Kami - 2

Tokio

Tokio

El día del viaje finalmente llega, y la mañana se llena de una mezcla de actividad y emociones. Ana María ayuda a su marido a hacer las maletas, doblando la ropa con cuidado y asegurándose de que no falte nada. Ambos tratan de mantener una conversación agradable, pero la inminente separación pesa en el aire, palpable en cada gesto.

Mientras coloca una camisa en la maleta, Ana María recuerda algo que había querido preguntarle.

—Por cierto, ¿leíste mi libro?

Hikaru se queda quieto por un momento, recordando de repente que, aunque había leído el libro durante su largo viaje a Tokio, nunca le mencionó nada a Ana María. Se siente un poco culpable por no haberle dicho nada antes, pero se alegra de haberlo leído.

—Lo siento —responde, levantando la vista hacia ella con una expresión de disculpa—. Sí lo leí, lo terminé durante mi viaje a Tokio, y me acabo de dar cuenta de que nunca te lo mencioné. Me distraje con tantas cosas... Pero déjame decirte algo: Érase una vez un matrimonio es un libro precioso, emotivo y muy bien escrito.

Ana María sonríe, contenta por el cumplido, aunque sigue esperando escuchar algo más.

—Cuando empecé a leerlo —continúa—, sospeché que tal vez estuvieras escribiendo sobre nosotros. Había ciertos detalles que me sonaban familiares. Pero a medida que avanzaba en la trama,

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me di cuenta de que no era así. La historia que has creado es muy diferente, pero muy interesante. Me emocionó mucho.

Ana María siente una mezcla de orgullo y alivio al escuchar esas opiniones. Había puesto mucho de sí misma en ese libro, y escuchar a su marido hablar de él con tanto cariño le llega al corazón.

—Me alegra que te haya gustado —dice ella, acercándose a él para darle un beso en la mejilla—. Significa mucho para mí.

Con la conversación sobre el libro terminada, y las maletas cerradas, Hikaru revisa una última vez que todo esté en orden, siempre tan meticuloso en todo. Está casi listo para llamar a un taxi y partir. Ana María, que siempre lo había acompañado al aeropuerto en sus viajes anteriores, tiene un compromiso esta vez y no podrá llevarlo.

—Es una lástima que no pueda llevarte esta vez.

—Lo sé. No te preocupes, estaré bien. Además, tendremos todo el tiempo del mundo cuando regrese.

El taxi llega puntual. Hikaru recoge sus maletas y se dirige a la puerta, pero no sin antes detenerse para abrazar a Ana María una última vez.

—Cuídate mucho —dice Ana María—. Y vuelve pronto, por favor.

—Volveré antes de que te des cuenta, —responde, apretando sus manos—. Te amo.

—Y yo a ti —responde Ana María con sus ojos brillando con lágrimas que intenta contener.

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Hikaru sale de la casa y se dirige al taxi. Mientras el coche se aleja, Ana María se queda en la puerta, observando hasta que el taxi desaparece de su vista.

En el taxi, mira por la ventana mientras la ciudad de Lima pasa a su alrededor, preparándose para el largo viaje a Tokio y lo que le espera allí.

Después de un larguísimo vuelo de 23 horas, finalmente los altavoces del avión anuncian la llegada al Aeropuerto Internacional de Haneda. Cansado, pero aliviado, se despereza en su asiento, estirando los músculos entumecidos por el viaje. El avión comienza a descender, y desde su ventana puede ver cómo las luces de Tokio se extienden hasta el horizonte, una vista que, a pesar de la fatiga, le resulta tan imponente como siempre.

Cuando el avión aterriza y comienza a rodar hacia la puerta de desembarque, Hikaru recoge sus pertenencias, asegurándose de no dejar nada atrás. Su maletín, que ha mantenido cerca durante todo el vuelo, contiene los documentos importantes y su ordenador, herramientas esenciales para el trabajo que le espera. Se toma un momento para recomponerse, repasando mentalmente la lista de cosas que debe hacer tan pronto como salga del avión.

El proceso de desembarque es lento, como suele ser después de un vuelo tan largo, pero Hikaru se mantiene paciente. Finalmente, es su turno, y se levanta, tomando su equipaje de mano y avanzando por el pasillo del avión hasta la puerta. El aire fresco del aeropuerto lo recibe mientras cruza hacia la terminal.

El siguiente paso es la aduana, un trámite que, aunque rutinario, siempre le recuerda la importancia de mantener la calma y estar

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preparado para cualquier pregunta. El oficial de aduanas revisa su pasaporte, asintiendo con la cabeza antes de sellar los documentos y devolverlos con una sonrisa formal.

—Bienvenido a Tokio —dice el oficial en japonés.

—Gracias —responde Hikaru en el mismo idioma, inclinando la cabeza antes de continuar hacia la zona de recogida de equipajes.

Una vez en la zona de recogida de maletas, espera con paciencia a que su equipaje aparezca en la cinta transportadora. A pesar del cansancio, se siente aliviado de que todo haya salido bien hasta ahora. Finalmente, ve sus maletas y las recoge, dirigiéndose hacia la salida del aeropuerto.

Con su equipaje en mano, sale de la terminal y se dirige a la parada de taxis. La humedad y el bullicio de Tokio lo envuelven, recordándole que ha regresado a una ciudad que, a pesar de todo lo que ha pasado, sigue siendo familiar. Un taxi se detiene frente a él, y después de confirmar su destino con el conductor, coloca su equipaje en el maletero y se acomoda en el asiento trasero.

—Hyatt Regency, Shinjuku —dice en japonés al conductor, quien asiente y comienza a conducir por las concurridas calles de Tokio.

El trayecto hasta el hotel es tranquilo, y aprovecha el tiempo para observar la ciudad que se despliega a su alrededor. Las luces de neón, los altos rascacielos y el flujo constante de personas y vehículos le recuerdan el dinamismo de Tokio. A pesar del cansancio, hay algo reconfortante en estar de vuelta, incluso si las circunstancias no son las más favorables.



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En el texto hay: japon, cultura japonesa, tokio

Editado: 28.08.2024

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