cabello castaño hasta la barbilla...
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Editado: 17.12.2020