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Kecia volaba en su dragón vigilaba junto a Ceom y su tesco, a sus amigos, los que viajaban por tierra; se sentía extraña mientras se acercaba cada vez más a Ates, llevaba un arco y una espada mientras se aferraba al lomo del dragón blanco, los herreros habían hecho armaduras para que tuviesen más protección, su dragón llevaba una igual que el tesco y el gronger pardo de Margot junto a otros espíritus de personas que los ayudaban.
Miraba a Ceom y este la miraba a ella, le sonreía para que se sintiera más tranquila, y extrañamente así era. —Es por nuestros amigos. — se repetía Kecia en todo momento.
Seguían el mismo paso que los que iban por tierra y de vez en cuando algunos cansados, montaban el dragón, aunque la mayoría iban en los lomos de sus espíritus, otros como Wayne compartían lomos con otros. Después de esto, y si era capaz, trataría de conseguirles caballos como fuese, pues quería que su gente cada vez fuese más fuerte, que se cansara menos. Deseaba darles lo mejor a todo, aunque pareciese imposible.
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Bethan limpiaba la habitación de Katia mientras intentaba adivinar el acertijo.
—Manchas blancas nunca hay…la muerte dicen que está ahí…más la muerte blanca no ha de ser real…—Repetía en susurros Bethan. Pero y ¿si todo era mentira? ¿Si aquello no significaba algo? ¿Si la chica solo quería molestarlo?
—Oye rata blanca. —Exclamo Gad el Skies, haciéndolo sobresaltar. —Apresúrate que la reina de necesita.
—Solo un momento por favor. Debo cambiar las sedas que cubren los ventanales. — Dijo apresurándose a quitarlas, no llevaba las cadenas puestas, no mientras Gad estuviese cerca, además estas le impedían hacer más rápido el trabajo.
—Bien, ¡pero rápido! Jamás hagas esperar a la reina.
Bethan rodo sus ojos. Últimamente Sakara se la pasaba llamándole y necesitándole para cosas extrañas, como aquella vez de la cortadura en su mano; le había dicho que él era descendiente del “gran señor”. —Imposible— pensaba todo el tiempo. Aquella leyenda no podría ser real, y si lo fuese, sabía muy bien que él no podía ser “el gran señor”, por favor, si fuese así entonces ¿qué haría él allí? ¿Y, no sería lo suficientemente fuerte como para haber escapado y ayudado a sus amigos hace rato? La bruja debía de estar equivocada, y así era, pero no del todo.
—Esta listo. —Dijo terminando de colocar la cortina de seda.
—Quédate quieto, rata blanca, te pondré las cadenas.
Rata blanca, peste blanca, maldición blanca, blanca, blanca, blanca. Relacionaban el blanco con ellos. Era tedioso para Bethan escuchar ello. Bethan era un chico alto y de contextura delgada pero fuerte, tan solo tenía diecisiete vueltas a la gran estrella dorada, no se daba cuenta de que podía ser lo suficientemente fuerte como quisiera, pero la constante tristeza se lo impedía, ¿Por cuánto tiempo más estaría allí? A la sombra de los fantasmas de quienes fueron sus amigos.
El gran castillo blanco, con paredes desnudas y techos altos, pasillos casi infinitos, seguro alguna vez fue un cálido hogar, pero parecía que guardaba miles de secretos en su aire, en su aroma a pino y chimenea, el fino silencio que se sentía asustaba, todo allí le daba miedo, y le hacía sentirse decaído, solo una cosa le hacía sentir bien, un pensamiento, un nombre que aún seguía vivo, al menos eso esperaba. Megan la chica humana, la de la canción que componía poco a poco, entre versos delicados y tristes. Una canción que, probablemente, jamás oirá.
El umbral a una habitación que él desconocía apareció en su visita, después de haber caminado por el castillo por varios minutos junto a Gad. Y mientras entraba puedo ver un rayo tenue de luz, era una habitación que daba a un gran balcón, con vista a un mar infinito y a su otro lado podía ver la aldea próxima al castillo y en el cielo a cientos de bestias murciélago, aquello le hizo abrir los ojos de par en par. ¿estaban esperando a alguien? Trato de imaginarse que era lo que hacían exactamente esas bestias allí, sabía que eran seguidores de Sakara, pero jamás pensó ver a tantos sobrevolando el cielo y el castillo, lo hacían coordinadamente, ¿acaso Sakara sentía el peligro al acecho?
—Aún no lo adivinas, ¿verdad? Creí que eras más inteligente Bethan. —Tashara lo sorprendió mientras veía el cielo gris. —No te preocupes Gad, no es nada de otro mundo. —Dijo mirando la mirada que ponía Gad. —…solo me gusta jugar con las manchas blancas. —Dijo con una sonrisa cómplice, como si esperara que Gad le entendiese.