Era muy temprano de madrugada, hacía frío y una ligera lluvia se podía oír en el exterior. Se despertó irritado por el incesante sonido de su celular. Conocía aquel tono de llamada, lo había puesto para el único contacto que le interesaba identificar de los demás.
Tenía el cuerpo entumecido. Estiró con pesadez su brazo debajo de las cobijas hasta su mesita de noche y a tientas, en la oscuridad de su cuarto, buscó su teléfono. Cuando finalmente, dio con él, verificó el nombre que se desplegaba en la pantalla:
DANNA SAMA
Deidara suspiró cansado. Sasori conocía la diferencia de horas que había entre sus ciudades, pero por su insistente llamada parecía que no le importaba. Deidara se imaginaba que se encontraba en el norte por el huso horario; aunque no podía asegurarlo. Sasori se había empeñado en no decirle su ubicación y sus cartas siempre llegaban sin remitente.
—¿Danna sama sabes qué hora es aquí?—le preguntó Deidara al contestar con voz adormilada y un dejo de fastidio.
—Lo recuerdo… Lo recordé...—escuchó la voz agitada de Sasori al otro lado del teléfono.
— ¿Danna, te encuentras bien?—preguntó Deidara preocupado de que algo malo hubiera sucedido. Prendió la luz de su lámpara de noche para alumbrarse y se sentó en la orilla de su cama, mientras la lluvia de afuera arreciaba.
—Lo recordé, Deidara...—volvió a pronunciar Sasori con voz ahogada.
Deidara sabía a qué se refería. En el accidente automovilístico que había sufrido Sasori junto con sus padres; una persona fue la responsable del terrible hecho. Nunca lograron dar con el conductor para que asumiera las consecuencias de su crimen; ya que se presumía se encontraba alcoholizado. Aquel fin de semana de hace varios años atrás, la familia de Sasori regresaba por la carretera luego de hacer una visita a su abuela materna hasta que un loco que conducía en sentido contrario los impactó haciéndolos caer por un precipicio. Sus padres murieron casi al instante. Sasori de forma que no podría describirse más que milagrosa, había sobrevivido; lo encontraron en las cercanías y apenas, recordaba de forma vaga que alguien lo había sacado del auto antes de que esté se prendiera completamente en llamas con sus padres dentro. Probablemente, la misma persona que lo había alejado del accidente, se trataba de la persona que los había embestido en el otro vehículo, que quedó destrozado y sin dueño, tan solo había quedado los fragmentos carbonizados de varias botellas de alcohol que confirmó la idea de que aquella persona se encontraba en un estado inconveniente.
Sasori del trauma no fue capaz de recordar el rostro de su salvador, quien también era el responsable de las muertes de sus padres; constantemente se culpaba de ello y se atormentaba pensando que aquel asesino seguía libre para dañar a otros como lo había hecho con él y sus padres.
—Danna sama, ya hemos hablado de eso. Lo que hizo ese hombre no es tu culpa...—trató de tranquilizarlo Deidara, sabiendo la presión a la que se sometía así mismo Sasori.
— ¡No! ¡No entiendes! ¡Pude recordarlo porque lo he visto!— gritó Sasori cansado al otro lado del teléfono.
— ¿Qué?— pronunció Deidara sin creer lo que escuchaba.
—Ese hombre da clases en mi escuela, lo vi hoy. Cuando escuché su voz supe que era él...—
—Danna ¿Estás completamente seguro? Sí no lo es, podrías estar arruinando la vida de alguien inocente...—lo interrumpió Deidara.
—¡¡ ¿Crees que no podría identificar al asesino de mis padres?!! ¡¿Crees que puedo olvidarlo después de todo este tiempo?!— gritó agitado y furioso.
Deidara guardó silencio. Un rayo iluminó su cuarto y seguido se escuchó un gran estruendo. El clima estaba empeorando igual que aquella conversación.
—Ese hombre arruinó mi vida… y yo arruinaré la suya— declaró.
—¡Espera, Danna sama!— gritó Deidara estirando su mano a una imagen invisible.
—Gracias por todo hasta ahora Deidara, lo que ocurra a partir de ahora es mi responsabilidad...—
—¡¿A qué te refieres?! ¡¿Qué piensas hacer?! ¿Qué hay de Sakura? ¿Te has detenido en pensar en ella?— Deidara sabía que era sucio usar a Sakura contra Sasori pero desesperado como se encontraba; era la única manera de frenarlo de sus intentos de venganza.
—Ella no merece la persona que soy ahora… Seguramente le causaría asco si me viera así, solo la haría sufrir. Yo la abandoné pero aún así, quisiera verla… —
—¡Danna, vuelve! ¿Qué te lo impide? Si necesitas dinero, solo dime y lo enviaré para que regreses. Tú abuela te extraña y sé que Sakura también, además ya estoy cansado de fingir que no sé nada de tí… Cada vez que veo a la anciana o a Sakura siento una culpa terrible. Creo que tu abuela sospecha que he estado guardando información acerca de ti. Está realmente molesta conmigo y en todo momento he tenido que mentirle por tu culpa. ¿Sabes lo molesto que es eso? Odio mentir, la mentira y el arte no van de la mano, me quita la concentración. Como sea debes volver—
Sasori se quedó en silencio y a través de la bocina. Deidara lo escuchó suspirar pesadamente.
—No volveré. Te llamaré después—colgó.
— ¡Espera, Danna!—
Recordaba esa madrugada lluviosa, había sido la última llamada que Deidara hubiera mantenido con Sasori. Desde entonces, habían pasado dos meses sin tener noticias de él hasta que lo vio en el club de dibujo husmeando con Tobi; la alegría que había sentido al verlo se evaporó al saber que su amigo había perdido sus recuerdos. No había tenido el valor de confesarle que ellos habían mantenido comunicación durante su ausencia.