Karion: Reencarnación en lobo

Bosque, arroyo y refugio

Poco a poco fui adentrándome en lo profundo del bosque mientras era cautivado por la belleza del ambiente, iluminado únicamente por los haces de luz provenientes de las dos lunas que triunfantes lograban filtrarse por entre el espeso follaje de los árboles, pero también dando cada paso con cautela ante los posibles peligros de la noche. Caminaba lentamente ante la ignorancia de aquello que vivía en el bosque y con lo intimidante que resultaba explorar lo desconocido, pues la única certeza que tenía para ese punto era que el bosque se sentía completamente vivo en varios niveles. Podría haber jurado el escuchar una gran variedad de sonidos dispersos a mi alrededor entre arbustos, árboles y escondites, asi como el percibir de una impresionante corriente de olores y aromas de diferentes tipos que danzaban entrelazados entre sí y que ya difícilmente lograba ignorar. Y sin olvidar mi percepción semiconsciente del maná que circulaba intensamente por toda la vida que plagaba al valle y cuya sensación resultaba en un cosquilleo agradable y de carácter embriagante; además de aportarle un aura mística incluso al aire que respiraba.

 

Seguía caminando sin rumbo alguno entre el tapiz de hojas rojizas que cubría todo el suelo del bosque cuando de repente una brisa suave, muy similar a la que me recibió al salir de la cueva, me volvió a saludar de frente filtrándose entre mi pelaje y alborotando mis sentidos.

 

—Bienvenido al bosque, pequeño lobo —exclamó ante mi sorpresa la voz femenina más hermosa que jamás había escuchado, en un melodioso y dulce tono poseedor de un encanto y armonía sin igual y resonando entre el viento para perderse igual de súbita y misteriosamente que como había aparecido con el pasar de la suave brisa.

 

—¿Quién eres? —pregunté por un reflejo natural entre inconscientes sonidos caninos y girándome para tratar de descubrir su origen; maravillado ante esa simple pero cautivante frase que pude sentir poseía más poder del que aparentaba su delicado y fugaz medio.

 

Pero no recibí respuesta, la voz había partido ya. Me quedé completamente pasmado en el lugar en el que me encontraba con dudas que se empezaban a arremolinar en mi cabeza, pero encantado, conmovido y con una emoción casi palpable ante lo mágico de la presencia que me acababa de recibir. Era simplemente increíble, pero me había abrumado sensorialmente de tal manera que no podía negarlo de ninguna forma. Todo había pasado muy rápido, demasiado, pero no me dejaba duda de que algo o alguien era consciente de mi intromisión en el bosque.

 

Simplemente seguir parado ahí no me iba a ayudar en nada ni dar respuestas, al contrario, por lo que aun impresionado por lo que me acababa de pasar simplemente decidí seguir caminando. Vagar sin ninguna idea de a donde me estaba dirigiendo era algo que me preocupaba considerablemente, pero realmente no tenía una noción clara de a donde debía ir. Por lo que con esto en mente simplemente opte por explorar la zona del bosque en la me encontraba tratando de recordar los claros bañados en luz lunar, los caminos naturales que serpenteaban por entre los árboles y aquellas zonas donde la vegetación era más densa y abundante reclamando el territorio para sí misma; esperando encontrar uno de los arroyos que surgían de la cascada que había logrado divisar en la salida de la cueva.

 

Poco a poco iba adentrándome entre rocas y troncos caídos cuando llegando a una zona más despejada y al asomarme del pequeño desnivel que acababa de escalar lo vi. Era una especie de oso colosal, mucho más grande de lo que lo seria cualquier persona o incluso que el lagarto de hielo que había visto antes, de color marrón oscuro, unas zarpas que no me extrañaría podrían partir a un auto en dos y parcheado con una piel de roca que fungía como armadura en gran parte de su cuerpo. Tenía un aura completamente abrumadora e intimidante, el simple hecho de tenerlo frente a mi hacía que me congelara en mi sitio sin poder pensar en nada más que en el miedo que me producía. La gran bestia caminaba lenta y orgullosa por el bosque sin miedo a que nada ni nadie le pudiera hacer daño, aquel seguramente era su dominio.

 

En sus fauces arrastraba el cuerpo inerte de un majestuoso ciervo de gran belleza, un tamaño considerable y de un pelaje color blanco puro manchado violentamente con lo rojo de su propia sangre, pero que irónicamente acompañaba armoniosamente a la masiva cornamenta carmesí que portaba y que seguramente era su orgullo en vida, así como a las marcas de rojo oscuro que descendían hacia el resto de su cuerpo desde debajo de sus ojos. Aquella había sido la presa del oso sin lugar a duda y nadie se la podría arrebatar. Mientras el coloso caminaba imponente hacia el que seguramente sería su refugio, yo simplemente podía mirarlo completamente paralizado y absorto en su figura; así hasta que en mi visión empezaron a destacarse los mismos colores que ondulaban por el mundo y que creía era el maná, pero que se concentraban con una extrema densidad casi opaca de tonos negros y marrones arremolinándose fuertemente entre la figura del gran oso.

 

En ese determinado momento en el que empecé a ver el maná de su cuerpo este se paró en seco y volteo hacia mi dirección, dejando ver sus enormes colmillos enterrados entre la carne de ciervo y mostrando una profunda mirada dorada que fácilmente me arrebata el alma por el terror que me producía. Después de observarme directamente por un par de segundos que me hicieron estremecer, afortunadamente se volvió a girar desinteresado y siguió su camino desapareciendo finalmente entre los árboles. Era muy probable que me había perdonado la vida al determinar que ni siquiera era una molestia para él y al ya tener su cacería de la noche.



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En el texto hay: romance, magia, reencarnación

Editado: 12.03.2021

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