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—Jodidamente no—rechistó en respuesta.
—Sabes que soy tu única salida— comenté, a modo de amenaza.
—Juraste proteger a Faye, es tu reina.
—Juré cumplir con mi deuda y ya se saldó.
—Usar magia no es un juego, Kamari.
—¿Y quién te ha dicho que lo es? —moví la manta que tenía sobre el cuerpo para sentarme mucho mejor— Soy cuidadosa, te he protegido y a tu reina también. He intentado fiarme de ti en todo sentido y créeme que ha sido así. ¿Qué recibo a cambio? Ser tratada como una esclava.
Craven abrió la boca para decir algo, pero lo interrumpí.
—¿Mi pecado es haber nacido como una Valka? ¿Eso es lo que tanto me cobras? ¿Por qué no me puedes ver tan solo una vez como un igual?
Pasé saliva cuando él apartó la mirada. Calló, quizá solo fueron unos minutos, sin embargo, se sintió como una eternidad.
—Eres la única cosa que nos queda para no perder el reino entero. Necesito tenerte a salvo como dé lugar.
—La manera más fácil de protegerme es enseñándome a defenderme a mi misma— puntualicé—no puedes pretender salvarme a mí y al mundo entero, Craven. No puedes hacerlo, déjame ayudarte, lo haré bien, enséñame y juro que te ayudaré a salvar lo que mas amas.
Sus ojos oscuros carmesí se centraron en los míos y, silenciosamente, le di mi vida entera en medio de una promesa.
—No me exijas algo que tu no me puedes dar, no es justo.
Apretó los labios haciendo una línea recta.
—No prometo nada—dijo, al fin— todo depende de Oma y de tu comportamiento de ahora en adelante.
Mi expresión seguía impasible, aunque por dentro realmente estaba celebrando, sonriendo. No quería ser algo que se debía proteger porque era incapaz de sostenerse así misma, me negaba a esa mera imagen, ya que toda la vida, todos esos años sabía lo que era la soledad en cierto aspecto y odiaba el hecho de sentirme vulnerable a tal punto que alguien tuviera que verme con lastima.
Asentí con la cabeza y él se enderezó antes de darme la espalda.
—Necesito que descanses—exhaló— no hemos terminado está charla. Tienes hasta esta noche, Oma abrirá un portal que da directo al palacio, solo entra y estarás con nosotros.
No dije nada, solo miré como salió sin volver a mirar atrás.
Estiré la mano para sujetar una de las flores que crecía con la magia del mago, flores de colores, verdes, rojas y amarillas. Encogí mis piernas contra mi pecho, abrazándome a mí misma, preguntándome si ese sentimiento de orfandad seguiría ahí, por siempre.
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Cuando cayó la noche las estrellas danzaron en el cielo y pensé en Gwynn, en todas sus historias y en el bosque al que escapábamos cuando la tormenta estaba apaciguada.
Me coloqué el vestido que estaba cerca del armario de musgo, era verde, con tela cortada redonda en los brazos dejando ver la piel semi pálida de mis hombros y un bonito encaje blanco que me tapaba el pecho dándole una forma femenina en V.
Arreglé mi cabello usando mis dedos de tal forma que las ondulaciones que se prolongaban a lo largo se hicieran visibles. En el cristal vi mi reflejo. Tenía más peso, me veía mucho mejor, mi cabello se veía más brillante, los huesos ya no se me marcaban tanto y tenía color en mi cara.
Tal y como Craven lo había dispuesto, un portal se abrió y tomé una respiración larga intentando saber como acabaría esa noche y la respuesta de Oma.
Avancé hasta el centro del circulo que estaba delante de mí, caminando lento. En un parpadeo ya estaba en el palacio que servía como resguardo, mucho más pequeño, en la sala, delante del mago y del comandante que me observaban de arriba abajo.
Levanté una ceja antes de acomodarme el cabello a un lado y avanzar más.
—Te sienta muy bien el verde— murmuró el mago antes de sonreírme y le devolví el gesto.
Craven se aclaró la garganta como si le molestará la situación.
—Oma quiere decirte algo, aparte del vestido, evidentemente.
—Pediste que te enseñará magia.
—Más bien lo exigió— volvió a decir el soldado logrando que blanqueara los ojos.
—¿Y la respuesta es?
—Eres joven, no tienes experiencia en la magia y eres débil.
Mis ojos buscaron los del soldado que seguían en Oma, aparté la mirada esperando el no, y por un instante los odié a ambos, ya que negarme la posibilidad de usar magia era negarme la posibilidad de que no necesitara a Craven para protegerme.
—Una Valka sería un peligro usando magia verde, magia de Ryby, sería algo así como cometer suicidio— continuó y lo miré cuando tomó una de mis manos que estaban cerradas provocando que salieran pequeños destellos de esa energía verde—. Sin embargo, sería una falta negarte un derecho que tienes, porque has jurado y protegido a nuestra reina, más allá de la deuda.
Mis pupilas se paralizaron al abrir la mano y encontrar un collar, con una cruz verde, del color de la magia, un color puro, como el de las hojas en pleno verano, un verde intenso que contaba miles de historias de los habitantes en Ryby.
—Toda aprendiz debe empezar con las canalizaciones mediante objetos que contengan magia— me regaló un guiño— supongo que James ya no será mi único estudiante.
—¿Es... es en serio?
Asintió con un ademán y fue la primera vez en mucho tiempo que me sentí tan feliz. Lo supe porque Oma me estudió con detalle al igual que Craven que parecía sorprendido cuando me reí. Até el collar a mi cuello juntando las piezas que se solidificaron y sentí como algo se extendió a lo largo de mi cuerpo por toda mi espalda hasta mis extremidades.
—Eso...
—Eso es la magia de Ryby, recibiendo a un nuevo miembro.
—Bienvenida al club— soltó el soldado y Oma se apartó para que pusiese ver a Craven. Él asintió y le di una pequeña sonrisa, para luego verlo dirigirse al mago—. Tendremos que avisarle a la reina que los jardines estarán ocupados toda la tarde, puedes dejarla con James, la vigilaré.